El Nobel no solo ignoró a Sigmund Freud sino que el comité que atribuye el prestigioso premio dejó para la posteridad comentarios devastadores sobre el padre del psicoanálisis.
Su candidatura al Nobel de Medicina o Fisiología fue presentada en 1915 por el neurólogo norteamericano William Alanson White. Freud (1856-1939) fue candidato en total 12 veces, presentado por distintas personalidades hasta 1938, un año antes de su muerte en el exilio londinense.
Freud fue además candidato al Nobel de Literatura. En 1937, no menos de 14 científicos -varios de ellos laureados con el Nobel- apadrinaron al médico vienés que no dudaba en compararse con Copérnico y Darwin. Fue en vano.
Rápidamente, “comprendió que no podía acceder a un Nobel científico. El psicoanálisis no podía ser considerado una ciencia, ya en aquella época. Y eso le hirió”, explica Elisabeth Roudinesco, autora de “Sigmund Freud en su tiempo y en el nuestro”.
En 1929, el profesor Henry Marcus, del Instituto Karolinska -que entrega el Nobel de Medicina-, resume cruelmente la desconfianza del mundo científico ante las teorías freudianas.
“Toda la teoría psicoanalítica de Freud, tal como hoy la conocemos, constituye una hipótesis”, según la cual la neurosis es consecuencia de un trauma sexual infantil, algo que no ha podido ser demostrado aún en casos en que ese trauma realmente exista, escribe Marcus en un documento rescatado en 2006 por el universitario sueco Nils Wiklund. Las deliberaciones de los comités Nobel se mantuvieron en secreto durante medio siglo.
Elisabeth Roudinesco admite: “Sus críticos tienen razón acerca del complejo de Edipo, porque lo había convertido en dogma”, pero descartar el conjunto de la reflexión freudiana es un error.
Antes de Freud “todos los psiquiatras consideraban a la mujer histérica como una loca, al niño que se masturba como un perverso y al homosexual como un degenerado”, recuerda la historiadora.
‘Muy buen estilo’
Ante la indiferencia de los comités Nobel científicos, la princesa Marie Bonaparte, su amiga y traductora al francés, moviliza respaldos para hacer atribuir el premio de Literatura al septuagenario, que padece un cáncer de mandíbula desde 1919.
Premio Nobel de Literatura 1916 (ya que el año 1915 quedó desierto), fue el escritor francés Romain Rolland quien solicitó la máxima recompensa de los poetas y novelistas para quien jamás había publicado una sola línea de ficción en su vida.
El 20 de enero de 1936, el autor de la novela “Jean-Christophe” escribe a la Academia sueca para “proponer” a Sigmund Freud, con quien había entablado correspondencia.
En esta carta, el escritor propone contrarrestar las reticencias de los académicos suecos: “sé que a primera vista, el ilustre sabio parecería estar destinado más especialmente a un premio de medicina”. Luego se entusiasma: “sus grandes trabajos (…) abrieron una nueva vía al análisis de la vida emotiva e intelectual, y desde hace 30 años la literatura ha recibido su profunda influencia”.
Rolland omitirá señalar que su amigo recibió en 1930 el prestigioso premio Goethe.
Per Hallström, secretario perpetuo de la Academia sueca de la época, reconoció “la agudez, la fluidez y la claridad dialéctica” de Freud. “Su estilo literario también es indiscutiblemente bueno”, agrega, antes de agregar un matiz devastador: “Salvo tal vez ‘La interpretación de los sueños’, obra sobre la que está basada toda su doctrina”.
Freud, concluye, “no amerita los laureles del poeta, aunque como científico hizo mucha poesía”. Fin de la discusión.
Einstein, su mejor enemigo:
Ochenta años más tarde, el director administrativo de la Academia intenta limar asperezas: “la competencia era muy animada” en aquel año 1936 que vivió la consagración del dramaturgo norteamericano Eugene O’Neill, recuerda Odd Zsiedrich.
Contrariamente a Freud, junto a quien publicó “¿Por qué la guerra?” en 1933, Albert Einstein (1879-1955) inscribió su nombre en la página de gloria de los Nobel, otorgados por primera vez en 1901. Propuesto en 11 oportunidades, recibió el premio de Física en 1921.
En 1928, Einstein se negó a apoyar la candidatura de Freud al premio de Medicina. ¿Se enteró algún día de esto el médico vienés?
“Soy incapaz de formarme una opinión de fondo acerca de las teorías freudianas, y menos aún emitir un juicio autorizado”, señaló Einstein en aquella época.
En 1939, tras leer “Moisés y la religión monoteísta”, la última publicación de Freud, el padre de la teoría de la relatividad general le hará un elogio bastante ambiguo: “admiro especialmente esa obra, al igual que todas las otras”. Antes de agregar: “desde un punto de vista literario”. AFP
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