En aguas del Atlántico sur navegadas hace cientos de años por piratas, reposa un tesoro en un área marítima que por su riqueza y extensión fue bautizada como “Amazonia Azul”, celosamente protegido por la Marina brasileña para enfrentar invasores.
Rica en biodiversidad marina, la Amazonia Azul, que se extiende por 3,6 millones de km2 de norte a sur de la costa brasileña, es frecuentada por tortugas marinas, peces y cetáceos como las ballenas jubarte.
En su vasta área, casi la mitad del territorio nacional, hay asimismo importantes cuencas petrolíferas, como las de Campos, Santos y Espírito Santo, de donde Brasil extrae 91% de su petróleo, incluido el crudo del “presal” que se encuentra a unos 6 km bajo el suelo marino. También hay yacimientos de minerales como fosforita, oro, manganeso y calcarios, con usos diversos, de la construcción civil a la agricultura.
Por aquí pasa también el 95% del comercio exterior brasileño y la costa adyacente concentra un 90% del PIB y 80% de la población del país, según cifras de la Marina.
Más allá del petróleo:
La extracción del petróleo es la parte más visible de la explotación de estas riquezas sumergidas, pero no es la única. Algas calcarias, por ejemplo, ya son extraídas y comercializadas dentro y fuera de Brasil.
“Las algas calcarias son depósitos de minerales orgánicos formados por restos de animales, como peces, que murieron y se hundieron en el fondo del mar”, explica el profesor Paulo César de Melo, agrónomo de la Universidad Federal de Lavras, en el estado de Minas Gerais (sureste), que hace 20 años estudia los beneficios de la utilización de estos sedimentos en la agricultura.
“Su uso mineraliza y da sustentabilidad al suelo, aumentando la productividad, la calidad y la resistencia a las plagas y enfermedades de los cultivos, reduciendo la dependencia y mejorando la eficiencia del adobo químico”, añade el profesor, y recuerda que Brasil importa cerca de 80% de los fertilizantes que utiliza en los cultivos.
De Melo asegura que Brasil tiene reservas de miles de millones de toneladas de algas calcarias, pero extracción es limitada y eso obstaculiza la explotación comercial.
Defensa marítima:
La Marina brasileña es la encargada de proteger el patrimonio de la Amazonia Azul: sus navíos patrulla realizan operaciones de rastreo y prevención de actos ilícitos.
Saliendo de Rio de Janeiro en el navío de patrulla oceánica APA, con destino a la Ilha da Trindade, a 1.167 km de la costa de Vitória (estado de Espirito Santo, sureste), decenas de plataformas petroleras fijas y fluctuantes se alinean en el horizonte del paisaje.
El viaje de ida tiene como objetivo principal abastecer y llevar personal e investigadores al Puesto Oceanográfico de la Ilha da Trindade, en los límites de la Amazonia Azul, ocupado permanentemente por la Marina.
El retorno tiene como objetivo patrullar las áreas donde se concentran las plataformas, evitando que embarcaciones ultrapasen el perímetro de seguridad de 500 yardas (cerca de 460 metros). Tanto en el viaje de ida como de vuelta, la vigilancia es constante.
Operativo:
En la víspera del retorno del navío a Rio, un barco pesquero es detectado poco antes del amanecer dentro de los límites de seguridad de la plataforma P51, en la Cuenca de Campos.
El comandante del pesquero es contactado por el sistema de comunicación a bordo, y un equipo del APA es enviado para inspeccionar el barco y la tripulación. Tras comprobar que no hay nada ilícito y chequear la documentación, la embarcación es liberada y advierten a su comandante que mantenga distancia de las plataformas.
“Ese procedimiento significa que Brasil se hace presente en sus aguas. Es una acción preventiva. Cuanto más lo hagamos, menos posibilidades de que ocurran acciones indeseadas”, explica el capitán de corbeta Thales da Silva Barroso Alves, al comando del barco.
“Vemos varios ilícitos en las patrullas que realizamos. La gran cuestión es la seguridad de la vida humana en el mar. Son embarcaciones con licencias inadecuadas, con tripulación no calificada, sin permisos para ejercer determinada actividad, como la pesca ilegal”, añade.
La Marina vigila también embarcaciones sospechosas que están violando normas ambientales, como arrojando aceite u otros contaminantes al mar.
Desde 2014, la Operación Amazonia Azul, realizada anualmente, concentra esfuerzos de la Marina y de otros órganos federales, estatales y municipales para intensificar la protección y reprimir ilícitos en el área.
En el futuro, a los navíos se unirá el submarino de propulsión nuclear que Brasil construye con Francia en un astillero de Rio de Janeiro, y cuyo lanzamiento está previsto para 2025.
El refuerzo será bienvenido, porque Brasil reclama a la ONU la extensión de su plataforma continental. Si su pedido es atendido, el país aumentará en 900.000 km2 el área de la Amazonia Azul. AFP
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