Un parque de surf revolucionario, una tirolina vertiginosa y un trampolín en una cueva son algunas de las ofertas turísticas de Gales, que busca reinventarse como uno de los destinos de aventura de moda en Europa y olvidar el declive de la industria minera.
La última vez que una ola gigante chocó en Dolgarrog, los dos diques que protegen este pequeño pueblo en el norte de Gales, cedieron y 16 personas murieron ahogadas y trituradas por las aguas glaciares del Atlántico, en noviembre de 1925.
Noventa años después otro tipo de acontecimiento golpea esta aldea de 300 habitantes con la apertura del parque de surf que presume tener la ola artificial más alta del mundo en su laguna de 300 metros.
“Una ola gigante destruyó este lugar y otra ola gigante va hacer que nos recuperemos”, resume Owen Philip, un alfarero local, al observar a los surfistas tomar la ola en el Surf Snowdonia que abrió sus puertas el sábado.
Este centro es el primero en el mundo en proponer al público la tecnología española Wavegarden. Es el más reciente logro con el que cuenta la región de Snowdonia para promocionar su terreno de juego a escala real.
La región, que tiene un parque nacional, colinas agrestes y 15 cumbres de más de 3000 pies de altura (915 metros), es un paraíso para la escalada, el ciclismo de montaña o el senderismo.
Dolgarrog quiere convertirse en un lugar de culto para el surf, aunque actualmente cuenta sólo con tres locales comerciales, una peluquería, un restaurante de kebab y una oficina de correos.
“Es justamente lo que me llamó la atención, ese lado completamente loco del proyecto”, apuntó Steve Davies, ex coronel del ejército convertido en mánager de Surf Snowdonia.
La laguna fue construida en el emplazamiento de una antigua fábrica de fundición de aluminio que, después de un siglo de actividad, cerró en 2007, dejando 200 empleados en una situación complicada que también es vivida por miles de obreros en esta región rica en minerales.
Una historia para contar:
El centro de surf tiene hoy 110 empleados, de los cuales 34 son del valle y 13 del mismo pueblo. La concejala Mandy Williams-Davies ve esto como la oportunidad de pasar la página de los años negros cuando el cierre de las minas generó una “pérdida de identidad y de referencia” para los jóvenes de la región.
“Escuchar constantemente que venimos de una zona desfavorecida es de verdad difícil de soportar para los jóvenes. Hoy día cuando digan de dónde son pueden estar orgullosos pues tienen una historia para contar”, afirma la consejera municipal.
El turismo “outdoor” produce alrededor de 481 millones de libras (685 millones de euros) anuales en Gales y genera más de 8.200 empleos, según cifras del gobierno galés, que decretó oficialmente 2016 como el “año de la aventura”.
Más allá de los tradicionales paseos en las montañas que propone la región también hay actividades más arriesgadas. En Blaenau Ffestiniog se puede saltar sobre trampolines gigantes instalados bajo tierra en una antigua mina de pizarra.
Diez kilómetros más lejos, en Bangor, se sobrevuela el cielo con Zip World, que dice tener la tirolina más larga de Europa y la más rápida del mundo. “El turismo de aventura está en pleno auge aquí”, comenta Sean Taylor, el gerente de Zip World, quien espera ingresos netos de 4,5 millones de libras este año.
Casper Steinfath, doble campeón de stand up paddle, refuta la idea de que el centro contribuya a una comercialización del surf que mata el espíritu de libertad de este deporte. “El surf aporta vibraciones mágicas para todo el mundo, así sea en el oceano o en la laguna. Son las mismas sensaciones”, asegura Casper Steinfath.
Owen Philip, el alfarero local, ya ha sido persuadido. “Sí voy a ensayarlo. Yo practicaba vela cuando era joven”, anuncia este eterno hombre joven de 68 años.
No obstante el parque de surf le interesa primero por sus promesas económicas. “Esto va a atraer 75.000 turistas justo delante de mi puerta. ¡Voy a hacer una fortuna!” dice el alfarero. (AFP)
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