Por: Robert J. Samuelson.
WASHINGTON – Un interrogante económico central en nuestra época cuestiona si las políticas de recuperación emprendidas tras la última crisis financiera no están creando la base para la próxima crisis. Tenemos ahora dos informes de dos grupos acreditados que sugieren justamente eso.
El primero proviene del Banco de Pagos Internacionales (BPI), que fue creado en 1930 para manejar los pagos de reparaciones de la Primera Guerra Mundial—reparaciones que pronto se cancelaron. El BPI es ahora un importante centro de investigaciones y estadísticas económicas. Recientemente, actuó como la oposición leal a las políticas de dinero fácil adoptadas por Estados Unidos, Europa, Japón y otros países. Su informe anual, que acaba de publicarse, continúa su disenso.
La crítica del BPI es la siguiente. Las tasas bajas de interés sostuvieron la recuperación, pero el sostén es frágil. La economía descansa demasiado sobre la deuda, que no puede incrementar indefinidamente, y los precios artificiales de diversos títulos (acciones, viviendas, bonos) quizás algún día caigan de sus niveles poco realistas. Una nueva crisis podría ser severa, porque los gobiernos ya desplegaron sus herramientas anti-recesión estándar: crédito barato y grandes déficits.
El punto más interesante es que una nueva recesión o crisis financiera podría originarse en países de “mercados emergentes”: China, Brasil, India, Turquía y demás. Aunque en Estados Unidos se han pagado las deudas, lo opuesto ha ocurrido en algunos países emergentes, expresa el BPI. Las empresas privadas incurrieron en préstamos en dólares por un valor de 3 billones de dólares, incluso cuando su “capacidad de servir la deuda se ha deteriorado.” ¿Habrá incumplimiento de pagos?
Las acciones sobre-valoradas constituyen otra amenaza. China es un ejemplo. Su índice de acciones de Shanghai aumentó un asombrosos 125 por ciento desde mediados de 2014 a fines de mayo de 2015—un salto ampliamente atribuido a la especulación (y que ahora se está revirtiendo parcialmente). Los países de mercados emergentes constituyen alrededor de la mitad de la economía mundial, mientras que a fines de los años 90 constituían un tercio, por lo que cualquier revés podría propagarse a los países avanzados. Las exportaciones más débiles podrían ser un canal; las pérdidas de inversores internacionalmente diversificados sería otro.
La segunda advertencia viene de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), un grupo de 34 países en su mayoría ricos. En un nuevo estudio, la OCDE advierte que “las tasas de interés bajas amenazan la solvencia de los fondos de pensión y de las compañías de seguros.” El problema es que las tasas de interés bajas no anticipadas de la actualidad quizás no sean suficientemente altas para pagar los beneficios prometidos a los jubilados.
No todas las pensiones de pólizas de seguro de vida son vulnerables. Las principales amenazas involucran pensiones de “beneficio-definido” y rentas vitalicias aseguradas. Aún así, estos dos grupos son enormes. En 2013, las compañías de seguros de Estados Unidos tenían 3,3 billones de dólares en reservas para respaldar rentas vitalicias, según la American Council of Life Insurers. Las pensiones de beneficio definido tenían 2,7 billones de dólares en reservas en 2013, informa la revista Pensions & Investments.
Al prometer pagar cantidades fijas, los planes de beneficios definidos y de rentas vitalicias ofrecen seguridad. Lamentablemente, las garantías se dieron cuando las tasas de interés eran más altas y casi nadie imaginó que serían tan bajas como lo son—y permanecerían así de bajas. Algunos planes y compañías de seguros podrían no poder cumplir con sus garantías. Los que es peor: dice la OCDE, algunos podrían intentar fortalecer el rendimiento cambiando a inversiones de mayor riesgo. Las apuestas malas podrían llevar a la insolvencia. Peligros similares acosan a las pensiones y rentas vitalicias en otros países avanzados.
La mayoría de las crisis financieras son sorpresas. Si se hubieran anticipado, es posible que se hubieran podido impedir. El hecho de que se esté hablando ahora de estos peligros sugiere que, aunque puedan causar problemas, no desencadenarán un pánico parecido al colapso de Lehman Brothers en 2008. (La misma lógica, a propósito, se aplica al posible incumplimiento de pagos de Grecia. Se ha debatido y analizado tanto que los efectos secundarios fuera de Grecia probablemente sean limitados.)
“Las tasas de interés nunca estuvieron tan bajas durante tanto tiempo,” dice el informe del BPI. “Sin embargo, por más excepcional que pueda parecer esta situación, muchos esperan que continúe. Hay algo profundamente perturbador cuando lo impensable amenaza con convertirse en rutina.”
El problema con ese análisis no es que sea incorrecto sino que sugiere una pregunta práctica: ¿Cuál es la alternativa a las tasas de interés bajas? Es difícil alegar (y el BPI no lo hace) que la débil recuperación global hubiera sido más fuerte si las tasas de interés hubieran sido más altas.
Pero es también verdad que las persistentes tasas bajas puedan ser desestabilizadoras. El capital global es móvil. Los inversores con cientos de miles de millones buscan afanosamente en todo el mundo para encontrar leves diferencias en el rendimiento. Esos masivos flujos de fondos hacia adentro y hacia fuera pueden generar auges y caídas. Si la Reserva Federal aumenta las tasas de interés, ¿podrían sus efectos afectar otras economías?
“Hay gran incertidumbre sobre la forma en que funciona la economía”, dice el BPI. Ese comentario es algo más que una frase dicha al pasar. La ignorancia socava la confianza y la duda dificulta una recuperación vigorosa.
2015, The Washington Post Writers Group
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