Me refiero a Duque en estos términos, porque me queda muy difícil pensar que, si llegara a ser elegido presidente, pudiera declarar su independencia de Uribe quien es su mentor. Como lo dice el refrán popular: “al perro no lo capan dos veces”. Después de todo, la experiencia de Uribe con Santos, debió de pesar muchísimo en el momento de ungir a su candidato porque lo podía controlar
Y como también lo han evidenciado varios analistas, en el curso de esta larga campaña electoral, Petro y Uribe tienen personalidades muy similares, a pesar de su diferencias ideológicas. Y como suele suceder, estas características personales una vez en el poder, tienden a definir para bien o para mal, los acontecimientos y el rumbo de una sociedad.
Hace unos semanas, escribí un Post titulado: “Líder o caudillo” , donde entre otras consideraciones, mostraba los rasgos que distinguen a los dirigentes políticos que han caracterizado principalmente a los caudillos latinoamericanos. En estas elecciones estamos enfrentados a una votación, donde el caudillismo populista será un factor determinante de los resultados finales, y donde Petro y Uribe serán sus principales exponentes.
Decía en ese blog: “ Por lo general, estas personas las caracteriza el ser carismáticas, tener un liderazgo autoritario y una gran influencia. Gozan de gran popularidad y apoyo de las masas, y acumulan mucho poder. Por su comportamiento, son personas que muy fácilmente generan pasiones extremas. Les encanta ser los focos de atención y de la adulación de los demás”.
Dadas las consideraciones anteriores, es pertinente hacerse una pregunta fundamental: si elegimos a cualquiera de los dos extremos que hoy puntean en las encuestas, representados por Petro y Uribe, este último por interpuesta persona, ¿qué es lo que realmente está en juego en esta votación?.
Estaba saboreando esta pregunta, cuando me metí de lleno a leer un libro titulado “Porque muere la democracia” de Steven Levinsky y Daniel Ziblatt. A lo largo de sus nueves capítulos, hacen un repaso histórico de los casos donde la democracia ha sido cooptada por medios no violentos, dándole paso a figuras autócratas y populistas, donde sus rasgos encajan dentro del perfil del caudillo descrito en el blog que ya mencioné.
Me parece que este libro, debe de ser una lectura obligada, para entender mejor las dinámicas populistas que hoy están socavando cada vez más a los sistemas democráticos en el mundo. Explican muy bien los fenómenos políticos, como el Brexit en el 2017, y la llegada al poder de Trump.
Según estos dos profesores de Harvard, las democracias pueden morir, sin que sea necesario el uso de la fuerza. Es frecuente que hayan sufrido un golpe mortal a manos de los dirigentes que fueron elegidos legalmente, utilizando a las elecciones como llave de entrada para tomarse el poder, y quedarse indefinidamente con él. Son personas que han hecho uso del proceso democrático en su propio beneficio.
En la primera mitad del siglo XX, hubo dos ejemplos muy notables en Europa: la llegada de Hitler y de Mussolini al poder. En estos dos casos, como muchos otros que se produjeron posteriormente, (ejemplo el caso emblemático de Chávez en Venezuela), la democracia fue erosionada lentamente y de una manera no muy visible para la sociedad. Es como un virus que va infectando y debilitando lentamente al paciente hasta que este no se puede defender.
El gran peligro de los movimientos populistas en el mundo, es que le abren las puertas a autócratas como Chávez y Maduro. Estos personajes, utilizan hábilmente los mecanismos de las instituciones creadas para defender la democracia, y acabarla por adentro. Es similar a lo que sucede con el sistema inmunológico del cuerpo, cuando este ataca a la células buenas, y destruye la capacidad de combatir la enfermedad.
El peligro de la llegada de un autócrata o caudillo al poder, es el uso que hace de las herramientas que le ofrece el sistema que pretende destruir. Como un camaleón, disfraza sus verdaderas intenciones detrás un barniz de democracia, mientras destruye su esencia minando efectivamente toda la institucionalidad.
La historia nos muestra que los demagogos extremistas aparecen de tiempo en tiempo, y en todas las sociedades, aún en aquellas que tienen sistemas democráticos saludables y maduros.
El caso venezolano con Chávez, es muy ilustrativo de la partitura que se ha visto repetida recientemente en Polonia, Hungría, Filipinas, Turquía y Rusia. Tan pronto fue elegido, buscó convocar una Asamblea Constituyente para reescribir la Constitución. A partir de ese momento, lentamente fue minando la institucionalidad, purgando a las Fuerzas Armadas, nombrando jueces de bolsillo y amenazando a los medios y a los empresarios que se le oponían a su “revolución bolivariana”.
Las acciones de estos autócratas populistas tienen otras cosas muy peligrosas en común. Por ejemplo, buscan generar una división profunda en la sociedad. Su discurso es muy conocido: “Ellos son los malos y son los responsables de todos nuestros problemas. Nosotros hemos sido las victimas de la explotación de las elites corruptas y de una conspiración capitalista internacional”. Así, se establece el escenario, donde el caudillo autócrata es el “salvador”, que busca mejorar el sistema y acabar con la desigualdad y la corrupción. El si sabe que es lo mejor para el pueblo que quiere proteger.
Los autócratas elegidos, ya sea de derecha o de izquierda, destruyen la democracia nombrando a sus cómplices en las cortes, utilizándolas como armas en contra de los opositores; callan a la prensa y amenazan a los empresarios con expropiarlos; modifican las reglas de juego a su favor para anular a la oposición. La paradoja de la destrucción de la democracia por parte de los autócratas, es que utilizan a las mismas instituciones para lograr su propósito que es permanecer en el poder.
Y como lo demuestra el caso de Venezuela, el resultado no pudo ser más nefasto. Una nueva elite corrupta de “boliburgueses” remplazó a la anterior, robando a manos llenas y empobreciendo a quienes supuestamente querían ayudar. Y de paso, destruyeron la institucionalidad y la capacidad productiva de un país, que paradójicamente es el más rico en recursos naturales de AL.
El proceso de destrucción en Venezuela se dio a la luz del día. Lo hizo Chávez repartiendo prebendas mientras los precios del petróleo estuvieron por las nubes. Y mientras tanto, se mantenía la sensación de legalidad utilizando las elecciones para legitimar el poder y dar la ilusión de que había todavía un sistema democrático operando. A Venezuela le pasó lo mismo que al sapo, que lo hierven lentamente sin que se le disparen las alarmas, pero que cuando ya se da cuenta, es muy tarde porque no puede reaccionar.
¿Cómo evitar que suceda un proceso de deterioro tan fundamental a la luz del día?. Los autores del libro son contundentes: hay que contar con líderes políticos creíbles y con los partidos que los respalden para que defiendan a la democracia. Pero también, se necesita que los ciudadanos se apropien conscientemente del tema para que no se dejen engañar. Finalmente, son los más beneficiarios o los más grandes afectados, si no lo hacen bien. Y si no, que le pregunten a los millones de venezolanos que han salido huyendo de su país.
En estos momento tan confusos y peligrosos, también hay que entender que no es suficiente contar con unas instituciones fuertes para defender la democracia y enfrentar a los autócratas que la quieren socavar. Además, se requiere que haya líderes y partidos que sean respetados y que estén comprometidos con la defensa de la democracia, y con el respeto a las normas formales e informales, para que la sociedad funcione bien bajo este régimen.
En el caso de la democracia norteamericana, hay dos normas no escritas que han sido fundamentales para su sostenimiento y que hoy se encuentran muy amenazadas. Aceptar al adversario político como legítimo y el ejercer el autocontrol cuando se está temporalmente en el poder con los instrumentos del Estado. La democracia en los Estados Unidos está siendo vulnerada por el proceso de deterioro en estas dos normas, y cuya manifestación más clara, fue la llegada de Trump al poder.
Como bien lo señalan los autores del libro, las normas de la tolerancia y el autocontrol, sirven como protectores de la democracia, evitando que haya una lucha partidista a muerte y una gran polarización. Este ha sido el caso que ha destruido a las democracias en diferentes partes del mundo, como sucedió en Europa en los años 30, y en Suramérica los años 60 y 70 el siglo pasado.
Si aceptamos como válido el análisis que he hecho, tenemos un grave problema para nuestra frágil democracia en Colombia. La estúpida confrontación entre Santos y Uribe por el tema de la paz, sumada a los escándalos de corrupción, han minado profundamente la confianza en los políticos y los partidos tradicionales, así como en las instituciones. También, se han violentado las normas escritas y no escritas, como sucedió en los Estados Unidos. Como resultado, se ha creado el escenario ideal para que aparezcan los populistas de izquierda y de derecha como la única solución.
Por lo tanto, no es de extrañar que tengamos liderando las encuestas a Duque en representación de Uribe, persona sin experiencia que aterrizó de la noche a la mañana en el escenario nacional. Y que haya una alta posibilidad, si es elegido presidente, que a pesar de sus buenas intenciones y carácter aparentemente conciliador, no tenga la independencia para frenar a su mentor, porque Uribe no se lo va a permitir. Y ya vimos cómo reacciona este caudillo cuando siente que lo han traicionado.
Tampoco, nos debe extrañar ver al astuto Petro rencuachado, a pesar de haber salido muy desprestigiado como alcalde de Bogotá. Con su oratoria, ha logrado convertirse en el vocero de mucha gente descontenta con la situación actual. A estas personas, no parece importarles para nada su talante autocrático y solitario, su muy pobre ejecutoria como alcalde, ni su tendencia creciente a incitar la lucha de clases y a denigrar de sus opositores. Esto se evidenció una vez más en su intervención de cierre de campaña en la Plaza de Bolivar esta semana.
Es cada vez más evidente que Petro sigue al pie de la letra la partitura de su mentor Chávez y tiene todos los rasgos de un autócrata populista que amenazan a la democracia pero se sirve de ella. Yo puedo aceptar que tenga posturas ideológicas distintas, lo cual es parte de las reglas de juego de la democracia y que las defienda con vehemencia. Pero lo que nunca podré aceptar de su visión del mundo, es el uso irresponsable de la la lucha de clases, para despertar pasiones y odios, en una sociedad que necesita sanar con urgencia sus heridas después de tantos años de violencia. Y menos de una persona que supuestamente se había puesto a favor de la paz. Estas posturas son las que matan a una democracia.
Quiero concluir es Post con la pregunta con la que inicie. Si estamos eligiendo entre el caudillismo populista de derecha o el de la izquierda ¿qué es lo que realmente está en juego en la votación del próximo domingo?. La respuesta me parece que es más clara: nos estamos jugando el seguir desarrollando nuestro sistema democrático, que a pesar de sus múltiples imperfecciones, es infinitamente mejor que tener regímenes autocráticos de izquierda o derecha. Y si no miremos una vez más a Venezuela.
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