Por: Francisco Manrique
En un Post anterior sobre el diálogo, me referí al papel que están jugando los jóvenes en la situación actual del país. Están gritando para que les abran espacios los de las generaciones que los preceden, para que puedan participar y los podamos oír. No solo es necesario sino es lo qué hay que hacer para poder tender puentes que nos permita construir juntos una historia diferente para nuestro país.
Por esta razón he invitado a Juan David Quintero, joven profesional del 27 años a compartir sus reflexiones sobre la realidad actual. Juan David Quintero, abogado, ex edil de Usaquén y líder de “Juntos”, un movimiento para fomentar nuevos liderazgos en el servicio público
Sindicatos, universidades, fuerzas políticas, curiosos, todos marchando juntos pero cada quién con su dolor particular. Algunos gritaban contra la reforma tributaria, otros contra la reforma a la salud, otros acusaban a Uribe de “paraco” y a Duque de “inútil”. El único elemento común era su rabia. Su indignación y su molestia eran tan tangibles como el sol que calentaba el pavimento samario.
Pensé que era una marcha que en sí misma era una contradicción. ¿No a la reforma tributaria, pero, unos pasos más adelante exigen Ingreso Solidario? Instantes después una pancarta me aclaró el horizonte: “Queremos vivir, no sobrevivir”. Al verla, sentí que se me iluminaba la razón: la Marcha no es contra la nada en concreto; es sobre todo lo concreto. Es un sentimiento de indignación que se reduce a que somos un país indignado que como dicen en el Caribe: ¡Botó el chupo!
Al igual que los tiburones que empiezan a dar círculos sobre sus presas antes de atacar, empecé a ver a algunos marchantes correr de un lado para otro con sus caras y brazos tapados pasándose cosas entre ellos a sus pequeños morrales en sus espaldas. Posibles vándalos pensarán algunos, no lo sé. Solo vi una mayoría pacífica caminar al lado de policías que acompañaban la gran caminata.
Al preguntarme nuevamente por el futuro, luego de la marcha, y pensar qué hacer para tranquilizar, no a una Marcha en Santa Marta, sino un país en Marcha, concluí cuatro ideas fundamentales:
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- Vivíamos una crisis de liderazgo.
Se nos hizo creer a los jóvenes que por ser jóvenes éramos buenos y erradamente creímos que nos las sabíamos todas. La realidad de un presidente “inexperto”, porque experto debe venir de experiencia, elegido por ser el de Uribe; de un equipo no de expertos con experiencia, sino de “amigos”, como es el caso con Daniel Palacios, el Ministro del Interior. Es él quien, se supone, debería enfrentar las crisis, como hizo Serpa con Samper, Valencia con Uribe, Cristo con Santos o Echandía con López Pumarejo. Estamos siendo gobernados por jóvenes arrogantes. Arrogancia debería ser la palabra enemiga de los jóvenes, sobre todo a los que queremos liderar.
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- Escuchar más que argumentar.
La gran mayoría estamos de acuerdo con la indignación y listos para apoyar una nueva agenda para Colombia, pero ¿quién la materializa? ¿El uribismo “inexperto” o el petrismo igual de inexperto y, de pronto, hasta más arrogante? Mientras los que estén en el poder no sepan qué hacer con él, los otros sabrán en silencio que la destrucción y el desastre es su combustible para hacerse con él. ¿Qué vamos a hacer los que estamos en el centro de los extremos? Claramente tenemos que dejar de pensar en ballenas y asumir posiciones, reconocer la experiencia que permita escuchar la rabia para ver más allá de ella e implementar las soluciones que pueden ser antídoto de la indignación. ¿Quién será? No podemos perder la esperanza.
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- No es el momento de los economistas o los “técnicos”; es el momento de los políticos.
No podemos seguir creyendo que esto se soluciona pensando en grados de inversión, márgenes gravables o retórica economista de escritorio. Necesitamos líderes, o aún más claro, ¡necesitamos políticos! En la dificultad es que aparecen los verdaderos líderes. Ante la inminente invasión alemana apareció Churchill. ¿Quién será el político que lidere a Colombia en esta crisis?
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- Si los políticos no se mueven, debe ser el momento de las soluciones ciudadanas.
No podemos quedarnos cruzados de brazos mientras los políticos dejan la cobardía y se reencuentran con su espíritu. Desde la sociedad civil debemos unirnos y proponer una nueva agenda, pero nos tenemos que obligar a ver más allá de nuestras narices. Bienvenidos los empresarios preocupados por sus empleados y por su país, no solo pensativos por las pérdidas de los bloqueos. Bienvenidos jóvenes irreverentes, pero conscientes y dispuestos a entender que ni esto, ni nada, es blanco y negro. Bienvenido todo el que quiera con humildad escuchar y proponer cómo salimos de esto trabajando JUNTOS.
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- La nueva agenda para Colombia será la justicia social.
¿Pero qué defenderemos? Las últimas elecciones, y todas las que me han tocado en mi vida, han versado sobre la guerra. ¿Qué hacer con las FARC? ¿Qué hacer con el narcotráfico? ¿La paz de Santos? Pues, queridos lectores, la verdad revelada, el gran secreto de los rabiosos indignados que marcharon en el calor de Santa Marta es la siguiente: la agenda cambió. Las nuevas demandas serán: ¿Cómo hacemos para que Colombia sea un país más justo? ¿Cómo reduciremos la pobreza y la desigualdad? ¿Cómo empezaremos a vivir en un país maravilloso y no más simplemente sobrevivir? ¿Será posible?
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