Por: Patricia McCausland.
Hace un par de días, en una calle del barrio Chino, un hombre moreno, alto y fornido, parecería un trabajador de construcción, le dijo a la señora dueña de la tienda, esas mismas palabras. Ella estaba sentada en la caja, sumando y comiendo a la vez. El almacén, como todos los sábados estaba lleno de gente y él, un conocido de Marta, la dueña, le estaba aconsejando de corazón.
Para mi fue una sorpresa, que después de tanto tiempo de no escuchar estas palabras, las oyera en un tumulto de gente, donde todos estaban trabajando para poder comprar la comida del día y que todavía una de estas personas creyera que la comida verdaderamente es sagrada!. Que impresión me dio escuchar al joven y musculoso trabajador que seguramente se toma su hora de almuerzo con la seriedad que todos deberíamos hacerlo.
Cuantas veces vemos que el personal que trabaja con horario, sale a la hora exacta para su almuerzo y vuelve de la misma forma. He pecado en decir que ¨salen pitados a la hora exacta y no dan ni un minutos mas a su trabajo¨, pensando que es por falta de ánimo o por simple flojera. Pero como me puso a pensar este hombre. En verdad, si entendiéramos la esencia de poner el pan de cada día en la mesa, no tomaríamos la comida como un simple deber diario. Cada día es mas fácil conseguir cualquier comida chatarra en la calle, comerla en el carro y sencillamente llenar nuestra barriga sin darle la importancia al paso repetitivo que ejecutamos 3 o mas veces por día y seguir adelante descuidando la mano que da a nuestra vida la supervivencia absoluta: la comida.
El momento de comer, es ademas de sagrado, uno de los puntos críticos de nuestra vida, que sucede tres o mas veces al día, y que tal vez por esta multiplicidad, lo tomamos como algo intercambiable, permutable con cualquier otra cosa que se nos presente en el momento. SI nos llaman por teléfono, soltamos el tenedor y contestamos; si suena el correo electrónico o el whats app, ni hablar, volamos. Si de casualidad tenemos la television frente a nosotros a esta hora, tragamos, porque no comemos, sino que colocamos pedazos de comida en la boca, masticamos y tragamos, y cuando menos pensamos se acabaron tanto la comida del plato como lo que estábamos viendo en la tele. La muestra mas fehaciente de esto es el tarrado de crispetas que podemos comer sentados en cine, o la bolsa de papas que estamos comiendo cuando metemos la mano de nuevo y nos sorprendemos porque está vacía.
Entonces, ni vemos lo que comemos, ni olemos lo que nos sirven. Pareciera que no apreciamos lo que nos va a dar vida. Porque es que sin comida no hay vida. Es la realidad cruda. Si comemos mal, vivimos mal, si comemos bien, vivimos bien. Que es comer mal, entonces? Comer mal no es solo comer comida mala, pasada, podrida o contaminada. Comer mal es no tomarnos el tiempo e preparar o escoger comida fresca, sana y saludable. Comer mal es no darle a nuestro cuerpo el momento en que ingerimos la comida que la tierra nos da, para que este crezca, respire y duerma de la forma que Dios manda. Y cual es esta forma?
Si todos y cada uno de nosotros trata de darle a su cuerpo el alimento que nos da la tierra, que algunos pensamos es Sagrado, viene de Dios, el Dios de cada una y de todas las religiones, entonces comenzamos la vida con el pie donde debe estar. El bebé nace, y la madre lo alimenta. En su primer año, crece casi que geométricamente. Pero su cerebro, su futuro físico y sus posibilidades de aprender y vivir, no nacen 100% con el bebe. Puede nacer sano y dañarlo, como puede nacer algo enfermo y aliviarlo. Debemos alimentar a ese bebé, a este posible atleta, genio, artista o cocinero, con la leche de la madre y el resto de alimentos que nos da la tierra, la madre tierra, para que logre los objetivos que el futuro le muestre le apasionen. Este alimento, al igual que el momento, el tiempo SAGRADO que nos da la madre desde nuestro primer día, hasta que nos separamos de ella para ser madres, nos da la energía, la tranquilidad mental, el desarrollo físico y la seguridad para realizar una vida con el valor y la verdad propia que nos toque a cada uno.
El tiempo; el momento: vivirlo es la forma. Es verdad que la vida va cada vez mas rápido y que por tanto no tenemos el tiempo que había antes. Entonces debemos organizarnos para poder lograr la meta de vivir de la mejor forma posible y para logarlo, alimentarnos así. Ahora se le dice Calidad de Vida! Anteriormente las familias grandes se ayudaban en sus labores de cocina. Hoy en día con la familia regada por todo el planeta, muchas veces nos encontramos solos y sin ayuda. Esta es otra realidad que tenemos que atender, y la mejor forma de hacerlo es planear.
Planear las horas de trabajo, las de comer, las de preparar los alimentos y las de descansar. Por lo tanto, es necesario la ayuda de todos en casa para lograr nuestro nuevo tipo de vida. Si todos colaboramos y entendemos la necesidad de hacerlo, hombres y mujeres, hijos e hijas, los que trabajan fuera y dentro de casa, tendremos momentos sagrados en nuestro día para comer y de esta forma alimentar a nuestro cuerpo de forma relajada, para que este absorba los nutrientes como debe ser, y los utilice de la forma mas provechosa. Sabemos que el estrés es una de las causas mas grandes de los radicales libres en exceso. También sabemos que el estrés baja el metabolismo. Entonces, si organizamos nuestra vida para darle a la cena, el almuerzo y el desayuno su importancia, lograremos manejar un nivel de estrés menor. Este estrés es uno de los que podemos evadir ya que hay otros que están fuera de nuestro poder.
Démosle tiempo a nuestras horas de comida. Dejemos que haya suficiente tiempo a esta hora para digerir y absorber la comida como un alimento que beneficie nuestra vida y tal vez de esta forma no tendremos que preocuparnos tanto por cuanto comemos. Porque? Porque al hacerlo, le damos tiempo, minutos, 20 minutos que necesita el cerebro para decirle al estómago que está lleno y no comer mas de lo que necesitamos. Minutos para ver los colores que hay en nuestro plato y cambiarlos de vez en cuando. Minutos para saborear, oler y degustar lo que nos están dando y de esa forma poder escoger lo que está bueno y dejar lo que no!
Suerte. No es fácil cambiar de hábitos. Pero nos debemos ese regalillo de vida de nosotros para nosotros.
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