Por: Robert J. Samuelson.
WASHINGTON – El ataque contra la Fed —críticas estridentes de la Reserva Federal— está de nuevo de moda, con una vuelta de tuerca. Tradicionalmente, era un deporte liberal. Cuando la Fed aumentaba las tasas de interés, los liberales la atacaban por elevar el desempleo y oprimir a las pequeñas empresas. Las críticas liberales de la Fed menguaron en los años 80 y 90, cuando las tasas de interés y la inflación disminuyeron. La crisis financiera provocó un renacimiento de la críticas, en las que se vilipendió a la Fed como una lacayo de Wall Street. Eso también se fue desvaneciendo a medida que la economía mejoró.
En cambio, las críticas de la derecha contra la Fed van en aumento. Cuando Janet Yellen, presidenta de la Fed, testificó recientemente frente al Congreso, su recepción fue, en general, hostil. Un congresista republicano la acusó de reunirse secretamente con el secretario del Tesoro, caracterizando esos encuentros como un complot partidista. En realidad, los encuentros se remontan, por lo menos, al gobierno de Kennedy. Las charlas generalmente excluyen las políticas monetarias (el cambio de las tasas de interés), donde la jurisdicción de la Fed es suprema.
Es interesante que la desconfianza de los conservadores sobre la Fed no parece reflejar un desacuerdo fundamental sobre política monetaria. Por supuesto, hay diferencias. Probablemente un número mayor de conservadores que de liberales piensa que la Fed debería terminar rápidamente con la política de tasas de interés a cero, pero la disputa se refiere más al momento adecuado que a la dirección. Casi todo el mundo piensa que la dirección debe ser ascendente.
La economía actual también reduce las críticas de la Fed. Se le echa la culpa a la Fed, y a muchos otros, de la crisis financiera, y con razón; pero las políticas posteriores han contribuido a una recuperación constante, aunque no espectacular. Prácticamente no hay inflación (impulsado por los precios de la gasolina, el índice de precios al consumidor cayó un 0,1 por ciento el año pasado). Desde su punto más bajo, el empleo de la nómina ha aumentado en 11,5 millones.
Son menos las doctrinas económicas que las actitudes con respecto al poder las que explican las críticas conservadoras de la Fed. A muchos conservadores les desagrada visceralmente un aparato de gobierno grande, que consideran como hambriento de poder, inepto y corrupto. Para ellos, la Fed es un gran organismo distante que necesita ser domado. Debería ser más abierto y rendir más cuentas.
Como retórica, es fuerte, y hay algo de verdad en la acusación. Las burocracias a menudo persiguen sus propios intereses, son rígidas e ineficientes. Pero como historia de la Fed es simplista.
A mediados de los años 60, la Fed era, en verdad, un reducto de encubrimiento. No había anuncios sobre las decisiones sobre las tasas de interés después de las reuniones de su cuerpo gobernante, el Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC, por sus siglas en inglés). La gente observaba los mercados financieros para ver lo que hacía la Fed.
Desde entonces, la Fed se ha abierto. Ahora hay declaraciones de políticas a seguir después de las reuniones del FOMC. Cuatro veces al año, los miembros del FOMC dan a conocer sus pronósticos económicos, incluyendo predicciones sobre las tasas de interés. Se proporcionan las actas de esas reuniones que proveen más detalles sobre las opiniones de sus miembros, después de cada reunión. El presidente de la Fed da cuatro conferencias de prensa al año.
Y eso no es todo. Los funcionarios de la Fed dan discursos regularmente y prestan testimonio ante el Congreso, explicando sus opiniones. He aquí el título de una charla reciente dada por Stanley Fischer, vicepresidente de la Fed: “Conducir la política monetarias con una hoja de balance grande”. Si se desean más detalles, los estudios realizados por los 330 economistas de la Fed están en Internet. En 2014, hubo más de 170 de esos estudios. La Fed simplemente no es el monolito atrincherado que describen sus críticos conservadores.
En 1913, el Congreso creó la Fed para ejercer poderes financieros demasiado técnicos para que los maneje una legislatura. Desde entonces, la Fed adquirió otro papel: Toma medidas que, aunque inicialmente poco populares, parecen necesarias para la salud económica de la nación en el largo plazo. Parte de las críticas de la Fed están implícitas en este papel. Los políticos pueden criticar a la Fed públicamente, incluso si la apoyan en forma privada. Pero para que este arreglo funcione, la Fed necesita suficiente protección de las presiones políticas para actuar independientemente.
Es eso lo que atacan los críticos conservadores de la Fed. Una propuesta requeriría una “auditoría” de la Fed. No sería una auditoría ordinaria (hacer el balance de los libros, ¿aparece todo el dinero?), que ya existe. Sería un examen retrospectivo de la política monetarias de la Fed, un juicio a posteriori. Otra propuesta requeriría que la Fed adoptara una “regla” específica para conducir su política monetaria y, si se desviara de esa regla, debería explicar el motivo. Yellen respondió que una regla, incluso si pudiera cambiarse, podría hacer que las políticas a seguir fueran demasiado inflexibles.
No hay ventajas obvias en esas propuestas. Su propósito común parece ser hostigar a la Fed -hacerla menos poderosa. Eso satisfaría los objetivos políticos de los conservadores.
El peligro es que impondría un costo económico grande. La Fed es la institución económica preeminente del gobierno. A pesar de sus errores, aún inspira respeto, especialmente en los mercados financieros. Una Fed bajo asedio político agrega incertidumbre y corroe la confianza. No es probable que el crecimiento económico se beneficie de ello.
La Fed no es infalible -observen la crisis financiera- y su desempeño debe enfrentar inspecciones y críticas. Pero tampoco debe ser el blanco de ataques basados en información errónea.
© 2015, The Washington Post Writers Group
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