Por: Julia Bucknall y James Close.
El año pasado, más de 100 países incorporaron medidas relacionadas con el cambio del uso del suelo y los bosques en sus contribuciones determinadas a nivel nacional para combatir el cambio climático.
En el Banco Mundial, estamos entusiasmados de participar en la siguiente fase de las medidas que se adopten en el sector forestal. En abril de 2016, dimos a conocer tanto un Plan de Acción Forestal como un Plan de Acción sobre el Cambio Climático que tienen un enfoque más holístico y ambicioso acerca de los bosques.
Propusimos poner énfasis en inversiones dirigidas a la gestión forestal sostenible y la restauración de los bosques para aumentar las oportunidades económicas de la personas que viven en las zonas forestales y cerca de ellas, y también para ayudar a los países a planificar sus inversiones, en sectores como la agricultura, la energía y el transporte, de una manera más meditada e inteligente en relación con los bosques con el fin de maximizar los beneficios de sus activos forestales.
Desde entonces, hemos avanzado en el desarrollo de algunas herramientas financieras y analíticas que nos pueden ayudar a responder mejor a las necesidades de nuestros clientes. Estamos elaborando notas sobre los recursos forestales a nivel nacional en las cuales se proporcionarán datos e información acerca de la situación, las oportunidades y los problemas en el sector forestal, y se presentará nuestra oferta de inversión, como Grupo Banco Mundial, para asistir a los países en la optimización de la función que tienen los bosques para alcanzar sus aspiraciones. En particular, los datos geoespaciales proporcionados por los organismos espaciales y más accesibles gracias a aplicaciones como Global Forest Watch del Instituto de Recursos Mundiales tienen el potencial de mejorar de modo considerable la manera en que cuidamos colectivamente de los bosques.
A través de estudios analíticos, estamos aumentando nuestra comprensión de las soluciones de compromiso y las sinergias existentes entre los bosques y sectores como la agricultura, la minería, la energía, la gestión del riesgo de desastres, el comercio y la competitividad, y el transporte. En la República del Congo, por ejemplo, una hoja de ruta sobre la planificación del uso del suelo, (PDF, en inglés) recientemente finalizada y apoyada por el Programa sobre los Bosques, ayudará al país a equilibrar el desarrollo de la minería y la conservación de los bosques en favor de mejores resultados generales en materia de desarrollo.
En la vecina República Democrática del Congo, hemos desarrollado una nueva herramienta para evaluar los riesgos ambientales de corto y largo plazo en la construcción de caminos —con frecuencia un importante factor de deforestación— para encaminar las inversiones en una senda más beneficiosa para los bosques.
Gracias en parte a nuevos compromisos de financiamiento, continuamos ayudando a más de 50 países a preparar planes de reducción de las emisiones debidas a la deforestación y la degradación forestal (REDD+); 19 países elaboran programas de reducción de las emisiones en gran escala con el potencial de recibir pagos basados en resultados. (Este año, Costa Rica y la República Democrática del Congo son los primeros dos países en camino de firmar acuerdos según los cuales podrán recibir pagos por reducir las emisiones y de ese modo conservar los bosques tropicales a una mayor escala. Los pagos serán realizados por el Fondo Cooperativo para el Carbono de los Bosques).
Estamos llevando a cabo un esfuerzo concertado para simplificar distintos instrumentos financieros a nivel nacional. Luego de años de innovaciones y pruebas experimentales de sistemas de pagos de servicios ambientales, incluidos esquemas de REDD+, es hora de reunir diferentes aspectos y formular programas nacionales a gran escala coherentes.
En México, por ejemplo, un programa sobre los bosques y el cambio climático moviliza casi USD 500 millones provenientes de diferentes tipos de financiamiento del Banco Mundial para ayudar a las comunidades rurales a gestionar sus bosques de manera sostenible; fomentar la organización social; generar ingresos a partir de los productos y servicios forestales, y reducir las emisiones relacionadas con la deforestación y la degradación forestal. El programa abarcará una cifra sin precedentes de 30 millones de hectáreas, y más de 3000 comunidades y ejidos en todo el país.
Por último, pero no por ello menos importante, estamos invirtiendo en las personas más importantes cuando se trata de la gestión sostenible de los bosques: las comunidades que habitan en los bosques y los pueblos indígenas. Una parte considerable de la cartera del Banco que se relaciona con los bosques apoya reformas a la tenencia de las tierras forestales, entre ellas el fomento de zonas boscosas comunitarias.
En la última década, el Banco financió proyectos que han ayudado a que más de 74 millones de hectáreas de bosques sean gestionadas de manera participativa o por las comunidades. Además, estamos fortaleciendo la capacidad de participación de las organizaciones de los pueblos indígenas en esfuerzos para reducir la deforestación y la degradación forestal, mediante el Mecanismo de Donaciones Específico para Pueblos Indígenas y Comunidades Locales por un monto de USD 80 millones que se ejecuta en 14 países.
El impulso es evidente —incluye desde la sociedad civil que usa datos para vigilar los recursos forestales, a las empresas privadas que prestan atención al impacto de sus cadenas de suministro, y los Gobiernos que dan prioridad a la “infraestructura natural” como los bosques—, y nos enorgullece ser parte de este movimiento en favor de los bosques.
Nota publicada en Voces, Perspectivas del desarrollo del Banco Mundial, reproducida en PCNPost con autorización
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