La Reserva Federal debilitada

Por: Robert J. Samuelson.

WASHINGTON – Estamos en un momento de preocupación para la Reserva Federal, el banco central de Estados Unidos. Rodeada de críticos de izquierda y de derecha, apenas si puede hacer nada sin que la denuncien o cuestionen. La semana pasada, la Fed decidió no elevar la tasa de sus “fondos federales”, acción que fue elogiada por algunos economistas pero que fue saludada con pronunciadas caídas en los precios de la Bolsa. Ese hecho capta la precaria posición de la Fed: apoyada por algunos, despreciada por otros.

En la década pasada, se produjo un profundo viraje en su reputación pública. Antes de la crisis financiera de 2008-9, la Fed disfrutó de enorme prestigio y libertad de acción. Todo lo que la Fed debía hacer, parecía, era dar pequeños toques a las tasas de interés a corto plazo para que las expansiones siguieran siendo largas y las recesiones cortas. Lo que ahora está claro es que exageramos enormemente los poderes de la Fed para administrar la economía.

Desde 2008, la Fed no sólo mantuvo las tasas de interés a corto plazo cerca de cero, sino que también echó unos 4 billones de dólares a la economía mediante la compra de títulos del Tesoro de Estados Unidos y bonos de hipotecas (la llamada “facilitación cuantitativa”, o QE, por sus siglas en inglés). Esas políticas casi con certeza ayudaron a la economía, pero el alcance de la ayuda no está claro y está sujeto a desacuerdos legítimos. Independientemente de eso, la recuperación ha sido lenta y frustrante.

La reputación de la Fed sufrió. Cada vez más se olvida el éxito que tuvo en 2008 y 2009, cuando impidió que se produjera otra Gran Depresión actuando como “entidad crediticia de último recurso” para el sistema financiero. En cambio, las políticas de la Fed se identifican erróneamente como parte del problema y se las considera aptas para una reorganización. Los resultados podrían ser contraproducentes, como escribe el experimentado observador de la Fed, John M. Berry (que cubrió la Fed para el Washington Post y otros medios) en la revista The International Economy:

“Bajo el rubro ‘reforma de la Fed’ [los críticos] quieren despojarla de algunos de los poderes clave que el banco central utilizó, primero, para impedir que Estados Unidos cayera en una depresión … y, segundo, para reforzar la lenta recuperación en los pasados seis años.”

Berry cita dos ejemplos. Algunos republicanos del Congreso favorecen propuestas que requieren que la Reserva Federal establezca políticas monetarias de acuerdo a una regla o fórmula. Las tasas de interés a corto plazo se establecerían más o menos automáticamente. Una regla predecible, sostienen, reforzaría la confianza, al limitar la incertidumbre económica. Pero tal como alega Berry, las condiciones económicas cambian con demasiada irregularidad para justificar una regla rígida. En 2008, una regla podría haber atado las manos de la Fed para responder a la crisis financiera. La principal fuente de incertidumbre económica, hoy en día, no es la política de la Fed sino la conducta del sector privado-consumidores y empresas.

El segundo ejemplo de Berry proviene de legislación propuesta por la senadora demócrata, Elizabeth Warren, de Massachusetts y el senador republicano, David Vitter, de Louisiana. Impondría nuevos requisitos para la Fed antes de poder otorgar préstamos a instituciones financieras. El objetivo sería impedir “rescates por la puerta de atrás”. Pero en la práctica, sostiene el ex presidente de la Fed, Ben Bernanke en su blog, sería coartar la capacidad de la Fed de impedir pánicos bancarios. Podrían seguir más crisis financieras.

La Fed tiene cada vez menos amigos. La perezosa recuperación la convirtió en un chivo expiatorio. Lo que deberíamos haber aprendido es que sus poderes, aunque considerables, son limitados. Los años de crédito ultra fácil no desencadenaron el crecimiento económico más veloz que la mayoría de los norteamericanos desea. Incluso con la economía casi a “pleno empleo” (la tasa de desempleo de agosto fue del 5,1 por ciento), el estándar de vida apenas si se mueve.

Hay explicaciones de este fenómeno. Una de ellas es que la crisis financiera y la Gran Recesión traumatizaron tanto a los consumidores y las empresas que han frenado sus gastos y no quieren correr riesgos. Si eso es cierto, el efecto probablemente se desvanezca con el tiempo. A medida que las deudas disminuyan y los ahorros se acumulen, las empresas y las familias se sentirán más seguras. Una segunda explicación es más deprimente. Sugiere que el dinamismo de la economía norteamericana declinó. Si eso es cierto, los avances en el estándar de vida serán más lentos que en el pasado.

Pero la Fed no puede resolver ninguno de esos problemas. Como mucho, puede hacer una modesta contribución promoviendo la estabilidad económica y asegurando que la inflación alta no vuelva. Sería trágico si la decepción creada por la recuperación lenta condujera a restricciones sobre la Fed que, aunque populares ahora, nos volverían más vulnerables a crisis económicas y financieras posteriores.


 

© 2015, The Washington Post Writers Group


 

Eccles Building, situado en la “Avenida de la Constitución” en Washington, DC. Foto: Dan Smith. CC BY-SA 2.5


 

 

 

 

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