Por: Janneth Lozano.
“Extender los derechos de las mujeres indígenas fortalece los derechos colectivos”.
El concepto de derechos colectivos es central para las culturas indígenas. Sin embargo, el estatus de las mujeres indígenas dentro y fuera de sus comunidades sigue siendo precario cuando no son capaces de reclamar sus propios derechos. Janneth Lozano Bustos trabaja con comunidades indígenas en Colombia para el empoderamiento económico de las mujeres, y que así puedan gozar de autonomía sobre sus vidas y sus recursos.
Yo tenía nueve años de edad cuando mi padre era parte de un juicio muy famoso en Colombia que logró prohibir la práctica barbárica de “guajibiadas”, que consistían en la cacería de personas indígenas como un “deporte”, realizada por los colonizadores. La defensa argumentaba que los colonizadores no sabían que las personas de comunidades indígenas tenían almas, y los consideraban como animales.
Cuando comencé a trabajar con mujeres indígenas, hace casi 30 años, comencé a comprender que su realidad era muy precaria, no sólo por la pobreza en la que vivían, sino por las condiciones en las que tenían que trabajar y la violencia que sufrían tanto al interior de sus relaciones como en el trabajo.
En la región al norte del Cauca, a unos 400 kilómetros de la ciudad de Bogotá, las familias indígenas solían enviar a las niñas jóvenes a realizar trabajo doméstico en las ciudades cercanas. Pero ese trabajo es remunerado pobremente; tienen horarios extensos al vivir en las casas en las que trabajan, y no reciben ningún tipo de seguridad social.
En esos días, en ciudades cercanas como Popayan, las madres de familias aristocráticas pensaban que era mejor para sus hijos que fueran iniciados sexualmente con jóvenes indígenas. Aunque esta práctica había sido abolida, todavía llego a escuchar a hombres de cuarenta años que bromean sobre haber dormido con sus trabajadoras domésticas cuando eran jóvenes, con la complicidad de sus madres.
Cuando trabajo con mujeres y niñas indígenas les explico que, si necesitan trabajar como trabajadoras domésticas en las ciudades, tienen derechos que pueden exigir. Y pese a que cada vez hay más mujeres indígenas están conscientes de sus derechos y están exigiéndolos, sus empleadores no quieren reconocer sus derechos a salario mínimo, descanso y seguridad social.
Cuando estas mujeres vuelven a sus comunidades, ellas trabajan en sus granjas y campos, pero no ven ni un centavo de la comercialización de sus productos, pues la venta es realizada por los hombres, y ellos se quedan con el dinero. ¡Si ellas están cuidando de las gallinas y luego la venden, son ellas las que deberían tener el derecho a hacer la negociación y recibir el dinero!
Los hombres indígenas temen que el feminismo rompa con la idea de los derechos colectivos. Lo que intentamos explicarles es es que los derechos de las mujeres indígenas fortalecen los derechos colectivos de la comunidad.”
Janneth Lozano Bustos, AGE, es la directora de la Corporación de Apoyo a Comunidades Populares (Codacop), y fue la coordinadora de la Red de Educación Popular Entre Mujere de América Latina y el Caribe (REPEM).
Comenzó a trabajar con mujeres indígenas en una época en la que difícilmente había algún concepto de que las mujeres indígenas podían tener y reclamar derechos individuales. Actualmente trabaja con mujeres indígenas de la región del Cauca para garantizar que tengan autonomía sobre sus propios recursos.
La señora Bustos participó recientemente en el evento de ONU Mujeres “Voces sobre igualdad de género desde la CSW: la sociedad civil se encuentra con la prensa”, como parte de la 61o sesión de la Comisión sobra la condición jurídica y social de la mujer.
Su trabajo contribuye a la Meta de desarrollo sostenible 8, la cual promueve un crecimiento económico incluyente, sostenible y sostenido para todos y todas, así como para el ODS 5, sobre igualdad de género y empoderamiento de todas las mujeres, incluyendo los mismos derechos a los recursos.
Nota publicada en ONU Mujeres, reproducida en PCNPost con autorización
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SOURCE: ONU Mujeres
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