Por: Pascual Gaviria Uribe.
El año pasado Naciones Unidas entregó una lista de 125 municipios en 17 departamentos donde los acuerdos de La Habana debían implementarse de manera prioritaria.
Los criterios para esa elección de pueblos y ciudades con urgencia de Estado y fatiga de conflicto, fueron los índices de inseguridad, los enfrentamientos entre ejército y Farc, las acciones violentas contra la población, los índices de desarrollo y las cifras de pobreza. Entre esos 125 municipios están, por supuesto, 8 de los 10 principales productores de hoja de coca en el país, territorios donde está cerca del 45% de los cultivos ilegales. Una más de las geografías de la guerra que vale la pena superponer a los resultados del plebiscito.
No hay posibilidad de una respuesta general, muchos territorios (el Valle, por ejemplo) parecen divididos por una regla entre partidarios y detractores del acuerdo. En otros casos, Nariño, Chocó, Cauca y Putumayo, la votación por el SÍ fue casi unánime. La lupa electoral deja unas pocas certezas y muchas preguntas necesarias de responder en el terreno.
El SÍ fue mayoría en 91 de los municipios señalados por la ONU, en algunos casos (Guapi, López de Micay, Miranda, Timbiquí, Bagadó, Bojayá, Carmen del Darién, Río Sucio, El Charco, El Rosario, Leiva, Roberto Payán) el apoyo a los acuerdos obtuvo más del 90% de la votación.
En 34 municipios el NO fue ganador y mostró que la presencia de las Farc no asegura un triunfo y que pueblos vecinos pueden tener ideas opuestas de lo que significa el perdón, y de los medios necesarios para alcanzar al fin de la violencia. En Antioquia, por ejemplo, la geografía es muy clara para el SÍ en Urabá, los límites con el Chocó, algunos municipios del bajo Cauca y el occidente.
El mapa se dibuja en dos partes muy definidas, sin mayores brotes de la tendencia opuesta en los territorios de la simpatía dominante. Y sin embargo, en las zonas de “frontera electoral” se encuentran municipios vecinos con signo absolutamente contrario.
Por ejemplo, Briceño con 69% de apoyo al SÍ y Yarumal con 67% de votos por el NO. También se puede ver a un municipio como Valdivia, que ha sufrido por igual violencia guerrillera y paramilitar, y termina tan fraccionado como Colombia entera. Allí, la diferencia entre el SÍ y el No fue de apenas 3 votos. Lo que es más claro en Antioquia que en ninguna otra parte es que las decisiones relevantes electoralmente se tomaron muy lejos de los territorios afectados. Cerca del 60% de los votos del departamento fueron depositados en Medellín, Bello, Itagüí y Envigado.
En el Tolima fue particular el triunfo del NO en los 5 municipios elegidos, casi siempre por diferencias muy cortas como sucedió en todo el departamento. En Norte de Santander es claro que el enclave del Catatumbo es un territorio aparte, donde muy seguramente se conjugan simpatías históricas y presiones armadas. Apenas uno de los municipios seleccionados (Sardinata) votó como la mayoría del departamento, y los 7 del Catatumbo se filaron con el SÍ.
Caquetá es una señal clara del odio a las Farc y de su debilidad política, a pesar de su historia en el departamento, o precisamente por esa historia, el SÍ salió derrotado en 9 de los 13 municipios marcados por Naciones Unidas. En Huila y Casanare el NO fue incluso más fuerte que en Caquetá, y solo en un municipio de los 6 priorizados en esos dos departamentos, el Sí obtuvo ventaja.
En el Chocó se vieron las mayorías y el desgano. En Bojayá, que ha sido escudo y canto del SÍ, apenas participaron el 30% de los potenciales votantes, cuando hace un año para elegir alcalde marcaron su voto el 68%. Ni donde la guerra es cuestión de vida o muerte los acuerdos movieron a la gente.
Ni el odio ni la esperanza parecen tan fuertes como la foto y la promesa inmediata de un barón en el tarjetón.
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