Por: Francisco Manrique
La época de las elecciones, y la discusión sobre el proceso de paz en la Habana, sacó del radar otros temas muy importantes de la agenda pública nacional, como es el caso del futuro de Bogotá. Periódicamente y de manera tímida, los medios nos recuerdan las incongruencias en el manejo de nuestra ciudad, por parte de la actual administración. Pero rápidamente vienen otros temas que distraen la atención y la gente se olvida.
Tengo varias preocupaciones que quiero compartir con mis lectores de este blog. Algunas de ellas tienen que ver con el pasado reciente, otras con el presente, pero sobre todo las más importantes tienen que ver sobre el futuro de nuestra ciudad.
Comencemos por las preocupaciones del pasado. Varias de ellas tienen que ver con el lamentable funcionamiento del sistema de justicia del cual depende que, el panorama de la gobernabilidad de la ciudad, se despeje o se enturbie más. Otras tienen que ver con las consecuencias políticas de la elección de Santos, para su segundo mandato. Y finalmente, está la indiferencia ciudadana que mantiene adormecida, a más de 7 millones de habitantes de la principal ciudad de nuestro país.
Antes de entrar en la época electoral en el mes de marzo, la situación jurídica del alcalde Petro era insostenible. El Concejo de Estado había fallado en contra de las tutelas interpuestas por sus seguidores, hábilmente orquestadas por un grupo de abogados que habían utilizado todas las argucias posibles para impedir su destitución. Pero también, se había convocado a una votación para la revocatoria, fecha que fue corrida dos veces. Este proceso había sido promovido por el ex congresista Miguel Gómez, quien en solitario y de manera valiente, se enfrentó a la maquinaria aceitada del alcalde y a la indiferencia ciudadana.
Han pasado seis meses y hoy no hay ningún pronunciamiento del Concejo de Estado sobre la suspensión de la salida de Petro de la Alcaldía de Bogotá. No hay razón ni chica ni grande sobre este tema tan importante para la ciudad. Y de la votación de la revocatoria, ni se volvió a hablar !!!. Ambos temas se desaparecieron de la agenda pública como por arte de magia. Hasta el mago Borgia estaría orgulloso de semejante acto de prestidigitación.
Otro tema que va a paso de tortuga es la situación jurídica de los Moreno, personajes siniestros que saquearon a Bogota. Aquí la Fiscalía parecería que no existiera, como si hubiera algún trató para dilatar al infinito, el caso de corrupción más grande de la historia de la ciudad. ¿Qué hay detrás de este caso que se quiere tapar?.
Ayer se conoció el fallo en contra de Petro, algunos de sus subalternos y la EEAB. A nivel individual, a los responsables cercanos a la decisión, incluyendo al Alcalde, les impusieron unas multas superior a mil millones de pesos. Pero el tema más preocupante, es que las empresas del distrito que fueron metidas por el capricho del burgomaestre en el problema del manejo de las basuras, el golpe es de 81.000 millones de pesos!!!. Y aquí me surgen dos preguntas: ¿porqué tenemos los bogotanos que pagar por los desmadres de esta administración?..¿y en qué queda la destitución de la Procuraduría dado que las Altas cortes ya se pronunciaron favorablemente en relación a la competencia que esta entidad tiene en estos tema?..
Y aquí viene mi segunda preocupación. Durante los días en que Petro tuvo que abandonar la Alcaldía, el Presidente nombró en su remplazo a Rafael Pardo. Para Santos, esta situación era una papa caliente ad portas de un proceso electoral, que ya pintaba bien complejo. Por los anuncios que Pardo hizo con relación a decisiones de fondo sobre la ciudad, es probable que el Gobierno Nacional estuviera haciendo cálculos de tiempo y de oportunidad mientras se convocaba a una elección para remplazar a Petro. Sin embargo estos supuestos se derrumbaron, ¿qué pasó?
De nuevo, el mago Borgia se volvería a sentir asombrado por otro acto de magia política y jurídica. Un juez de temas ambientales, resolvió mandarle otro salvavidas a Petro. Se suspende el proceso de destitución ordenado por el Concejo de Estado y nuestro amigo el alcalde regresa al Palacio de Lievano. Y como es un astuto político, se dio cuenta que la reelección de Santos estaba embolatada y podía sacarle el máximo provecho político a la situación.
En efecto, Santos pierde la primera vuela con Zuloaga, quien obtiene unos resultados muy favorables en Bogota. Y esta era la oportunidad que necesitaba Petro para atornillarse a la alcaldía. Si Santos quería ser reelegido, necesitaba a Bogotá, vale decir a Petro, al Polo, a los Verdes, y hasta el gato que se quisiera subir al bus de la paz. Veo al Alcalde y a sus acólitos, frotándose las manos ante semejante papayaso, que el caótico panorama político nacional les había brindado.
Este era el momento que Petro estaba esperando. Pasar de ser un condenado por la Procuraduría al ostracismo político por muchos años, a ser el salvador de Santos. Ni con la imaginación más virulenta, se hubiera logrado un final mas rebuscado.
Para Petro, esta coyuntura fue el pretexto perfecto para dar la voltereta que dio y salvar su puesto. Pudo mas el oportunismo político que sus diferencias ideológicas con Santos. Dicho y hecho: mas de una decena de funcionarios importantes de su Administración renunciaron para dedicarse a hacerle campaña a la reelección. Su aporte, difícil de cuantificar, ya que no fue el único, tuvo que ayudar para doblar los votos por Santos en la segunda vuelta en Bogotá. Esa era la factura que Petro necesitaba para su futuro político.
Aquí viene mi gran preocupación. No me cabe la menor duda que hubo un acuerdo entre Petro y Santos con la consigna coloquial de “hagámonos pasito”. En términos pragmáticos significa: “usted no se mete conmigo ni yo con usted. Yo le ayudo a mover la votación de Bogotá y usted me ayuda a quedarme en la Alcadia de la ciudad”.
Y para que el tema tuviera un presentación medianamente decorosa ante la opinión pública, en una campaña donde esta palabra brillo por su ausencia, Santos y Petro se pusieron de acuerdo en utilizar la defensa del proceso de la Habana, para justificar tamaña voltereta. Era una buena presentación para dejar a un lado sus diferencias pasadas en aras de la paz. Pero la verdad del asunto era otra: ambos aprovecharon la coyuntura política en función de sus agendas individuales. Ayudarse mutuamente era la apuesta inteligente para que ambos pudieran salvar su futuro político. Y a juzgar por los resultados, tuvieron razón.
Definitivamente para ser político se necesita una piel bien gruesa y no tener rubor. Lo sucedido en Bogotá es un excelente ejemplo de “realpolitick” El fin justifica los medios, no importa si para conseguir la reelección se llevaron de cachos a la ciudad de Bogotá. En mi concepto, ese es el precio que Santos pagó, para lograr su segundo mandato. Y como en el mundo actual, el tiempo no perdona, dos años más de Petro, van a ser funestos para la ciudad.
Y lo serán, si para rematar, Petro puede ser premiado con uno o dos años más de gobierno, si se aprueba la propuesta de Santos de acabar con la reelección a cambio de ampliar el periodo de los alcaldes y gobernadores a cinco o seis años. Con esta posibilidad Petro hizo moñona doble y la ciudad perdió !!!.
Y el segundo punto del pasado, que también lo es del presente, tiene que ver con la indiferencia ciudadana. Todo lo anterior ha sucedido sin que nadie levanté un dedo para protestar !!!. Pero todavía el tema es más aberrante cuando al costal de vergüenzas se le suman los problemas que Petro, no ha logrado abordar. En un segundo blog, voy a abordar sólo uno de ellos,: la INmovilidad .
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