Mi hija Diana Manrique, es cofundadora con Verónica Puech y otras tres amigas aventureras, de una Comunidad de Aprendizaje para niños y jóvenes que está rompiendo con varios de los paradigmas establecidos. En Kalapa, que es el nombre de esta institución, se busca hacer énfasis en crear espacios seguros y amorosos, donde las tres dimensiones mencionadas, más la dimensión espiritual, se traten de manera holística.
En Kalapa, “los niños son protagonistas de su aprendizaje, es decir que a partir de sus intereses e inquietudes, con apoyo de los facilitadores, establecen objetivos de aprendizaje y diseñan una estrategia para llevarlos a cabo. Este proceso es la oportunidad para desarrollar su capacidad de pedir ayuda, colaborar con otros, investigar, auto-evaluarse y compartir sus descubrimientos”.
En esta comunidad, existe la creencia de que el aprendizaje es un proceso de toda la vida, donde es natural el tomar riesgos y permitir la equivocación, donde la naturaleza es uno de los grandes maestros y la transformación del mundo comienza al interior de cada persona.
A esta oferta educativa, innovadora y diferente, le apuestan padres de familia que no están satisfechos con el sistema educativo convencional. Perciben con claridad, que hay un vacío, el mismo identificado en el informe mencionado.
Sin embargo, aun si son conscientes de este vacío que ellos mismos vivieron como estudiantes, y al cual se han enfrentado como profesionales, no es nada fácil romper con la aparente tranquilidad que da transitar por un sistema de tiene más de 200 años.
Las fundadoras de Kalapa han descubierto que uno de sus mayores retos está siendo el de acompañar a los padres en el miedo, que legítimamente se genera, cuando se enfrentan con la incertidumbre de los resultados. Es un gran reto adaptativo que requiere valor porque implica cambiar los esquemas mentales existentes, tener paciencia y no solo confiar en la institución sino en el potencial que sus hijos tienen como “aprendices naturales” .
Al liderar este proyecto, han descubierto la importancia de brindarles boyas para que puedan navegar hacia paradigmas desconocidos, y habitar la transición en medio de un mar que les parece que no tiene orillas ni un fondo percibidos, mientras se desarrolla la Innovacion y sus hijos los sorprenden con su capacidad de volar.
Otro gran reto adaptativo de este tipo de iniciativas innovadoras, es manejar la tensión que se genera al enfrentar las polaridades implícitas en el proceso de innovación, lo cual significa conciliar la dimensión socioemocional y espiritual con el valor de lo académico.
La Academia ha sido establecida como el espacio, en el cual diferentes tipos de estudios han sido desarrollados, buscando transmitir así, el conocimiento adquirido por el ser humano a través del tiempo. Esto sigue siendo de un infinito valor, como lo identifica el estudio de Aspen Institute. Tal vez la pregunta no es si Si o NO la academia, sino DESDE DONDE la academia, dado los desafíos actuales de la humanidad. Reconociendo que son décadas, donde en cierto sentido lo académico, ha estado motivada por el miedo y por el cómo garantizar la supervivencia de la especie.
Como lo demuestra el ejemplo de Kalapa, si es posible acompañar a los niños y niñas, para que aprendan las habilidades, los valores y las actitudes, que se requieren en el siglo XXI. Pero se necesita la participación activa y el soporte emocional de los padres de familia, para lograrlo. En Kalapa, el proyecto los invita para que vivan con sombrero de aprendices el proceso de formación de sus hijos.
Cuando el proceso educativo se enfoca de esta manera, se cambia la vida de los estudiantes y de sus familias. Se les ayuda a ir encontrando un propósito en sus vidas, y estar mejor preparados para los retos que deben de afrontar hacia el futuro .
Como bien lo expresa el informe del Aspen Institute: “la promoción de la visión holística del aprendizaje socioemocional y académico, no es una moda, es la esencia de la educación como debe ser. No es una aproximación ideológica, está basado en la experiencia de maestros, padres y estudiantes, apoyados por la mejor investigación en educación de las últimas décadas”.
Más adelante se explica: “es un grave error ver el aprendizaje socioemocional como algo “suave”. Al contrario, un énfasis en estas capacidades no significa un sacrificio en el rigor; es una fuente para este. Mientras que muchos elementos del estudiante mejoran al cultivar estas habilidades y valores, uno de los principales resultados es un mejor desempeño académico, y mayor apreciación del estudiante por su escuela ”.
En un entorno seguro y respetuoso del ser humano, que es cada estudiante, se le motiva a tener foco, persistir ante las dificultades, y responder positivamente al proceso formativo. El caso de Kalapa demuestra , como es posible poner en práctica todo lo anterior, y es un ejemplo de lo que podría ser la educación que determine el futuro de nuestro país.
Para que esta visión suceda, se requiere de una nueva mentalidad que permita la experimentación en la educación de temas tan vitales como son el manejo de las emociones y las relaciones en un entorno social. Esto no significa el sacrificio de la excelencia académica, que debe ser manejada en función de las nuevas realidades, donde el conocimiento se hace obsoleto muy rápidamente.
Si lo lográramos, también podríamos tener en Colombia, una Nación con Esperanza, como es el título del informe al que me he referido en este Post.
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