Felipao apostó por el juego defensivo y la seleçao terminó humillada en el Mundial; Dunga lo mismo en la Copa América y fue eliminado. ¿Debe Brasil volver a su esencia del fútbol arte que le dio tantos título? Puede que sí, pero falta talento y voluntad.
Han pasado muchos años desde que Brasil dejó de bailar samba en el campo, dejó de hacer esas lindas piruetas heredadas de la capoeira que dejaban a todos boquiabiertos, ese fútbol diferente al europeo que sorprendía, que marcaba goles lindos, que hacía del ‘jogo bonito’ una marca para Brasil.
Del baile de aquella seleçao de 1982 a la marcha militar de Dunga hoy. “Sólo juega bonito quien sabe”, dijo Zico en un documental sobre la selección de 1982, que fue tal vez la última referencia del ‘jogo bonito’ con 15 goles espectaculares pero sufrió una eliminación temprana en cuartos de final.
Sócrates, Falcao, Junior, Eder… Todos miembros de esa ópera, que comenzó a perder fama después de ese Mundial. Brasil comenzó a pensar que era necesario cambiar el estilo de juego con un fútbol más pragmático, de resultados, que permitiera a Brasil levantar la Copa nuevamente después del tricampeonato que selló Pelé en México-1970, también con un espectáculo en el campo.
Dunga repitió hasta el cansancio cómo Brasil duró 40 años sin ganar una Copa América con esos equipos fantásticos, para quitarle presión a esta con menos talento.
El actual seleccionador, que entrena por segunda vez al combinado nacional, sigue la senda que inició Carlos Alberto Parreira, que enterró el fútbol que por tanto tiempo caracterizó a Brasil: “Jugaremos como el futbol moderno demanda. La magia y los sueños ya no existen en el fútbol actual. Tenemos que combinar técnica y eficiencia”.
Y Brasil fue campeón en una de las finales más insípidas de la historia, ganada en penales, y de nuevo en 2002 con Luiz Felipe Scolari, que daba gran peso al sistema defensivo.
Talento:
En esos dos últimos campeonatos de Brasil, nombres de la talla de Romario, Bebeto, Ronaldo, Rivaldo y Ronaldinho inyectaron la magia de su talento a los esquemas pragmáticos de sus entrenadores, que después navegaron juntos al iceberg alemán de 2014.
Las lindas piruetas de los jugadores brasileños se limitan a los comerciales de televisión y no al campo, donde defender es tan o más importante que atacar. Dunga habla de “humildad” a la hora de defender y “audacia” para atacar.
¿Pero hay con qué ser audaz?
Sólo hay samba, capoeira, carnaval en las piernas de Neymar, el menino de técnica insolente, hábil y veloz, que fue sancionado por cuatro partidos después de iniciar una gresca en el último partido que disputó por la fase de grupos.
Tan pocas opciones tiene Dunga que la mejor para ocupar el lugar del atacante-capitán era el veterano Robinho, que resaltó con su experiencia ante un grupo de bajo relieve. El atacante controló el partido ante Venezuela y marcó el único tanto frente a Paraguay.
Pero estaba cansado, la bicicleta no es la misma, y salió en el segundo tiempo. Dunga dice que un virus afectó a 15 jugadores en los días de descanso y eso afectó la preparación para el juego.
Aunque lo que se vio en campo fue un equipo que anotó un gol y comenzó a administrar la victoria, esperando que el reloj caminara más rápido. No contaba con el error infantil de Thiago Silva, que tocó el balón en el área como lo hiciera ya con el uniforme del París Saint Germain.
Y en la tanda de penales frente a Paraguay, ¿a quién tenía Brasil? Fernandinho, Miranda y Coutinho, que marcaron, y todos ellos juegan en el fútbol inglés. Los dos que fallaron fueron Everton Ribeiro juega en el Al-Ahli árabe y Douglas Costa en Ucrania. Dunga inclusive llamó a Diego Tardelli, que poco aportó con su fogueo en el fútbol chino.
El chip también está bien instalado en el cerebro de estos jugadores: ganar, sin importar si la victoria es bonita o no.
Al parecer, el ‘jogo bonito’ seguirá aún como un recuerdo, una referencia.
Sigan marchando, ordena el general Dunga. Sólo Neymar puede que tenga libertad para romper filas. (AFP)
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