Diámetro, espesor, ancho… Cada detalle se cuida con precisión en las fichas técnicas proporcionadas a los artesanos: la fabricación de pulseras no dan lugar a la improvisación. Venida de Rio de Janeiro, Ana Suassuna enseña a los haitianos a transformar cuernos de vaca en joyería.
Armada con sus aparatos de medición, la creadora vigila. “Ellos saben trabajar los cuernos mucho mejor que yo”, reconoce la joven en el pequeño taller en el corazón de Puerto Príncipe. “Pero intento enseñarles los procedimientos para que sean más precisos en las dimensiones y en el acabado. Y eso comienza por saber leer una ficha técnica que envía un cliente extranjero”. En medio del ruido de las pequeñas lijadoras, cualquier recurso sirve para hacer entender a los artesanos el valor de un trabajo minucioso. “Es como para (Lionel) Messi: a él le tomó tiempo dominar la pelota para saber cómo impedir que los demás anoten”, les explica Ana Suassuna.
El retrato de la estrella argentina del fútbol está en un afiche de los muros del taller. El argumento hace clic.
Osklen, la marca brasileña que emplea Ana, es una casa en pleno auge en el mundo del lujo. Tiene boutiques en Estados Unidos, Italia y Japón. Su credo: promover una moda ética y responsable.
Así como cerca de otras 30 firmas, Osklen es socia de la Iniciativa de la Moda Ética, un programa nacido en 2009 con el apoyo de las Naciones Unidas y la Organización Mundial del Comercio (OMC).
El objetivo es establecer un vínculo entre los artesanos africanos y haitianos y la industria de la moda, con hincapié en el respeto al medio ambiente y a los derechos de los trabajadores. “El mundo de la moda perdió su alma y olvidó lo que era la base del mercado: esta asociación entre los artesanos”, lamentó el italiano Simone Cipriani, fundador del programa. “Hoy en día, la moda habla el lenguaje del marketing. Tenemos que recuperar nuestra alma”, dijo a la AFP.
No es caridad, es trabajo:
La ex modelo Stella Jean comparte esta visión. Lanzó su primera colección en 2012 con un éxito rotundo que le abrió las puertas del teatro Giorgio Armani para la Semana de la Moda de Milán, en otoño de 2013.
Para la italiano-haitiana de 36 años, era natural asociarse a esta iniciativa. “Aquí no se habla de caridad sino de trabajo, porque la caridad es algo detestable. Enseño a los artesanos, les doy mi punto de vista, estamos creciendo juntos”, consideró.
Además, le toca el corazón promover el país de su madre. “Después del terremoto de 2010, la gente ya no confunde Haití con Tahití y ya nadie me dice que parezco una obra de Gauguin, eso ya es algo…”, bromea. “Pero (Haití) sólo se conoce como un país extremadamente pobre”, cuando bien podría ser visto con otros ojos.
El colapso de una fábrica textil en Bangladesh en 2013, que mató a más de 1.100 obreros, provocó una sacudida en el mundo de la creación. Para la ex modelo, ya es hora de cambiar esta situación. “Hay que volver a apreciar, comprar un poco menos en cantidad, pero un poco más en calidad, saber de dónde vienen las prendas”, pidió.
El deseo de Stella Jean, de Ana Suassuna, de Simone Cipriani y de todos los socios del programa por una moda ética es promover una moda responsable para desarrollar las economías de los países del sur.
En el taller donde trabaja cuernos de res desde hace 32 años, el haitiano André Paul Lafrond recibe con agrado las perspectivas de contrato con creadores extranjeros. “Esto me da trabajo aquí, en mi casa”, dice el artesano. “Algunos no hablan de otra cosa que de abandonar Haití. Pero miren: se puede trabajar y vivir bien en nuestro país”. (EFE)
Debes loguearte para poder agregar comentarios ingresa ahora