Los jesuitas que inspiraron a Jorge Bergoglio, hoy papa Francisco, convirtieron a Paraguay en los siglos XVII y XVIII en el epicentro de un utópico modo de vida comunitario para evangelizar durante 150 años a los indígenas guaraníes.
Las misiones jesuíticas guaraníes fundaron 30 pueblos ubicados en territorios que pertenecen actualmente a Paraguay, Argentina, Uruguay, Brasil, y Bolivia, donde levantaron aldeas capaces de formar una unidad económica independiente y una organización militar para frenar la expansión de Portugal desde Brasil.
“No queremos un imperio dentro del imperio, decían en la monarquía española desde mediados de 1700 cuando empezaron los intentos de expulsión de las misiones en Paraguay”, contó a la AFP el historiador paraguayo Jorge Rubiani.
La primera misión jesuítica guaraní se levantó en 1609 bajo el nombre de San Ignacio Guazú y hasta su expulsión, materializada en 1769, las misiones llegaron a cobijar a unos 150.000 nativos.
Los indígenas eran entrenados para convertirse en magníficos escultores, pintores, orfebres, músicos, arquitectos o ingenieros, pero también para manejar las armas y defenderse de la esclavitud que imponían los “bandeirantes” desde Brasil.
“Hubo 1.500 jesuitas en Paraguay en esos 150 años”, indicó el padre español Antonio Betancort, párroco de la misión de San Ignacio, con 40 años de residencia en Paraguay. “Fue una experiencia de vida cristiana con su compromiso civil, no una experiencia sociopolítica o económica”, afirmó.
La lucha de los jesuitas en este lugar del mundo inspiró en 1986 la película británica “La Misión”, dirigida por Roland Joffé, donde Robert De Niro y Jeremy Irons recrean episodios de la vida del misionero jesuita peruano Antonio Ruiz de Montoya, con parajes como las cataratas del Iguazú como telón de fondo.
El legado en la región de los seguidores de San Ignacio de Loyola es culturalmente diverso.
En San Cosme y Damián, 50 km al sur de la capital paraguaya, se reconstruyó con fondos alemanes un gigantesco templo, que los domingos albergaba a unos 4.000 indígenas en los oficios litúrgicos.
Existe además un planetario construido por el astrónomo jesuita español Buenaventura Suárez en el siglo XVIII. El científico empleó cristales de cuarzo extraídos de las orillas rocosas del caudaloso río Paraná para confeccionar los lentes de su telescopio.
En 1767 el rey español Carlos III, siguiendo los pasos de Portugal -en 1759- y de Francia -en 1762-, ordenó la expulsión de los jesuitas de todos los dominios de la corona de España, incluyendo los de América, lo que afectó a más de 6.000 religiosos.
La monarquía también decretó la incautación del patrimonio de la Compañía de Jesús.
Con la expulsión de los jesuitas de Paraguay, de aquel ensayo que apasionó al mundo “sólo quedaron las ruinas en medio del bosque y las obras de arte dispersas en los museos del mundo”, dijo Betancort.
Los jesuitas como congregación empezaron a volver a Sudamérica hacia mediados de 1900. “Hay una enorme cantidad de piezas jesuíticas dispersas por los campos del sur del Paraguay. Ojalá algún día podamos reunir todas estas valiosas piezas”, subrayó el historiador Jorge Rubiani. (AFP)
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