La federación italiana de apicultores y los carabineros utilizan las abejas para medir la contaminación del aire en Roma, un proyecto piloto que podría extenderse a numerosas ciudades del país.
Gracias a colmenas instaladas en lugares estratégicos de la Ciudad Eterna, las abejas actúan como bioindicadores de la polución ya que aportan datos importantes para medir el estado del medio ambiente.
El proyecto comenzó con la instalación de quince pequeñas colmenas en un terrado de la sede de la Federación Italiana de Apicultores (FAI).
Es una colmena urbana experimental que se utiliza para recopilar datos de interés científico. Aquí hay una gran disponibilidad de flores para las abejas: Raffaele Cirone, presidente de FAI.
Con la ayuda de las abejas, que absorben una serie de elementos indicadores del estado del medio ambiente, se va a elaborar “un mapa de la biodiversidad vegetal” de Roma, capital que cuenta con una de las mayores zonas verdes de Europa.
Los apicultores aprovechan también para “estudiar los efectos indeseables de estar en el centro de una gran ciudad” y miden el nivel de las partículas finas (PM10 y 2,5), de metales pesados y la presencia de los temidos microplásticos.
“Estudiamos todos estos parámetros para ver si junto a la riqueza de flores también se detecta la presencia de residuos nocivos”, explica Cirone.
Algunas sustancias se impregnan en el polen y hasta en la miel, por lo que los estudios resultan claves para combatir la contaminación.
A 30 metros de altura, a pocos pasos de las colmenas, una serie de instrumentos científicos miden las partículas finas en el aire. “Los estudiosos determinarán los movimientos de las partículas, y medirán si ascienden del suelo y si luego vuelven a bajar”, explica el apicultor.
Estudios multidisciplinarios
Con esos datos, los científicos podrán comparar y medir las partículas presentes en la miel producida en las colmenas, entre otros estudios.
“Recolectamos periódicamente la miel de la colmena que será sometida luego a análisis muy especializados”, explicó. Para ello, en el proyecto participan varias instituciones, especialmente aquellas especializadas en el estudio de metales pesados y partículas finas.
Una red de una docena de colmenas instaladas en el centro de la ciudad utilizará las mismas técnicas y el primer resultado se deberá conocer a finales del año.
En la sede del cuerpo de carabineros encargado del medio ambiente surgió el laboratorio “Número Uno”, es decir el primer apiario experimental. El “Número Cero” se encuentra en la sede de FAI y fue creado en 1980.
El general Davide De Laurentis, que dirige el cuerpo de guardabosques de los carabineros, ilustró el proyecto que tiene como objetivo instalar más de 20 colmenas para el monitoreo biológico ambiental de Roma. Serán “las abejas centinelas de la naturaleza”, afirma.
No se excluye que otros colmenares experimentales de la ciudad se unan a la red para aportar datos preciosos. Bajo el nombre de “Abeja en la ciudad”, el sistema podría ser aplicado en otras ciudades italianas.
El proyecto incluye también cursos de formación en las escuelas para acercar a los habitantes a las abejas y a las colmenas, consideradas verdaderas centrales de monitoreo, gracias a las cerca de 50.000 abejas que contienen.
Las abejas además juegan un papel importante en el ecosistema, ya que como insecto polinizador es crucial para la reproducción de muchos vegetales y para mantener la biodiversidad.
En los últimos años se ha producido un preocupante descenso del número de estos insectos en Europa, con una mortandad masiva que inquieta a la comunidad científica y a los apicultores.
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