La custodia de la Iglesia de San Ignacio de Bogotá, conocida como “La Lechuga” por el verde de sus 1.485 esmeraldas, ha abandonado por primera vez Colombia para exhibirse en el Museo del Prado coincidiendo con la visita de Estado del presidente colombiano, Juan Manuel Santos.
Considerada como una de las joyas religiosas más ricas y hermosas de Hispanoamérica, la custodia fue realizada entre 1700 y 1707 por el orfebre español José Galaz y es una de las piezas más valiosas y singulares de la Colección de Arte del Banco de la República de Colombia.
El préstamo de esta obra al Museo del Prado, donde se podrá contemplar hasta el 31 de mayo, se inscribe dentro del programa organizado con motivo de la presencia de Colombia como país invitado de honor en la feria ARCO y que, con más de 50 actividades, ha supuesto el desembarco del arte de este país en Madrid.
Para el director del Prado, Miguel Zugaza “es un sueño” poder contar con esta excepcional obra “que permite viajar a ese dorado que fue la América precolombina”. Una deuda que el Prado tratará de saldar pronto. “Con este préstamo se inicia una nueva relación con Colombia y con el Banco de la República”, afirmó Zugaza.
Recordó que en el año 2019, Colombia celebrará el segundo centenario de su independencia y el Museo del Prado el de su apertura al público una efeméride que dará al centro español la oportunidad de colaborar.
En el Prado, “La Lechuga” se exhibe en una urna rodeada de obras de Claudio Coello, Herrera el Mozo y Antolínez, autores de pinturas “dinámicas, coloristas y arrebatadas” en las que, al igual que en “La Lechuga”, riqueza, cromatismo y esplendor se pusieron al servicio del culto católico, en opinión de Javier Portús.
Conservador del Prado y comisario científico de esta exposición incluida en el programa “La obra invitada” patrocinado por la Fundación Amigos del Museo del Prado, Portús destacó el valor económico y simbólico de esta “obra maestra de la historia del arte colombiano y la única que se conoce de su autor”.
Tesoro del arte barroco, la custodia fue realizada en oro de 18 quilates en la entonces Nueva Granada por el orfebre José Galaz, que utilizó 1.485 esmeraldas, 1 zafiro, 13 rubíes, 28 diamantes, 62 perlas barrocas y 168 amatistas. “Paradójicamente, el uso de estas piedras preciosas sirve para desmaterializar la obra”.
No se trata solo de una de las joyas religiosas más ricas y hermosas de Hispanoamérica sino del testimonio de lo que sucedió durante el Barroco en tierra de orfebres, y de cómo este estilo encontró nuevas dimensiones en un territorio rico en oro y esmeraldas, “y en el que estaba aún viva la cultura indígena de los más destacados orfebres del continente”.
Portús explico el valor simbólico que tiene en la obra el sol, el vino y los ángeles. Su parte superior está formada por un sol decorado con 22 rayos que rematan en pequeños soles adornados con esmeraldas y 20 rayos menores que rematan en perlas barrocas. En la parte superior del sol figura una cruz con esmeraldas y, como decoración y rodeando el sol, hojas de vid y pequeños racimos de uvas, símbolos de Cristo y la eucaristía.
Un ángel, con las alas extendidas, sostienen el sol, “aportando extraordinario movimiento a una estructura por lo general muy estática”. La peana, con ocho lóbulos, está decorada con hojas de acanto, de vid y uvas además de figuras zoomorfas y querubines intercalados.
El comisario destaco el hecho de que “La Lechuga” se haya mantenido íntegra durante más de tres siglos y tras los procesos independentistas en que muchas de las piezas religiosas fueron decomisadas y fundidas para subvencionar la lucha.
Protegida por los sacerdotes de la Compañía de Jesús, logró superar la expulsión de los jesuitas de los dominios españoles ordenada por Carlos III en 1767, la segunda expulsión dispuesta por José Hilario López en 1850 y la tercera expulsión a manos de Tomás Cipriano de Mosquera en 1861.
Se dice que estuvo oculta durante todos esos años y que nunca salió del país a pesar de las expulsiones. Solo hasta fines del siglo XIX, cuando los bienes confiscados les fueron devueltos a los jesuitas, la custodia volvió a aparecer en la iglesia de San Ignacio de Bogotá.
En 1985 el Banco de la República de Colombia compró la custodia directamente a la Compañía de Jesús y desde entonces ha sido pieza fundamental de la Colección de Arte del Banco y se exhibe de forma permanente en el Museo de Arte del Banco de la República en Bogotá. (EFE)
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