A Claudia Piñeiro le llama profundamente la atención que, en general, “la gente vaya por la vida señalando con el dedo” a los demás, juzgando sin piedad actitudes y comportamientos, sin pararse a pensar ni un segundo porqué el otro actúa como lo hace.
“Es impresionante -destaca la escritora argentina en una entrevista con Efe- la cantidad de gente que dice saber lo que los demás deberían hacer, o haber hecho, en determinadas situaciones, sobre todo si son trágicas o dolorosas. Son muchos más que los que se muestran compasivos”.
Eso al menos es lo que, asegura, ocurre en su país, Argentina. “No sé si también en otros lugares. Somos muy de juzgar la actitud del otro”. Ella se incluye en ese “somos”. “Me ha pasado muchas veces -reconoce- decir que jamás haría tal cosa, o reaccionaría de tal o cual manera, y luego cambiar los papeles”, sobre todo ante situaciones complicadas.
Vivir señalada por el dedo acusador de los demás es lo que le ocurre precisamente a la protagonista de la nueva novela de Claudia Piñeiro, “Una suerte pequeña” (Alfaguara), en la que la autora invita al lector a reflexionar sobre el dolor, el desgarro, la culpa y la responsabilidad, entre otras importantes cuestiones vitales.
Como ya le ocurrió a Piñeiro en anteriores novelas -“Las viudas de los jueves”, “Betibú”, “Un comunista en calzoncillos” o “Tuya”- una imagen está en el origen de este relato descarnado. “Siempre es así. Una imagen se instala en mi cabeza quedándose ahí durante días, semanas, meses…, hasta que empiezo a tirar de la cuerda. Si permanece es porque ahí hay una novela”, asegura.
En este caso, no fueron una sino dos las imágenes que durante tiempo obsesionaron a Claudia Piñeiro. Una, la de un automóvil parado frente a una barrera y que espera que pase el tren. Y la segunda, una mujer que encuentra en un balcón excrementos de murciélago. “Después de darle muchas vueltas al asunto, decidí que ambas podían estar en la misma novela”.
La misma mujer que investiga de qué animal son los excrementos que aparecen en su balcón es la que, veinte años antes, conduce el auto parado ante un paso a nivel con barrera, y en el que está acompañada por su hijo y un amigo.
Una decisión imprudente, cruzar las vías del tren con la barrera aún bajada, desencadenará la tragedia que acompañará a esta mujer durante el resto de su vida. Una mujer que nunca fue fuerte, que se siente cómoda en el silencio y que vivirá a partir de ese día “con el dolor encallecido”.
Claudia Piñeiro llevaba escritas treinta páginas cuando se dio cuenta de que escribir esta historia en tercera persona “resultaba demasiado distante”. “El dolor -recalca- solo se puede contar en primera persona”. Y así lo hizo, empezando de cero.
La autora estudió con calma, en profundidad, antes y durante la escritura, a la protagonista de su novela, Mary Lohan, la madre a quien el destino juega una mala pasada, sacando de ella “lo mejor y lo peor que, como todo ser humano, lleva dentro”. “Tenía que entender muy bien de donde venía y quien era, para entender luego la decisión equivocada (saltarse la barrera), y no otra, que toma. Y que le hará vivir el resto de su vida con esa culpa, con esa responsabilidad”, la de provocar la muerte de uno de los niños.
Una vez más, Claudia Piñeiro transita por un territorio, el del suspense, que le resulta cómodo, por conocido. “El desafío era lograr mantener el suspense, a pesar de que no hay en la trama una historia policial”, como sí ocurre en anteriores títulos. “Tiene -comenta- la estructura narrativa de un relato policíaco, si bien ni hay muerto ni hay que averiguar quien lo mató. Pero quería, porque es lo que me gusta, mantener el suspense” sobre lo que les ocurre a la protagonista y a su hijo. “El suspense se maneja dosificando la información, sin que se note. Es lo que he hecho”.
Y de nuevo, a Claudia Piñeiro le ha salido un relato muy cinematográfico. Cuatro de sus anteriores novelas, entre ellas “Las viudas de los jueves”, dirigida en este caso por Marcelo Piñeyro, han sido llevadas ya al cine.
“Hay quien me pregunta -comenta la escritora argentina- si cuando escribo pienso ya en una posible película. De ninguna manera, jamás pienso en ello. Mis novelas puede que sean muy visuales, pero cuando las escribo lo que me importa son las palabras para contar una imagen”, esa que previamente ha rondado obsesivamente en su mente.
Ahora bien, Claudia Piñeiro no olvida su pasado como guionista de televisión, además de autora teatral. “Seguro -dice- que en mis novelas hay mucho de ambos oficios. La trama siempre está en función de entender quienes son los personajes. Es la excusa para entenderlos”. (EFE)
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