Por: Robert J. Samuelson.
WASHINGTON – La espiral salarios-precios está muerta—o al menos en estado latente. Mientras la Reserva Federal debate cuándo elevar las tasas de interés a corto plazo, ésa es una buena noticia.
La presidenta de la Fed, Janet Yellen, ha indicado que le gustaría iniciar la subida de las tasas en algún momento, en 2015, aunque dice que los datos económicos débiles (y supuestamente la reciente agitación en el mercado de valores) podría causar que la Fed se retrasara. La Fed sostuvo las tasas de interés a corto plazo cerca de cero desde fines de 2008, con la intención de acabar la Gran Recesión y fortalecer la recuperación.
Quizás más importante que el momento en que la Fed suba las tasas es la medida de los aumentos siguientes y con qué rapidez se producen. Yellen expresó que espera que los aumentos sean graduales y modestos. Es ahí donde la noticia sobre la espiral salarios-precios importa.
Para juzgar si las presiones inflacionarias se están formando, muchos economistas observan las tendencias en salarios y beneficios. Los costos más altos de la mano de obra, se supone, se pasan a los consumidores. Así pues, los aumentos en los costos de la mano de obra se consideran como un precursor fiable de las presiones inflacionarias más amplias, que la Fed debe contrarrestar. De lo contrario, la economía podría caer en una espiral destructiva de salarios-precios, como lo hizo a fines de los años 60 y 70. (Entre 1965 y 1980, los aumentos anuales de los precios del consumidor saltaron de un 1,6 por ciento a un 13,5 por ciento.)
Pero también hay desventajas que vienen al sofocar una incipiente espiral salarios-precios. Implica que, si la recuperación económica continúa, los trabajadores tendrán dificultad en obtener aumentos salariales “reales” (ajustados a la inflación), porque la Fed actuará para ralentizar la economía—y los avances salariales—antes de que se generalicen.
Todo parece lógico, aunque contraproducente.
Pero esa lógica tiene un gran defecto: La conexión entre los salarios más altos y los precios más altos se ha quebrado. Ésa es la conclusión de un nuevo estudio por los economistas de la Fed, Ekaterina Peneva y Jeremy Rudd. Examinaron la relación entre aumentos en los costos de la mano de obra y los precios del consumidor, desde la década de 1960 hasta la actualidad. En años recientes, no hubo una gran relación, la conexión era “estadísticamente indistinguible de cero.”
A primera vista, parece una locura. Los costos de la mano de obra representan aproximadamente dos tercios de los costos de una empresa. Si se elevan—y no se los contrarresta con una mejora en la eficiencia (es decir, la productividad)—las empresas deben pasarlos o ir a la quiebra. Pero cuando se reflexiona, el cambio tiene sentido.
En los años 60 y 70, la espiral salarios-precios sí existía, tal como las investigaciones de la Fed y otros estudios concluyeron. No era un cuento de hadas. Los salarios y los precios se perseguían mutuamente en ascenso. Las empresas podían elevar los precios al ritmo de los salarios, porque todo el mundo lo hacía. En los años 70, los costos de la mano de obra habitualmente se elevaron entre un 7 por ciento y 10 por ciento por año. Eran tan grandes que no había ninguna otra forma de contrarrestarlos.
La situación es diferente en la actualidad. La psicología inflacionaria se ha desvanecido. En verdad, la inflación de los precios es más baja que el objetivo de la Fed de alrededor de un 2 por ciento anual. Presiones competitivas frenan los aumentos salariales. Aunque algunos aumentos en los costos de la mano de obra elevan los precios, el estudio concluyó que “es probable que los movimientos de un año a otro en la inflación de los precios reflejen principalmente una mezcla de cambios”—supuestamente, costos de materias primas, el nivel general de demanda de la economía, o las circunstancias específicas de las industrias o localidades individuales.
Eso no exime a la Fed de la preocupación sobre la inflación o de impedir su resurgimiento. Lo que aprendimos (o deberíamos haber aprendido) de la experiencia de los años 1960-70 es que la población odia la inflación alta e impredecible. La gente no puede planear su futuro; no sabe si los salarios mantendrán el ritmo del ascenso de los precios.
Aún así, la Fed está salvada de la trampa de que debe detener los avances salariales antes de que generen aumentos ajustados a la inflación en el estándar de vida. Sin duda, los salarios deben ser un factor que los funcionarios de la Fed siguen para advertir sobre la subida de los precios. Pero a Fed necesitará descansar más en otros indicadores.
(c) 2015, Washington Post Writers Group
Debes loguearte para poder agregar comentarios ingresa ahora