Por: Gonzalo Domínguez Loeda – EFE.
A solo unas cuadras de la Presidencia de Colombia se extendía hasta el pasado sábado un territorio sin ley donde imperaba la barbarie ejercida por temibles bandas criminales dedicadas a la venta de drogas y que cometían desde secuestros hasta descuartizamientos, entre otros delitos.
Conforme avanzan las investigaciones y se van conociendo las historias de lo que acontecía desde hace años en “El Bronx”, como se conoce a las dos calles en forma de “L” ubicadas en el centro de Bogotá, muy cerca también de la sede de la Policía Metropolitana, los colombianos se estremecen por el “infierno” que se había formado en el lugar.
En esas dos calles, coronadas por banderolas colgadas de lado a lado de la vía como un pueblo en fiestas, el Estado colombiano no existía. Las bandas habían montado su propia ley y el terror mandaba a su antojo.
Para poder entrar en esos escasos 500 metros cuadrados, 2.500 soldados y policías tuvieron que hacer una operación como si se encontrasen en una zona de combate en Irak. Parapetados por escudos y en formación de combate se adentraron en “El Bronx” donde fueron recibidos a cuchillazos pese a su llegada por sorpresa.
Esto no es un operativo en contra de los habitantes de la calle sino contra las organizaciones criminales (…) no vamos a permitir que organizaciones criminales armen una isla, una república independiente en la mitad de la ciudad: Enrique Peñalosa, alcalde de Bogotá.
Y no fue fácil pues las autoridades tuvieron que traer policías de otras ciudades ante los indicios de que algunos agentes de Bogotá estaban a sueldo de las bandas de “El Bronx” y les podían informar del asalto, según la Fiscalía.
Una vez recuperado el control emergió el infierno. Allí los “sayayines”, sicarios de las bandas, ejercían de parapolicías con la mayor crueldad.
Si alguien robaba o se peleaba en el interior de un lugar donde el consumo de alcohol y drogas es moneda frecuente, se enfrentaba a su “autoridad”.
Sin ningún temor, los delincuentes se llevaban a los infractores a casas de la zona y es ahí comienza la descripción del horror: palizas, torturas y, para terminar, eran descuartizados o entregados vivos a perros feroces que los devoraban.
Así lo han detallado las autoridades que han recabado horas de grabaciones en las que se ve la actuación de los delincuentes y en las que también se reflejan rituales satánicos y de magia negra.
En uno de esos vídeos difundidos en los últimos días se ve como se llevan a la fuerza a un joven que, al parecer, robó un poco de pan. Las autoridades reconocen que no han vuelto a tener noticias de él y no han encontrado tampoco sus restos. De ese modo se mantenía con mano férrea una autoridad incontestable sobre los centenares de indigentes adictos de ese reducto del crimen.
El secuestro era otra de las lacras que se multiplicaban en una zona de la que fueron retiradas toneladas de basura en las que pululaban ratas y otros animales. Cuando la Policía entró en ese gueto se encontró con un hombre encadenado y escondido tras una falsa pared porque aparentemente fue confundido por un “sapo” (soplón) cuando fue a comprar droga.
Conforme ha ido avanzando la investigación sobre “El Bronx”, la Policía ha desvelado otras historias igual de impactantes, como la de un ciudadano holandés que tras quedarse sin dinero para pagar la droga que consumió fue retenido de la misma manera.
Su única vía de escape fue por los tejados, de donde fue rescatado por las autoridades mientras dos “sayayines” con armas de fuego que lo perseguían.
Pero quizá la historia más truculenta es la de los menores que iban los fines de semana en busca de fiestas y aventuras en los bares de “El Bronx”, donde muchos quedaban atrapados por las adicciones y la falta de dinero.
Niños de ambos sexos se veían entonces esclavizados por redes de prostitución que les sometían a abusos continuos por los que recibían una pequeña gratificación que reinvertían en más droga y más fiesta. Entraban entonces en un círculo vicioso del que muchos no conseguían salir y que otros solo abandonaban por el empecinamiento de familiares que se arriesgaban en esas tenebrosas calles para rescatarlos.
Tras la operación policial alrededor de un centenar de menores fueron rescatados y devueltos a sus familias.
Ahora Bogotá afronta otro reto: de “El Bronx” salió más de medio millar de indigentes, adictos la inmensa mayoría de ellos, que deambulan por las calles en busca de un lugar en el que recostarse mientras padecen el síndrome de abstinencia. EFE
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