Cae la noche sobre el parque nacional indio de Kaziranga, cuando unos guardias forestales armados con fusiles viejos salen en busca de cazadores furtivos que amenazan la mayor concentración mundial de rinocerontes unicornios.
Equipados con pequeñas antorchas y fusiles, estos hombres se encuentran en la línea de frente de la lucha contra las redes internacionales de traficantes que por la noche matan animales para vender los cuernos a precio de oro.
Hace unos diez años, India creía poder cantar victoria frente a la caza furtiva en Kaziranga, una zona forestal protegida de 430 km2 en el estado de Assam (nordeste), donde viven 2.500 rinocerontes.
La caza de rinocerontes se ha acelerado en los últimos años debido al alto precio de los cuernos en China y en Vietnam. En lo que va de año murieron unos diez, o sea más del doble que en las mismas fechas de 2006.
“Las redes de cazadores furtivos están mejor organizadas, son más fuertes y más eficaces”, explica Amit Sharma, coordinador especializado en la preservación de rinocerontes para la oenegé WWF India.
Un cuerno puede venderse a 100.000 dólares el kilo, “su valor se ha disparado, y por ello la gente está dispuesta a arriesgar la vida”.
Los guardias se quejan de falta de medios frente a unos cazadores con gafas de visión nocturna y Kalashnikovs.
Muchos grupos guerrilleros del nordeste de India están implicados en este tráfico. El cuerno transita por el estado vecino de Nagaland y por Birmania, camino de China.
En Assam, el rinoceronte es motivo de orgullo y un señuelo para atraer turistas. Por eso la muerte en abril de uno durante la visita del príncipe Guillermo y su esposa en el parque nacional causó estupor.
“Hace unos años había rinocerontes por todas partes”, explica Damayanti Chhetri, un habitante de la zona.
Los guardias estiman que los traficantes no pueden actuar sin apoyo local y desconfían de que algunos habitantes los avisan de las rondas de vigilancia. “Los habitantes conocen cada rincón del parque. Hay mucho dinero en juego. Es un oficio arriesgado, pero aún así lo hacen”, asegura el guardia forestal.
Muerte por tala de madera:
Los guardias forestales están autorizados a disparar a sospechosos en caso de necesidad. En una década han muerto decenas de personas.
La medida es polémica. Los defensores aducen que no se puede entrar en el parque sin permiso. “Si vemos a alguien, podemos abrir fuego sin previo aviso. Presuponemos que es un cazador furtivo”, afirma un guardia, que ha matado a un sospechoso.
Hace dos años Dipen Sawra, un padre de familia de 35 años no regresó a casa. Un guardia forestal le propuso salir a cortar leña a cambio de dinero. Apareció muerto con una herida de bala en la cabeza.
“Eran grandes amigos, (el guardia) solía venir a casa a beber té. Soy viejo, ya no puedo trabajar y no tengo medios para pagar abogados. Perdí lo que tenía de más valioso”, cuenta su padre Vikari Sawra. La familia no ha recibido el resultado de la autopsia y quiere saber qué pasó.
¿Cómplices?
La nueva responsable de los Bosques de Assam, Pramila Rani Brahma, estima que la pobreza alimenta el contrabando y ha ordenado una investigación sobre las acusaciones de complicidad entre los guardas forestales con los cazadores furtivos.
Según el responsable de WWF, las autoridades del parque no son cómplices de los traficantes pero trabajan bajo presión, lo que puede llevarlos a encubrir incidentes. Las condenas escasean y los sospechosos suelen acabar en libertad bajo fianza.
Para remediar la situación, WWF India trabaja con las autoridades en la creación de una base de ADN de rinocerontes, un sistema utilizado ya en Sudáfrica.
“Cada rinoceronte tiene una huella de ADN. En caso de juicio, es muy fácil lograr una condena”, afirma Sharma, aunque para él la prioridad es equipar a los guardias. AFP
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