Locomotoras de trocha angosta

Por: Juan David Cárdenas.

El 7 de agosto en discurso “le llegó la hora a Colombia” el recién elegido presidente Juan Manuel Santos afirmaba en relación con su visita “sagrada” a la Sierra Nevada de Santa Marta:

“En un acto simbólico, pero con trascendental significado, los “mamas” me entregaron un bastón de mando y un collar con cuatro piedras. Una representa la tierra que debemos cuidar. Otra representa el agua que es la fuente de la vida. Otra representa la naturaleza con la que debemos estar en armonía. La cuarta representa el gobierno, que debe respetar el orden de la naturaleza y la voluntad del Creador. Tierra, agua, naturaleza y buen gobierno –esos símbolos preciados – harán parte integral de la administración que hoy comenzamos”

En ese mismo discurso el presidente Santos presentó sus cinco “locomotoras” que, según el, llevarían al país “con un destino cierto, el de la paz y la prosperidad; el de la paz y la creación de empleo”. Afirmaba el presidente en su discurso que esas locomotoras, el campo, la infraestructura, la vivienda, la minería y la innovación jalonarían el crecimiento económico del país.

Desde un primer momento me causo curiosidad, por no decir escepticismo que se utilizara como metáfora de progreso un sistema, el férreo, que en Colombia indica todo lo contrario siendo una muestra de la falta de planeación y las dificultades de orden geográfico y territorial que impidieron que el tren fuera una solución de movilidad, integración y cohesión social. Dicen los expertos que el fracaso de la red férrea se debió al tamaño de sus vías, más pequeñas que las vías férreas de los otros países desarrollados y en vía de desarrollo.

Esto podría ser un simple hecho anecdótico, pero no lo es. El país hoy en día avanza, para pesar de algunos, e ilusión de muchos otros hacia la firma de un acuerdo con la guerrilla de las FARC en lo que podría ser visto como un primer paso para alcanzar la paz, la convivencia social y reducir los índices de violencia del país. La locomotora de la paz ha podido avanzar a pesar de la trocha angosta y los palos en la rueda que, desde la oposición por su férrea y cerrada actitud en contra del proceso, y de los palos en la rueda que el mismo conductor del tren parece atravesarle con sus decisiones para hacer frente a otros ámbitos públicos como la economía, la conflictividad social, el medio ambiente, entre otros.

El presidente Santos, conductor de las locomotoras, parece no haber comprendido que todas deben llegar a la misma estación. Muchas de sus decisiones y políticas implementadas muestran que esas locomotoras perdieron el rumbo, o mejor aún, nunca lo tuvieron, y todos los pasajeros del tren lo empezamos a sufrir, unos más dramáticamente que otros.

La locomotora minera nunca tuvo capitán ni puerto de llegada. Simplemente avanza vertiginosamente hasta que algún día la trocha se va a acabar. Lo más triste es que ni con las evidentes consecuencias del cambio climático, donde la minería desaforada es uno de sus causantes, gobernantes locales, como en Bogotá, no quieren seguir defendiendo aquellas iniciativas que a futuro buscan resguardar el poco equilibrio ambiental al que se pueda aspirar en un mundo convulsionado.

La locomotora del campo esta varada hace rato y sus máquinas se oxidan. Los trenes de alta velocidad de otros mercados agrícolas inundan nuestras ciudades de sus productos mientras nuestros campesinos no solo deben hacerle frente a la crisis económica, sino también deben ver pasar el tren de la minería a todo vapor acabando con lo que otrora garantizaba la seguridad alimentaria de todos los colombianos.

La locomotora de la vivienda aparenta ser un tren de alta velocidad, pero no es más que le fiel reflejo del tren de la sabana. Viviendas de bajo costo, sin oportunidades de integración social, en zonas ambientalmente vulnerables vienen siendo “regaladas” por el gobierno sin preveer en la bomba social que puede estar estallando en esos lugares al querer construir aceleradamente para cumplir con objetivos político-publicitarios antes que en materializar los derechos fundamentales de los más vulnerables.

La locomotora de la infraestructura se vendió a empresas extranjeras y la tendremos que seguir pagando durante toda nuestra historia a pesar de que se supone somos los vendedores y no los compradores. Lo peor del asunto es quien compró esa locomotora le encimamos la mayor generadora de energía de nuestro país. ¡Que absurdo!

Podría seguir escribiendo mucho más, pero las locomotoras avanzan todas por la misma trocha angosta en distintas direcciones colisionando permanentemente. Si el conductor de las locomotoras no corrige el rumbo, lo que muy difícilmente pasará, tristemente el fin más deseado por todos los colombianos, la locomotora de la paz, la única que avanza por la trocha que es, con un rumbo positivo, puede terminar colapsando con las otras locomotoras.

No seamos más un país de trochas angostas, hay que cambiar la forma de pensar, de gobernar y de hacer control social a los que nos gobiernan. No podemos ser espectadores pasivos, pasajeros pasivos de ese tren sin rumbo.


 

 

 

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