Ideas verdes en Sao Paulo: cambio basura por huertos

Hojitas de albahaca, tomates pintones y perfume de limonero: un pequeño huerto vive en medio de los altos edificios de Sao Paulo gracias a una iniciativa pionera que transforma toneladas de basura orgánica en abono para la tierra.

La creadora de este proyecto es la periodista Fernanda Danelon, de 43 años, que tras un periodo de crisis vocacional decidió dar un giro a su vida para crear hace dos años el Instituto Guandú, dedicado a reciclar los desperdicios de restaurantes, a los que a su vez entrena y asesora en el montaje y mantenimiento de huertos.

“Empezamos hace dos años con uno y ahora ya tenemos 17 restaurantes que son nuestros socios. Y hay unos 10 más en conversaciones”, cuenta Fernanda, pala en mano revolviendo tierra en el frondoso patio de su propia casa en Sao Paulo.

En ese lugar mantiene dos pequeños depósitos donde elabora abono con desechos del consumo familiar, una muestra de lo que se realiza a gran escala en plantas a unos 50 km de Sao Paulo donde la basura orgánica se transforma en un fertilizante que “regresa” tanto a la red de restaurantes como a otros clientes.

Es una “técnica tradicional de compostaje” que no utiliza enzimas u otros aceleradores como lombrices, explica Fernanda, pero que sí requiere cuidados para amontonar la basura orgánica con la tierra o mezclar y oxigenar apropiadamente para que no se pudran los elementos en un proceso que dura entre tres y cuatro meses.

Al principio el foco sólo estaba puesto en montar pequeños huertos para abastecer a las cocinas de los restaurantes, pero a poco andar percibió que los desechos eran una parte fundamental de esta cadena. Y así creó este centro especializado en el ciclo completo: desde retirar la basura a mantener los huertos con el propio fertilizante que obtienen de ésta.

“Al principio yo misma recogía la basura en mi auto”, cuenta Fernanda riéndose. “Pero fuimos creciendo y hoy reciclamos entre 30 y 40 toneladas de basura orgánica por mes”, señala.

Meta lejana

En 2014 se produjeron en Brasil unos 78,6 millones de toneladas de “residuos sólidos urbanos” (restos orgánicos, plásticos, vidrio, papel y cartón), un aumento de 2,9% sobre el año anterior, según el más reciente informe de la Asociación Brasileña de Empresas de Limpieza Pública, Abrelpe.

Esta cantidad representa alrededor de un tercio de la basura urbana que se produce anualmente en Estados Unidos.

El rico estado de Sao Paulo, motor económico de Brasil donde viven más de 40 millones de personas, es por lejos el que más basura produce en el país. Y de acuerdo al ministerio de Medio Ambiente, los desechos orgánicos corresponden en promedio a más del 50% de residuos.

El gigante sudamericano adoptó en el 2012 un nuevo Plan Nacional de Residuos Sólidos que establecía hasta 2014 la desaparición de los vertederos informales y la correcta acumulación en embalses de los restos que no pueden ser reutilizados. Pero la meta no fue cumplida y aún parece lejana.

Según Abrelpe, sólo un 3% de los residuos urbanos se reciclan en Brasil.

“Tenemos que mirar de frente nuestra propia basura, darle valor y saber que se puede volver a usar”, insiste Fernanda, que reconoce que el alcance del Instituto Guandú aún es muy limitado.

No hace falta escarbar mucho para ver que en Brasil no está arraigada la costumbre de separar basura ni de reciclar. Sin embargo, hay algunos signos de cambio: es posible encargar por internet un set de lombrices, utensilios e instrucciones para elaborar fertilizante a escala casera con los propios desechos.

Fernanda cuenta además que edificios y condominios la han contactado para que los asesore en la creación de huertos vecinales.

“Una nueva mirada”

En la rotisería de Ana Soares, Mesa III, el reciclaje ya se hizo una práctica automática después que el Instituto Guandú los capacitó.

En la entrada de esta casona en el barrio de clase media de Vila Madalena, varias plantas de albahaca, salvia y romero reciben a los clientes.

“Si como sociedad nos damos cuenta de la cantidad de basura que producimos veremos que es una barbaridad”, afirma Ana, de 63 años, una enérgica arquitecta que hace 25 años cambió planos y dibujos por fogones.

Han implementado sistemas de reciclaje de recipientes de vidrio y todas las pastas y masas se venden en cajas de cartón, reduciendo lo más posible el uso del plástico.

“Por eso nos sumamos a este proyecto tan bonito. Hay que desarrollar una nueva mirada”, asegura.

En promedio, un restaurante de 50 puestos paga al Instituto Guandú unos 900 reales por mes (280 dólares) para la recolección de los residuos y el mantenimiento del huerto. No mucho más de lo que se paga por el servicio común de basura, cuenta el chef francés Julien Mercier, de 34 años.

A cargo del restaurante Le Bilboquet ubicado en unos de los barrios más exclusivos de Sao Paulo, este cocinero implementó el proyecto con Guandú hace seis meses. Y sobre el techo del local ya crecen tomatitos, lavanda, verbena, zapallos, limones, varias otras hierbas y hortalizas, un contrapunto con el urbano paisaje de Sao Paulo.

“Esto aquí no alcanza para abastecer todo lo que necesitamos en el restaurante, pero lo importante es que se entienda que es parte de un proceso. Aquí crece esto, pero además ya podemos decir que reciclamos una tonelada y media de basura orgánica todos los meses”, cuenta Mercier revisando las plantas encima del tejado. AFP


 

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