Por: Alvaro Villanueva MD.
La actual depresión económica mundial, que no ha sido aislada de la disminución del crecimiento económico del país en los últimos años, se asocia de acuerdo con investigaciones en países como Estados Unidos, a un deterioro de la situación de salud de sus habitantes.
Aunque, resulta difícil de extrapolar entre paises estos conceptos, sería muy útil analizarlos, para buscar una salida a un fenómeno, que ya establecido, pudiera profundizarse con el correr de los tiempos. El solo aumento de la iniquidad y desigualdades encontradas en Colombia aumentan la preocupación para tratar de buscar soluciones profundas y oportunas. Las diferencias substanciales en el manejo de la salud en las poblaciones con bajos recursos y necesitadas, deberían ser colocadas como una prioridad para disminuir el impacto que el deterioro económico les produce.
El desempleo, la falta de acceso a un sistema de atención, actualmente flotando en un mar de deudas de las Empresas Promotoras de Salud, a las que como premio les devuelven, según el nuevo Plan de De sarrollo Nacional, el manejo de los más importantes recursos de la salud, acelerará la quiebra de hospitales públicos y de instituciones dependientes del pago de las EPS, muchas sancionadas, otras quebradas, para que finalmente tenga que ser quien responda por sus malos manejos. Será que se está cumpliendo el adagio que “quien hace la ley hace la trampa”, o es que se ignoran principios primarios de la Constitucion, darle salud a los colombianos.
Pensar que la economía decreciente, amplía las desigualdades, se vuelve muy importante para resolver como ya fue demostrado durante la gran depresión de 1930 en EU, creciendo enormemente las enfermedades mentales, cardíacas y las relacionadas con el estrés. Los estudios realizados desde esa época mostraron enormes cambios en la personalidad de los individuos, sobre todo en las nuevas generaciones, mayor consumo de alcohol, drogadicción, mal consumo de alimentos, mayor número de infecciones respiratorias, enfermedades de transmisión sexual, trastornos del sueño, y como si fuera poco, mayor desarrollo de alteraciones cromosómicas, alteraciones genéticas relacionadas con el acortamiento de la vida y muerte temprana.
A todo esto se le agrega el empeoramiento de otras enfermedades y el crecimiento de la criminalidad.
Los estudios publicados en Social Science and Medicine, por David Roelf y colaboradores, mostraron que el riesgo de muerte fue 63% mayor en aquellas personas desempleadas que en quienes tenían un empleo. El sociólogo Kate W. STrully, ha encontrado que la pérdida de un empleo, cuando se produce el cierre de su empresa de trabajo, aumenta las probabilidades de una mala salud en un 54% en los que se encontraban sanos y empeora la salud en un 83% de quienes tenían algunas alteraciones previas a su despido.
Si la calidad de vida disminuye, por los bajos ingresos y el desempleo, la salud empeora en la población, mayormente en las personas con menores recursos. La solución de invertir en la gente y su bienestar es una conclusión evidente. Cómo lo hacemos, si la mayor parte de los recursos se van por los caminos de la corrupción y el desorden, y cada vez crece el afán de los políticos en participar en un negocio como el de la salud, del cual quienes llevan del bulto son los pacientes y sus principales actores, los trabajadores, médicos, enfermeras y demás miembros del gremio, tienen ingresos poco dignos de un profesional formado con grandes sacrificios.
El futuro de la salud, ligado al deterioro económico, se constituye en una catástrofe anunciada. Se necesita una respuesta inmediata para al menos mitigar los efectos de origen económico que repercuten en la salud de los colombianos.
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