Por: Jim Yong Kim.
Presidente del Banco Mundial.
Los principales riesgos mundiales no se limitan a las fronteras de un país. Esto queda claro al observar el caso de la actual crisis de refugiados, cuya magnitud no tiene precedentes y que afecta a personas y lugares lejos de donde ocurren las guerras civiles, los conflictos y las situaciones de fragilidad. El voto de los habitantes del Reino Unido en favor de abandonar la Unión Europea mostró, en parte, el alcance de los impactos del desplazamiento forzado y la inestabilidad que este fenómeno provoca.
Durante años, la mayoría de las respuestas a esta crisis fue asumida completamente por un reducido número de países y trabajadores humanitarios que arriesgaban sus vidas a diario —incluso en los bombardeos aéreos de hospitales en Afganistán, Iraq, Libia, Siria y Yemen— para enfrentar una emergencia que no da muestras de disminuir, y que podría durar una generación o quizás más.
La semana pasada, nos enteramos que la cantidad de personas que huyen de sus hogares va en aumento. El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados informó que los desplazados por la fuerza llegan ahora a 65 millones de personas en todo el mundo, en comparación con 60 millones el año anterior.
Una vez más, esto subraya la gran necesidad de encontrar nuevas soluciones para ayudar a los refugiados y las personas en los países destruidos por los conflictos. Durante demasiado tiempo, los grupos del ámbito del desarrollo y la asistencia humanitaria no han trabajado juntos, pero la presente situación nos exige que lo hagamos, de manera inmediata.
En particular, los organismos de desarrollo como el Grupo Banco Mundial pueden aportar niveles mucho mayores de financiamiento así como expertos que saben cómo lograr que los niños vayan a la escuela y crear empleos tanto para los refugiados como para las personas que viven en los países de acogida.
En conjunto con agentes humanitarios y países que reciben a refugiados, estamos elaborando un financiamiento consistente en préstamos de largo plazo y con interés muy bajo que puedan servir de apoyo a proyectos de desarrollo en la escala adecuada.
El año pasado, el Grupo Banco Mundial creó un mecanismo de financiamiento para Oriente Medio y Norte de África. Nuestro objetivo es recaudar US$1,000 millones en financiamiento en los próximos cinco años y convertir este monto en una cifra que llegue a entre US$3,000 millones y US$4,000 millones en financiamiento de largo plazo y con tasas de interés muy bajas. Recientemente, la Unión Europea y ocho países se comprometieron a contribuir más de US$1,000 millones en donaciones, préstamos y garantías para este fondo destinado a ayudar a los refugiados sirios y las comunidades que los reciben en Jordania y el Líbano, así como a financiar esfuerzos de reconstrucción y recuperación en toda la región.
Actualmente, para ampliar esta iniciativa estamos trabajando en la creación de una plataforma de respuesta a las crisis mundiales, mediante la cual se brindarán recursos a los países de ingreso bajo y mediano que reciben a refugiados en todo el mundo. Tenemos planeado dar a conocer esta plataforma en septiembre durante la Asamblea General de la ONU.
Además, estamos estudiando el uso del financiamiento basado en el desempeño —un programa que está transformando la labor del desarrollo— en crisis humanitarias prolongadas. En virtud del programa, los fondos serían liberados a los países y las organizaciones humanitarias cuando se logren determinados resultados. Creo que el financiamiento basado en el desempeño podría constituir una herramienta sumamente eficaz para situaciones humanitarias de larga duración.
Y estamos empezando a recopilar nuevos datos y pruebas para averiguar qué medidas funcionan mejor en entornos específicos. Esas pruebas, junto con lo que hemos aprendido a partir de nuestro trabajo en terreno, nos permitirán responder de una manera más adecuada a las necesidades de los refugiados y los países anfitriones.
El Grupo Banco Mundial y otros seis bancos multilaterales de desarrollo han acordado colaborar más estrechamente para crear empleos, aumentar el financiamiento, analizar las causas profundas de la fragilidad y la violencia, y ayudar a la región de Oriente Medio y Norte de África a recuperarse una vez que termine el conflicto.
Estas asociaciones entre los bancos de desarrollo, las organizaciones humanitarias y los países que reciben a los refugiados nos ayudarán a prepararnos para la etapa de la reconstrucción, cuando los acuerdos políticos pongan fin a las guerras en Siria, Libia y Yemen. Los bancos de desarrollo abordarán también algunas de las condiciones que han obligado a las personas a emigrar de la región.
Las comunidades humanitarias y del desarrollo deben enfrentar juntas esta crisis. Los trabajadores humanitarios han realizado un gran servicio al mundo al ser los primeros en responder. Estamos dispuestos a ofrecer soluciones de largo plazo a las personas que las necesitan desesperadamente y que ya han sufrido tantas pérdidas.
Jim Yong Kim se convirtió en el duodécimo presidente del Grupo del Banco Mundial el 1 de julio de 2012.
El Dr. Kim es médico y antropólogo, y se ha dedicado al desarrollo internacional durante más de 20 años, contribuyendo a mejorar la calidad de vida de las poblaciones desatendidas de todo el mundo. El Dr. Kim llega al Banco después de haber sido presidente del Dartmouth College, prestigioso centro de educación superior que se ubica, sistemáticamente, entre las mejores instituciones académicas de Estados Unidos. El Dr. Kim es uno de los fundadores de Partners in Health (PIH) y exdirector del Departamento de VIH/SIDA de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La labor del Dr. Kim ha tenido un amplio reconocimiento. El Dr. Kim recibió la MacArthur “Genius” Fellowship (2003), fue nombrado uno de los “25 Mejores Líderes” de Estados Unidos por US News & World Report (2005) y fue seleccionado como una de las “100 personas más influyentes del mundo” por la revista TIME (2006).
El Dr. Kim nació en 1959 en Seúl (Corea del Sur) y a los cinco años de edad se trasladó junto a su familia a Estados Unidos, donde se crió en Muscatine, Iowa. Se graduó con distinción magna cum laude de la Universidad de Brown en 1982. En 1991 obtuvo el título de Doctor en Medicina de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard y en 1993, un doctorado en antropología otorgado por esa misma universidad.
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