Gastos en salud—regreso al futuro

Por: Robert J. Samuelson.

WASHINGTON – Fue agradable mientras duró, pero se acabó y quizás no vuelva en años, si es que vuelve alguna vez. Me estoy refiriendo a la ralentización de los gastos en salud de la nación.

Entre 2008 y 2013, los gastos en salud crecieron aproximadamente a un 4 por ciento anual, lo que representó menos de la mitad del 9 por ciento de promedio de las tres décadas anteriores a la Gran Recesión. Como la tasa del 4 por ciento coincidió con el crecimiento económico general, el gasto en salud se estabilizó a un 17,4 por ciento anual del producto bruto interno (PBI). Hubo cierta esperanza de que la época de aumentos considerables hubiera finalizado.

Olvidémoslo. Actuarios gubernamentales de los Centros para Servicios de Medicare y Medicaid (CMS, por sus siglas en inglés) informaron la semana pasada que el gasto en salud en 2014 se elevó un 5,5 por ciento a 3,1 billones de dólares. Y lo que es peor, se proyecta que el gasto aumentará a un 5,8 por ciento anual entre la actualidad y 2024. Ese ritmo es más rápido que el crecimiento económico esperado, por lo que el gasto en salud se elevaría a un 19,6 por ciento del PBI para 2024. El avance en la porción del PBI puede parecer pequeño (de un 17,4 por ciento a un 19,6 por ciento). Pero no es así. Tiene un valor de casi 400.000 millones de dólares al año. (Todas las cifras en dólares y las referidas al PBI fueron ajustadas por la inflación.)

Así pues, estamos regresando al futuro. El gasto en salud moldeará silenciosamente las prioridades de la nación. Reducirá el dinero que se lleva a casa, puesto que los empleadores dedicarán una mayor parte de la remuneración al seguro y los deducibles más altos elevan los gastos de bolsillo de los trabajadores. El gobierno gastará más en Medicare (seguro gubernamental para los ancianos) y Medicaid (seguro para los de pocos recursos). Otros programas competirán por un pozo menor—o los impuestos deberán elevarse. La única buena noticia, suponiendo que las proyecciones de los actuarios se cumplan, es que el gasto disminuyó comparado con su trayectoria anterior a la recesión.

Todo ello sugiere preguntas interesantes: ¿Qué causó la ralentización de los gastos? ¿Por qué se detuvo?

“Hay un gran debate sobre en qué medida [la ralentización] se debe a la economía y en qué medida se debe a los cambios en el sistema de salud,” expresa Drew Altman, director de la Kaiser Family Foundation, un centro de investigaciones sobre asistencia médica. Altman piensa que la debilidad de la economía fue la causa principal, que explica alrededor de un 60 por ciento de la ralentización, puesto que la gente “posterga la asistencia que [puede].”

Pero cuando la economía se recupera, la tendencia se revierte. No es de sorprender que los actuarios de CMS citen la mejora en las condiciones económicas como un factor que alimenta el aumento de los gastos en salud del año pasado y en el futuro. Otro factor en 2014 fue el incremento de 8,4 millones de norteamericanos con seguro médico, en su mayor parte como resultado de la Ley de Asistencia Médica Asequible (ACA, por sus siglas en inglés). Los individuos que tienen seguro utilizan más servicios que los que no lo tienen.

Mirando hacia adelante, los actuarios de CMS dicen que la población que envejece incrementará los gastos a medida que más individuos pasen a formar parte de Medicare (19 millones más para 2024, o el 33 por ciento). A medida que la gente envejece, sus costos en salud aumentan. Medicaid se verá afectado tanto por una población que envejece—cubre la asistencia de ancianos de pocos recursos y minusválidos en residencias de ancianos—y por la liberalización de los requisitos de la ACA para ser habilitados.

Cambios en el sistema de pagos de la asistencia médica amortiguan esos aumentos. Como parte de la ACA, el Congreso redujo las tasas de los reembolsos de Medicare para hospitales y otros proveedores de asistencia médica. También se produjo un aumento de deducibles altos en las pólizas de seguros de los empleadores. Se piensa que los deducibles altos desalientan el gasto al desplazar algunos costos a los pacientes. En los últimos cinco años, informa Kaiser, el deducible promedio en seguro proporcionado por el empleador se elevó de 826 dólares a 1.217 dólares. La porción de trabajadores solteros cubiertos por un deducible que excede 1.000 dólares se duplicó, de un 22 por ciento a un 41 por ciento en el mismo periodo.

Aun así, Altman duda que los costos más altos desencadenen un amplio debate sobre el control del gasto. “Es simplemente demasiado difícil,” dice. “Hay demasiados intereses en juego. Ni siquiera nos ponemos de acuerdo sobre cuál es el problema. Si se le pregunta a la población, es el fraude y el abuso-‘nos están robando.’ Si se le pregunta a los expertos, se obtiene una respuesta totalmente diferente.” Los expertos tienden a echar la culpa del problema al reembolso tarifa-por-servicio (que premia a los proveedores por hacer más), a las reglamentaciones débiles o a nuevas y costosas tecnologías.

Ése es el motivo por el que la ralentización del gasto parece muerta: no puede ser detenida por los mercados ni la política.


© 2015, The Washington Post Writers Group


 

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