Por: Francisco Manrique.
Estados Unidos, el principal encargado de preservar el orden mundial es quien hoy amenaza con perturbar la estabilidad.
El retrato de la elección de Trump lo define la revista Time de la manera más cruda: “el mensaje es que en los Estados Unidos de América, una mujer puede ser más calificada en la historia, de acuerdo al presidente actual, y sin embargo perder ante un hombre que llama a las mujeres “perras”, que ha sido repetidamente acusado de asaltos sexuales, y que además se siente orgulloso cuando afirma que le gusta coger a las mujeres por sus genitales”. Y a pesar de todo lo anterior hoy es el Presidente elegido en su país.
La realidad es que la elección de Trump rompió con todos los récords anteriores de vulgaridad y bajeza, y además logró salir impune una vez más cuando logró que 60 millones de gringos, la mayoría blancos, lo catapultaran a la cima. No solo derrotó a los pilares de los dos partidos, sino que logró llegar a esta posición violando todos los códigos de decencia, con una campaña desorganizada, y gastando menos de la mitad que sus oponentes. Y para rematar, derrotó a los analistas, a los encuestadores y los apostadores que no le daban posibilidades de ganar.
¿Porqué ganó Trump?. Después de estos resultados desconcertantes, quedan muchas preguntas que tienen a todos mirando con lupa el mapa electoral que emergió. ¿Cómo es que los medios, las encuestas y el establecimiento político no vieron venir el tsunami que este personaje representaba? ¿El golpe del 11 de septiembre y la crisis económica del 2008, serán unas causas de esta situación?. ¿O será la sordera e incapacidad de liderazgo de las élites políticas el principal factor? ¿Cuál es la responsabilidad de los medios que crecieron al enano de Trump?
La primera respuesta que dan algunos analistas, y que hoy se rascan la cabeza con asombro, es la siguiente: los votantes que salieron a votar por una persona tan cuestionada, son gente para quienes los cambios de los últimos veinte años, los han hecho sentir que perdieron su hogar y su sentido de comunidad. No se han visto favorecidos por ellos sino las victimas de una élite que los ignoró. Su voto es una manifestación de rabia contra esa realidad percibida que los hizo ciegos a las falencias de fondo de su candidato y a la falta de propuestas concretas de quien canalizó ese descontento y les dio su voz.
Otra respuesta para explicar la llegada de Trump al poder, es que ganó la narrativa contra la globalización, como una historia que amplificó unos valores muy preocupantes, fundamentada en mentiras y prejuicios que atizaron los instintos de una masa mayoritaria de población blanca afectada por los cambios que se han experimentado en el mundo en las últimas dos décadas. Pero el hecho que Trump haya llegado al poder montado en esas distorsiones, no convierten sus mentiras en verdades incuestionables, ni los comportamientos inadmisibles e inmorales, en conductas positivas para la sociedad.
Un asesor de ex presidente Mitterrand le comentaba al New York Times esta semana: “estamos viendo la era de la insurrección electoral. Y a menos que las élites francesas escuchen las tensiones sociales y entiendan el apego de la gente a la seguridad, la identidad, y soberanía , este fenómeno se va a ver en Francia en el 2017”.
Hay algo que no admite cuestionamiento: los resultados de la votación por Trump generan una gran sombra sobre el estado de la democracia en el mundo y en particular, del sistema político norteamericano. La horrenda narrativa que le dio voz a la ira de la gente blanca, que hoy se siente perdida en su propio país y traicionada por las élites, no tuvo en Clinton una contra narrativa que los inspirara como lo hizo Obama en su primera elección. Una narrativa que elevara la decencia y la ética en el discurso político para tener un tejido social sano e incluyente.
Lamentablemente la Sra. Clinton no estuvo a la altura de este reto de liderazgo para articular esas aspiraciones porque ella misma representó muchos de los anti valores que hoy minan la credibilidad del sistema bipartidista norteamericano. Lo mismo le pasó a Cameron en GB y Santos en Colombia. Dirigentes políticos desconectados de la realidad e incapaces de inspirar el lado bueno del ser humano.
El espacio vacío que dejó Clinton lo lleno Trump, quien aprovechó la desorientación y el sentido de pérdida de millones de blancos de las clases media y baja americana, para “ganar” a cualquier costo la presidencia. Despertó las pasiones más obscuras de esta gente utilizando el miedo, las mentiras y dando muestras de comportamientos inadmisibles en una sociedad tan diversa como la norteamericana. En el camino minó los pilares esenciales para el buen funcionamiento de la democracia en su pais.
Le apostó y ganó, a que su comportamiento irresponsable e inmoral, iba a ser aceptado impunemente bajo los mismos estándares laxos con los que se aplauden a los ídolos, de pies de barro, del mundo del entretenimiento, donde Trump encontró el espacio ideal para su ego y personalidad. Y en este tema los medios deben de asumir su gran responsabilidad.
El racismo, la xenofobia, la arrogancia, el despreció e irrespeto a las mujeres, el miedo al cambio que no se entiende, han encontrado en las redes sociales, los espacios ideales para que la gente, que tiene estas tendencias, se reúnan con sus homólogos y puedan encontrar legitimidad social que de otra forma no tendrían. Trump se convirtió en el megáfono que amplificó esta realidad.
Estos espacios digitales se convirtieron en las cajas de resonancia para los comentarios que antes se hacían en privado. La tecnología y el derrumbamiento de los filtros tradicionales de la sociedad, que antes moderaban su tono, los han convertido en noticias vírales que alimentan todo el proceso que hoy compromete los fundamentos mismos del sistema democrático.
Se ha corrido el velo que tapaba aspectos tremendamente cuestionables de la sociedad norteamericana, que estaban latentes y que los analistas no quisieron ver. Estos se convirtieron en los motores de un cambio cuyas consecuencias se verán más adelante.
Como comentaba otro analista en el Washington Post, estas elecciones, sin parangón en más de doscientos años de democracia en los Estados Unidos, muestran a una sociedad profundamente dividida, y ansiosa por su futuro que no comprende. Es una elección que refleja un problema cultural muy profundo, al rededor de sistema distintos de creencias y de valores para enmarcar la realidad.
Estados Unidos es un país que ha quedado dividido en dos. 60.7 millones de ciudadanos de ese país, profesan los valores de la inclusión, la diversidad, la apertura a la ciencia y las nuevas tecnologías, la igualdad racial y de género, honrar los compromisos, acceso a la salud, el papel regulador del Estado, la libertad del comercio y de culto. Estos votantes creen que el cambio climático es una realidad. Piensan que estos valores son fundamentales para garantizar el tejido social, la prosperidad de su nacion y mantenga a su país como referente para las democracias en el mundo. A pesar de haber sido mayoría del voto popular, perdieron por el absurdo diseño electoral.
Pero las elecciones del pasado 8 de noviembre mostraron que hay otro grupo de menos de 60 millones de votantes, que ven al mundo a través de otros valores muy opuestos. Creen en un país cerrado al mundo, donde se legitima la tortura, la supremacia blanca, el machismo, el racismo, y el fanatismo religioso y la discriminación contra la mujer.
Para muchos de los votantes por Trump, que posiblemente no profesan de fondo estos valores que él personifica, sus comportamientos que los reflejan, no fueron lo suficientemente alarmantes como para cambiar su voto por él y llevarlo a la Presidencia. Primo el darle una patada al establecimiento, que tener a alguien de su calaña, dirigiendo los destinos de su país. Lo más asombroso: el 53% de las mujeres blancas votaron por Trump.!!!
Dentro de este segundo grupo, hay personas que desconocen el impacto del cambio climático, la falta de acceso a la salud de millones de personas que no pueden pagar, el papel del Estado como ecualizador, el peligro de personajes como Putin en Rusia, y el respetar los acuerdos en un mundo multipolar. Creen que parados en esta visión del mundo “we make America great again”. Y a pesar de haber sido minoría en el voto popular, ganaron la elección gracias al diseño del Colegio Electoral.
En resumen, los resultados de la elección de Trump, muestra una sociedad aturdida por las pobres alternativas que les presenta el sistema político que tienen, insegura de su sitio en el mundo, e incómoda de las minorías que son sus vecinos porque los ven distintos y distantes. En ella hay gente que rechaza entenderse y relacionarse con personas que tengan una visión diferente del mundo.
La consecuencia de la elección americana, es la desconfianza en los partidos, y las instituciones que preservan la arquitectura esencial para cualquier sociedad. Su costo puede ser irreparable. Con Trump en la Presidencia, se han abierto las puertas a formas totalmente cuestionables de conducta, que hubieran sido inadmisibles en otras épocas y acabado con la carrera de un político tradicional.
Con un modelo de rol tan reprochable como es Trump, se le va dar patente de corzo a los machistas, los racistas, los xenófobos, y quienes mienten como forma de vida. “¿Cómo me pueden reprochar mi comportamiento cuando mi héroe, que es igual a mí, está en la Casa Blanca?” Es una demostración de que toda mala obra tiene un premio y no un castigo. De razón que los debates presidenciales fueron vetados para menores de edad !!!. La proliferación de actos violentas en estos días demuestran lo que se puede venir por esta razón.
Una reflexión adicional. El no formar ciudadanos para la democracia tiene un altísimo costo para la sociedad. Como dice Martha Nussbaum en su libro Emociones Políticas, esta formación significa generar una emocionalidad política que beneficie el desarrollo material igualitario en la comunidad. Para Nussbaum, emociones como el miedo, la envidia y la vergüenza, son barreras para la formación de una ciudadanía “compasiva y menos violenta”.
Al no tener ciudadanos formados para la democracia, se abren las puertas para los demagogos y populistas como Trump. Por esta razón, las élites políticas se encuentran desconcertadas y no saben que camino tomar.
La falta de un liderazgo orientador, que esté a la altura de los cambios de la sociedad contemporánea, es un inmenso vacío que explica el porqué los ciudadanos menos educados, son los más vulnerables a ellos porque no los entienden. Al sentirse víctimas del “sistema, los políticos, los emigrantes, etc., etc..” respaldan a quien les ofrece volver a lo conocido, así sea a costa de temas tan centrales como la verdad y la ética.
La respuesta emocional de ira, resentimiento y miedo, es un anestésico muy peligroso que adormece la moral y el uso de los principios, como marcos del comportamiento ciudadano. La naturaleza humana abraza los discursos de odio cuando se quiere culpar a otros de los problemas propios y que no se entienden.
Surgen algunas paradojas con la elección de Trump: un personaje que llega a la presidencia y va a nombrar al fiscal general cuando ha sido un transgresor sexual y un evasor de impuestos. Alguien que atacó a un juez federal por ser mexicano pero quién va a nominar a una persona para llenar la silla vacía en la Corte Suprema de Justicia. Y una muy triste paradoja: mientras a los hombres se les excusa por su mal comportamiento y salen impunes, a las mujeres se las acusa por sus errores como se acaba de demostrar en esta elección tan particular.
La paradoja mayor: mantener el respeto por la institución de la Presidencia como piedra angular del sistema político pero despreciar a su ocupante porque refleja los anti valores que le han dado sentido y admiración a ese mismo sistema. Todas estas paradojas son muy difícil de asimilar…
Y aquí me surge la pregunta más fundamental con la llegada de Trump al poder del la primera potencia mundial. ¿Su asenso a la Presidencia significa que hemos abierto nuevamente la caja de Pandora que se abrió en los años 30 con la elección de Hitler?. Un acto democrático acompañado de hechos violentas, que arrasó de un tajo el marco de la ética personal y publica que debe normar las conductas y las relaciones de los seres humanos en una sociedad. Si el modelo de rol es un tipo como Trump cualquier cosa puede pasar cuando no hay sanción social.
Es triste que una sociedad abierta y basada en la tolerancia, faro de la libertad en el mundo, como hasta ahora habían sido los Estados Unidos, se esté convertido en una sociedad excluyente, miedosa de su futuro, incapaz de reconocer sus logros y abierta a llevar a Trump a la primera posición de sus pais. Y para rematar: una tremenda fuente de inestabilidad internacional.
Es un pésimo síntoma de un cambio de paradigma que se está viendo a nivel mundial: “La política ha dejado de ser un asunto de ideas para convertirse en la exaltación de los bajos instintos del ser humano. Y que trágicamente la democracia que le enseñó al mundo la importancia de las minorías y de la diversidad étnica y sexual está al borde de colapsar.” Maria Ximena Duran.
“Cuando la gente se comporta más inteligentemente que quienes los representan, es hora de revisar de fondo el estado de nuestro sistema político y su impacto en la sociedad hacia adelante, particularmente cuando las democracias modernas están amenazadas por fuerzas externas que les han declarado la guerra” Silvie Kauffman NY Times.
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