El cambio climático es lo último en lo que piensa Maya Puspita Sari cuando come carne y helados, un lujo para millones de indonesios hasta hace poco. Pero la explosión del consumo en Asia es una muy mala noticia para el planeta.
La nueva clase media asiática se desarrolla rápidamente y consume productos de origen animal como nunca lo había hecho debido al aumento de los ingresos y al cambio de los hábitos alimentarios. No sólo en China e India, sino también en Indonesia.
Las grandes ciudades como Yakarta, la capital indonesia donde vive Sari, cuentan con una amplia oferta de productos agrícolas que antes apenas se consumían fuera de las grandes fiestas religiosas.
Sari creció en una aldea y en su niñez sólo comía carne roja una o dos veces por año. “Ahora la carne ya no es un lujo (…) En Yakarta hay todo tipo de helados, yogures y otros productos lácteos. Es maravilloso”..
Christabelle Adeline Palar, de 25 años, casi no recuerda haber comido carne de niña. Ahora “toca siempre carne, salvo los días en que debo ahorrar”, explica.
Una buena noticia para las clases medias del país, pero no tanto para el planeta.
El sector ganadero representa actualmente el 14,5% de las emisiones de gases de efecto invernadero, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), o sea más que los emitidos por el transporte.
Los rumiantes emiten gran cantidad de metano, un gas procedente de las flatulencias de los bovinos, más de 20 veces más potente que el dióxido de carbono. El estiércol y los fertilizantes emiten por su parte protóxido de nitrógeno, otro gas de efecto invernadero. Estas emisiones aumentarán considerablemente con el aumento del consumo de carne y de productos lácteos, que según la FAO, se disparará 76% y 65% respectivamente antes de 2050.
Los 250 millones de indonesios comen menos carne que sus vecinos asiáticos. Pero según el centro de estudios londinense Chatham House, Indonesia figurará, antes de 2021, entre los países con el mayor aumento en el consumo de carne de vaca, pollo y cerdo.
El potencial del mercado lácteo en la principal economía del sudeste asiático también es “enorme”, añade la Asociación indonesia de productores de leche.
“Nuestra familia sólo tenía una veintena de vacas cuando vinimos aquí, ahora son 70”, cuenta Rahmat, un productor de leche de las afueras de Yakarta.
Deforestación:
El aumento del consumo de carne también tendrá efectos indirectos nocivos: más ganado significa más explotaciones agrícolas y por tanto más deforestación, ya considerable en el país por la demanda de aceite de palma, papel y arroz. De esta manera Indonesia se priva y priva al planeta de unos árboles que captan el CO2 de la atmósfera.
Este año, la quema ilegal de pastos y de bosques para extender las plantaciones provocó humaredas que se extendieron a varios países del sudeste asiático, emitiendo algunos días más gases de efecto invernadero que toda la actividad económica de Estados Unidos.
En un informe publicado el año pasado, Chatham House estimó que el cambio de los hábitos alimentarios es fundamental para limitar a un máximo de 2 grados centígrados el aumento de la temperatura global respecto a la de la era preindustrial.
Este es el tope fijado por la comunidad internacional porque más allá de él los científicos estiman que el mundo se expone a un cambio radical en las especies y el nivel de los mares y, por encima de todo, existe un riesgo de reacciones en cadena. AFP
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