¿Tienen futuro los manuales de estilo de los grandes medios de comunicación?
¿Seguirán siendo obras impresas que interesen a lectores más allá de las paredes de una redacción periodística?
¿Son necesarios en estos tiempos en los que, tanto dentro como fuera de los medios, parece imponerse la marca personal?
Esas son algunas de las preguntas a las que tratarán de dar respuesta a partir de mañana en San Millán de la Cogolla (norte de España) una veintena de periodistas y lingüistas reunidos en el seminario “Manuales de estilo en la era de la marca personal”.
Se trata de la décima edición del Seminario Internacional de Lengua y Periodismo que organizan desde 2006 la Fundación San Millán de la Cogolla y la Fundación del Español Urgente, promovida por la Agencia EFE y BBVA.
Como en ocasiones anteriores se celebrará en el Centro de Investigación de la Lengua Española (Cilengua), situado en el Monasterio de Yuso, y será inaugurado por doña Letizia, que acude al encuentro por primera vez como reina.
La conferencia inaugural, “En román paladino”, correrá a cargo del escritor colombiano Héctor Abad Faciolince.
Con las normas académicas en la mano, el plural de “club” puede ser “clubs” o “clubes”; el gentilicio de Ucrania, “ucranio” o “ucraniano”, y la acción de pulsar un botón en el ratón del ordenador puede ser “clicar”, “hacer clic” o “cliquear”.
Todas esas opciones son correctas y todas, por tanto, se pueden usar sin miedo a equivocarse. Pero el lector de un diario o una página web se sentirá desconcertado si en dos artículos del mismo medio (y no digamos si sucede dentro de un único artículo) se emplean formas distintas y cambiantes.
Para eso surgieron hace ya varias décadas los manuales de estilo de los medios de comunicación: para dotarlos de una voz propia, de un modo particular de contar, de una personalidad definida.
En ellos suelen abordarse cuestiones profesionales (la extensión de las noticias, el modo de editarlas y presentarlas…), éticas (la atribución de la información a las fuentes, los límites de la información…) y propiamente lingüísticas (normas ortográficas y gramaticales, formas preferidas…).
Concebidos como herramientas internas de trabajo, con frecuencia han despertado el interés del público y se han editado como libros al alcance de todos los lectores.
Es el caso del “Manual de español urgente” de la Agencia EFE, que fue pionera en la adopción de este tipo de directrices: publicó sus primeras normas de estilo en 1975 cuando ya cientos de periodistas nutrían sus líneas desde los cinco continentes empleando el español de España, pero también el de México, Argentina, Colombia, Cuba y tantos otros países.
Eran entonces una treintena de folios mecanografiados que muy pronto se convirtieron, de la mano del académico Fernando Lázaro Carreter, en una obra que no tardó en ser una referencia para profesionales y estudiantes de periodismo y que desde entonces se ha reeditado decenas de veces, la última hace apenas unas semanas.
A lo largo de las cuatro décadas transcurridas desde aquellos años, pocos son los grandes medios de comunicación en español que no han editado sus propios libros de estilo.
“Los manuales de estilo han sido durante décadas una herramienta eficaz para resolver dudas, para dar coherencia, para ayudar a los medios a encontrar una voz propia, un modo particular de contar la realidad, tanto en sus aspectos periodísticos como en los relacionados con el idioma, que son los que más nos interesan en este foro”, según el director general de la Fundación del Español Urgente (Fundéu BBVA), Joaquín Muller.
“Queremos preguntarnos por el presente y sobre todo por el futuro de este tipo de obras; si seguirán editándose y cómo serán, si seguirán siendo necesarios en estos tiempos del triunfo de la marca personal… Y, sobre todo, conocer cuál es la visión que tienen sobre ellos los periodistas, los investigadores, los correctores profesionales de textos… “, añade.
De todo ello se hablará en los próximos días en Yuso, apenas a unos metros de las vitrinas en las que se conservan las glosas emilianenses, consideradas las primeras palabras escritas en castellano. EFE
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