¿El fútbol puede alimentar el alma? Para los apasionados por el fútbol y la filosofía, la tumba de Immanuel Kant en Kaliningrado se ha convertido durante el Mundial-2018 en un ágora para todo tipo de disertaciones, entre el estilo de juego ideal a las derivas del fútbol como negocio.
Es lo que le ocurre a una pareja de Krasnodar, de visita por primera vez en el enclave ruso en el Báltico entre Polonia y Lituania, o a dos estudiantes surcoreanas hinchas de España, que se fotografían en un ‘selfi’ delante de la austera tumba donde descansan los restos del célebre pensador, en una ciudad escenario de cuatro de los partidos del Mundial.
“Sé únicamente que es un filósofo”, admite la esposa de la pareja de Krasnodar. “De nacionalidad alemana”, apunta su marido. ¿Y cómo resumir su pensamiento? “Es difícil de entender”, admite entre risas Yuri Kim, surcoreana de 19 años, que estudia Física.
Para muchos puede sorprender que uno de los mayores pensadores del Siglo de las Luces terminara enterrado en Rusia.
Kant (1724-1804) pasó toda su vida en Königsberg, la que fuera ciudad prusiana fundada en 1255, que fue anexionada 700 años más tarde por la Unión Soviética después de la Segunda Guerra Mundial y rebautizada como Kaliningrado en honor a un peso pesado del régimen soviético.
Sócrates, la gran referencia:
“No sabía que (Kant) había vivido aquí, así que decidí seguir sus huellas. Si vienes aquí únicamente por el fútbol, eso no es muy interesante. El objetivo es disfrutar de la belleza cultural del país. He hecho fotos para decir que en Kalingrado hay fútbol y filosofía”, afirma Sofiane, de 33 años, aficionado de Marruecos.
De manera general, ¿qué se puede pensar cuándo se asocian dos conceptos en principio tan diferentes como el fútbol y la filosofía? La primera referencia clara es el célebre ‘sketch’ de los Monty Phyton de 1972 en el que se organiza un partido de fútbol entre filósofos, enfrentando al ‘Dream Team’ alemán de Kant -con Karl Marx como suplente- a la Grecia clásica de Platón y Aristóteles.
Durante casi 90 minutos, los dos equipos dejan pasar el tiempo filosofando y dejando el balón en el círculo central… hasta el “¡Eureka!” de Arquímedes, que comprende por fin que para ganar hay que golpear el balón con el pie. Victoria griega por 1-0.
Para los aficionados al fútbol, la figura imprescindible sigue siendo la del mítico jugador brasileño con nombre de filósofo griego: Sócrates, médico de formación y un genio del balón, que supo instaurar en plena dictadura en Brasil (1964-1985) la “democracia corinthiana”. En ese sistema inédito, cada decisión de la vida del Corinthians se sometía al voto de los jugadores, desde el color de las camisetas a las contrataciones.
¿Un reflejo de la sociedad?:
“Mi padre, originario de un entorno pobre del noreste de Brasil, era un autodidacta. Cuando mi hermano nació era durante su periodo de filósofos griegos. Estaba tan apasionado por el tema que le dio el nombre de Sócrates, uno de sus ídolos junto a Sófocles”, cuenta Raí, campeón del mundo en 1994 con la Seleçao y hermano pequeño del legendario jugador.
¿Estaba predestinado a convertirse en un filósofo con un nombre así?
“Exactamente, creo que era el objetivo de mi padre”, afirma el exnúmero 10 del París Saint-Germain, convencido de que tuvo “un gran impacto en el destino” de su hermano ya que “al menos tuvo que preocuparse por el origen de su nombre”.
“Cuando llegó al Corinthians, en un momento en el que tenía ya interés por los temas filosóficos, sociales y políticos, se dio cuenta de que podía utilizar el poder de ser un ídolo para poner en pie ideas y tratar de cambiar el destino del país”, explica Raí.
Treinta años más tarde, ¿qué queda de la herencia de Sócrates? “Desgraciadamente el fútbol es cada vez menos romántico y filosófico, cada vez está más centrado en el negocio y el pragmatismo”, lamenta Younes Mikael, de 40 años e hincha francés, que ha acudido a ver la tumba de Kant como un “guiño” personal al filósofo.
“Para mí, el fútbol es el reflejo de la sociedad. Un jugador millonario tiene el mismo comportamiento que otro millonario”, estima Raí.
El debate está en cualquier caso abierto, algo que ya haría disfrutar al propio Kant.
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