Por: Francisco Manrique.
En el mi Post anterior, La Globalización, comencé a tratar el tema de la globalización como la segunda tendencia que está cambiando al mundo, después del cambio climático. En este blog sobre el tema, ampliaré la visión de está dinámica que está en el centro de los terremotos políticos que se están observando en diferentes partes del mundo.
Estamos viviendo un momento histórico donde, como ya lo mencioné, el villano es la globalización. Pero en la práctica no hay un acuerdo en cuanto a la definición del problema ni su solución en manos de muchos actores y polos geográficos.
Evidentemente la globalización es un hecho, que al igual que otros grandes cambios de la historia, ha generado unos ganadores y otros perdedores. Y si bien, esta tendencia no es nueva, puesto que tuvo su equivalente a finales el siglo XIX, en la versión reeditada de la actualidad, su impacto y velocidad de desarrollo son mucho más profundos.
A lo largo de la historia, el flujo de intercambio entre diferentes culturas, ha servido para lograr avances significativos, permitiendo compartir el conocimiento y las habilidades, generando cambios que han impulsado la evolución y el avance de la humanidad. En mi opinión, es muy improbable que tengan éxito las tendencias proteccionistas, que hoy se escuchan en contra de de la globalización, ya que esta permite una mayor velocidad en el flujo de ideas y en la adopción de nuevas prácticas que benefician a mucha gente,
Sin embargo, sobra reconocer que hay culturas que se adaptan más rápidamente que otras. Aprovechan mucho mejor los contactos con otros grupos diferentes y tienen la habilidad de asimilar nuevos aprendizajes. Pero hay otras culturas que se sienten amenazadas en contacto con otros, su capacidad de asimilación y aprendizaje, es muy limitada. Las nuevas ideas de otros las perciben como una amenaza contra su propia cultura. Las primeras van a prosperar, mientras que las segundas, van a tener muchos problemas.
En el 2016, la reacción de los gringos y los ingleses en las urnas, en las regiones más atrasadas en esos paises, refleja una realidad: la globalización se percibió como una amenaza a su sentido de identidad y pertenecía. Como no lo entienden y se sienten que han sido desplazados por ella, su instinto ha sido cerrarse antes que abrirse al mundo. Sin un liderazgo a la altura de estos retos que los orienten, una red de contención social que los proteja y los prepare para estos cambios, su capacidad de adaptación se ha quedado relegada.
Pero a pesar de los comentarios anteriores, hay otra razón para sustentar que la globalización no tiene reversa: los avances exponenciales en la innovación de nuevos productos, servicios y modelos de negocios, los flujos de capital y de gente, que han sido impulsados dramáticamente por los cambios tecnológicos y científicos globales.
Es un hecho: desde hace unas dos décadas, el genio del “conocimiento democratizado” se salió de la botella. Hoy, una persona, con un teléfono inteligente, “n” veces más poderoso que un computador hace apenas dos décadas, puede poner patas arriba a industrias establecidas y maduras. El ejemplo más disiente es UBER que está cambiando el negocio de los taxis en el mundo, aprovechando la conectividad y “la inteligencia” envevida en las aplicaciones desarrolladas para este fin.
En otros Posts -(ver lista al final del artículo: Las fuerzas que están cambiando al mundo: el cambio climático – I Parte)- he comentado el crecimiento exponencial que se está viendo en muchas empresas impulsadas por los cambios tecnológicos. En un próximo Post, voy a volver a referir al tema, porque creo que hace mucha falta más pedagogia sobre sus consecuencias. Y también, porque es fundamental entender estos cambios, si queremos aprovechar las oportunidades que se abren o se cierran.
Como consecuencia de las tendencias descritas, muchos aspectos dentro de la sociedad, en el espacio de trabajo y a nivel geopolítico, están siendo afectados y se tienen que re imaginar. Y cuando el cambio es aceleradamente más rápido, y en tantos campos a a la vez, no es de extrañarse que la gente afectada se sienta impotente ante ellos.
Hay una diferencia grande entre el cambio en la velocidad a la que ocurren los cambios, y nuestra habilidad para desarrollar sistemas de aprendizaje en los diferentes campos del quehacer humano. Sin esta capacidad de aprendizaje rápido, no es posible aprovechar sus beneficios, y así tener un mejor seguro contra su impacto individual y colectivo, para asimilar el cambio.
En otros Posts lo he mencionado. Las dinámicas que hoy se están experimentando, por la convergencia simultánea y acelerada del cambio climático, la globalización y la tecnología, explican el tsunami que se está viendo en el campo político y social en la actualidad. Como lo mencionan varios analistas, se constituye probablemente en el desafío de gobernanza más importante en todo el globo.
Al no entender las consecuencias de estas tres grandes tendencias, los políticos están perdidos, las regulaciones se vuelven inoperantes y rápidamente obsoletas, y las instituciones públicas están cada vez más desbordadas por unas expectativas que no pueden cumplir. Esto explica, en buena medida, el porque el 2016 fue un año inolvidable, como lo describí en mi penúltimo blog a finales de diciembre.
Y para agravar el problema, se subvalora y se menosprecia por parte de los políticos, el impacto en la sociedad de los inmensos cambios en la ciencia, la tecnología y la innovación,. La consecuencia: la ola de cambios tan rápidos, que estamos experimentando, no la entienden ni asimilan. Los está dejado el tren de la historia.
Pero el problema es aún mas grave. Estas personas, que ejercen la política con ceguera y en beneficio propio, toman decisiones que afectan a mucha gente. Demagogos como Trump, menosprecian lo que está pasando, para despertar malintencionadamente un rechazo de la gente porque les da réditos electorales. Se aprovechan de la ingenuidad de sus votantes que tampoco entienden lo que sucede, y no tienen quien les abran los ojos.
Pero lo más triste: si los dirigentes políticos tuvieran la curiosidad y la apertura, encontrarían en estos cambios las soluciones a varios de los problemas que enfrentan en sus cargos de poder. Podrían responderle mucho mejor a la ciudadanía para ayudarla a prepararse mejor ante las tendencias descritas, para que no se sientan unas víctimas, sino unos ganadores en el juego del desarrollo del siglo XXI.
Thomas Friedman, en su reciente libro ” Thanks for been late”, hace otra reflexión muy pertinente: “En un mundo en que estamos generando más información y conocimiento, que nuestra capacidad de asimilarlos, es importante entender que estos son valiosos si tenemos la posibilidad de reflexionar sobre los mismos”.
En Davos, sucedió algo que muestra los cambios que se avecinan con la llegada al poder de Trump. Esta semana, el Presidente de la China Xi Jinping, en un discurso de una hora en esta pequeña localidad de los Alpes Suizos, asumió la defensa de la globalización. Quien lo creyera, los comunistas chinos asumieron el papel que tenían los gringos desde finales de la II Guerra Mundial.
¿Porqué asumió esta posición el dirigente chino?. Porque su país ha sido uno de los grandes beneficiado de la globalización. Esta le ha permitido al gigante asiático tener el crecimiento más rápido de la historia de la humanidad, sacando de la pobreza a más de quinientos millones de personas en un periodo de menos de tres décadas. Esto pone a la primera y segunda potencias en una directa confrontación.
Y unas reflexiones finales. El más grande desafío de liderazgo de los próximos años, será enfrentar la ansiedad y resistencia de la gente, que no está preparada y que se siente marginada, por los acelerados cambios que no los han beneficiado a ellos. Son personas que los dejó el tren de la historia. Y la globalización se convertirá en una piedra de discordia que puede generar situaciones inimaginables de efectos impredecibles para mucha gente.
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