Por: Juan Carlos Paez.
Más allá de los extraordinarios paisajes típicos de las zonas frías-templadas del planeta, salpicados con un despliegue de impresionantes fiordos, hay dos aspectos de Noruega que me llamaron mucho la atención: el primero es que el 99% de la energía que consume es de origen hídrico; y el segundo, es que luego de petróleo y gas, el rubro más importante de exportación es, precisamente, la energía eléctrica.
Las condiciones que posee este país nórdico para la generación de energía limpia, a partir de fuentes hídricas, son casi perfectas. Gran parte de su territorio lo conforman mesetas alpinas, con altitudes que rondan los mil metros sobre el nivel del mar. Su geología está caracterizada mayoritariamente por mantos rocosos sanos e impermeables; la precipitación líquida y sólida es abundante a lo largo de casi todo el año; y un altísimo porcentaje de sus ríos sufren caídas bruscas entre las montañas y mesetas donde se originan y el mar.
Pero esto no es todo. La clave del éxito noruego en la producción de hidroenergía lo constituyen el ingenio y la creatividad humana para manejar el agua y sacar de ella el mejor provecho, armonizando, al mismo tiempo, las demandas de energía con la observancia de los más altos estándares ambientales y sociales.
Por eso, la ingeniería nórdica encontró una solución para administrar el recurso hídrico que, aunque abundante, sigue siendo extremadamente valioso: el bombeo de agua entre reservorios de varios sistemas hidroeléctricos, para permitir “almacenar energía” durante los periodos de baja demanda. Para esto, se ha construido un verdadero laberinto de túneles que interconectan varios embalses ubicados a distinta altura y que, en época de baja demanda, reciben el agua que es bombeada desde otros reservorios localizados aguas abajo, y la liberan cuando la demanda de energía requiere de mayores caudales para la generación.
Las fórmulas nórdicas de la eficiencia hidroeléctrica
La ingeniería noruega ha optimizado la producción de energía hidráulica y el consumo de agua. Una de sus fórmulas novedosas ha sido el diseño de centrales con turbinas de distinta potencia, para permitir a los operadores efectuar los arreglos necesarios y suministrar la energía requerida de forma que cada unidad trabaje en sus niveles óptimos o cerca de ellos.
Por ejemplo, una planta de 90 megavatios (MW) de capacidad instalada, en lugar de contar con tres turbinas de 30 MW cada una, que es el estándar, en Noruega se diseña con una turbina de 40 MW, una de 30 MW y una de 20 MW. Esta configuración permite al operador de la central “jugar” con varias combinaciones de generadores para producir la energía requerida de la manera más eficiente. De esta forma, cuando la demanda requiera una potencia de 70 MW, en lugar de tener las tres turbinas de 30 MW funcionando al 78% de rendimiento o dos a su máxima potencia y la tercera al 33% de su capacidad (con grandes pérdidas por subutilización), la planta puede utilizar una de 40 MW y una de 30 MW a su capacidad máxima y al tope de su rendimiento, optimizando así el uso del agua y la producción de energía.
Otro punto interesante es cómo funciona el sistema de licencias ambientales. La forma de otorgar las licencias ambientales para la construcción y operación de nuevas centrales hidroeléctricas ha sido, en gran parte, delegado por la administración ambiental nacional a las denominadas Asociaciones de Usuarios del Agua. Éstas se conforman con todas las personas naturales o jurídicas que poseen algún tipo de derecho legal o consuetudinario sobre las aguas de los ríos a ser intervenidos. Las licencias, que son concedidas luego de un proceso amplio —amplísimo, que puede extenderse por varios años a fin de asegurar que la mayoría de personas sean incluidas y escuchadas— de consulta y concertación con los asociados, tienen un tiempo de duración de 30 años.
Terminado este lapso, los términos de este instrumento pueden ser revisados e incluso las licencias pueden llegar a ser revocadas en su totalidad, ante lo cual el gestor del proyecto está legalmente obligado a desmantelar la central en cuestión y a dejar el lugar en condiciones similares a las que tenía antes de la ejecución del proyecto. No obstante, a la fecha, esto último no ha ocurrido y lo que normalmente ha sido objeto de revisión son aspectos relacionados con los caudales mínimos que deben dejarse aguas abajo de las represas y con el manejo de la fauna acuática en los ríos intervenidos. No hay que olvidar que Noruega es uno de los destinos turísticos más apetecidos por pescadores europeos y norteamericano de trucha y salmón.
Sin duda alguna, hay mucho que aprender de la experiencia nórdica en aspectos relacionados con la producción de energía hidráulica y el manejo del agua.
Noruega ha avanzado mucho en temas como el manejo de la información geográfica para determinar sitios potenciales para ubicar nuevas centrales; el desarrollo y la aplicación de sistemas hidro-meteorológicos para apuntalar una verdadera industria de producción de energía a partir de un buen manejo del agua; y la forma cómo manejar el sistema de despacho y transmisión de energía, tanto hacia el interior de la nación como hacia los países vecinos, para lograr eficiencias raramente vistas en otros países.
Nota publicada en el blog “BID Invest – Negocios sostenibles” de la Corporación Interamericana de Inversiones-CII (Miembro del Grupo BID), reproducido en PCNPost con autorización.
Juan Carlos Páez Zamora es un ingeniero civil, planificador de infraestructura, gerente de proyectos y auditor socioambiental con más de 25 años de experiencia profesional en gestión de proyectos públicos y privados; gestión socio-ambiental; ejecución de estudios socio-ambientales; hidráulica; construcciones civiles; proyectos viales; adquisiciones públicas; auditorías socioambientales; y gerencia de programas (modernización del estado, programas sociales y programas desarrollo agrícola, entre otros).
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