Por: Robert J. Samuelson.
WASHINGTON – Un presupuesto presidencial es más que una expresión de políticas a seguir. Es también una manera de manejar la imagen política. Su objetivo es proyectar al presidente y a su gobierno en forma favorable. Esto se aplica, sin duda, al presupuesto fiscal de 2016, cuyas propuestas se lanzan como instrumentos de una “economía para la clase media.” El gobierno es su aliado. Protegerá su status de clase media —o le ayudará a recuperarlo, si lo perdió.
En el mundo real. No es tan fácil.
Consideremos la asistencia a la universidad. Ha sido parte del evangelio de la clase media durante décadas. Los puestos de trabajo requieren más destrezas; los trabajadores deben adquirirlas. Un título de escuela secundaria ya no es suficiente. Durante años, el gobierno proporcionó préstamos subsidiados y becas a estudiantes universitarios. Ahora, Obama propone más subsidios para que los dos primeros años de los community colleges sean gratis. El historial de la asistencia universitaria ya existente —becas y préstamos subsidiados— cuestiona la eficacia de esta nueva medida.
Sin duda, millones de estudiantes se han beneficiado de la asistencia gubernamental, han obtenido títulos y encontrado buenos empleos. Pero la universidad no es una panacea. Para comenzar, millones de estudiantes no obtienen su título. Por uno u otro motivo, abandonan los estudios. Eso ocurre tanto en las universidades de cuatro años como en los community colleges. Alrededor del 60 por ciento de los estudiantes en las universidades de cuatro años obtiene su título en seis años; en las instituciones de dos años, alrededor de un tercio de ellos obtiene su título.
Los economistas calculan el bono de la universidad para el salario—la diferencia en salario entre graduados universitarios y de escuela secundaria—para demostrar el valor de una educación universitaria. Un estudio de Pew considera ese bono en un 60 por ciento; otros cálculos son más altos. Pero quizás exageren el valor económico de ir a la universidad, dice un nuevo estudio de los economistas Alan Benson, de la Universidad de Minnesota; Frank Levy, del Massachusetts Institute of Technology y el economista independiente, Raimundo Esteva. Esos cálculos, sostiene el estudio, ignoran las diferencias en la capacidad de los estudiantes, las tasas de graduación retrasada y la menor participación de algunos graduados en la fuerza laboral.
No se trata sólo de que la universidad no resulte ser una maravilla para todos los estudiantes. En realidad, empeora la situación de algunos de ellos, cargándolos con enormes deudas. La deuda estudiantil, ahora de 1 billón de dólares, excede tanto la deuda de las tarjetas de crédito como la deuda de los préstamos de automóviles, dice el Banco de la Reserva Federal de Nueva York.
La carga de la deuda creció agudamente, informa un estudio de los economistas Alexander Monge-Naranjo del Banco de la Reserva Federal de St. Louis y Lance Lochner, de la Universidad de West Ontario. La porción de jóvenes de 25 años con deuda gubernamental o privada se elevó de un 25 por ciento en 2003 a un 45 por ciento en 2013. Y los niveles de la deuda aumentaron; entre los de 22 a 25 años endeudaos, la cantidad promedio subió de 10.600 dólares a 20.900 dólares, en dólares ajustados por la inflación. Los rápidos aumentos de la matrícula y un mercado laboral débil (lo que dificulta el pago de la deuda) parecen causas probables. Las tasas de incumplimiento de pagos están ahora en un 11 por ciento, dice la Fed de Nueva York.
También hay pruebas de que las matrículas bajas por sí solas no logran que los alumnos no abandonen los estudios. California tiene una de las matrículas más bajas del país, un promedio de 1.472 dólares al año, alrededor de la mitad del promedio nacional, escriben Michael Kurlaander, profesor de educación de la Universidad de California, Davis y Jacob Jackson, investigador en el Public Policy Institute of California, en The Washington Post. Pero las tasas de retención siguen siendo de menos de la mitad. El dinero aparentemente no es el principal problema de los estudiantes; la falta de interés o la preparación deficiente podrían serlo.
Establecer una política de comunity colleges gratis es correr un albur. No sabemos en qué medida producirá ,más trabajadores con más destrezas e ingresos más elevados —de clase media. No importa. Suena muy bien. Para pulir la imagen política, es perfecto.
Notas del traductor
(1)Community Colleges-Colegios comunitarios: Escuelas de nivel terciario, en general de dos años, que brindan diplomas técnicos, así como también diplomas intermedios, y habilitan al estudiante para continuar sus estudios en otra universidad.
© 2015, The Washington Post Writers Group
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