Hacer lo correcto: historias de “los justos”

Por: Francisco Manrique.

Mi amigo Carlo Tognato, publicó el artículo en la Silla Vacía, titulado “Paz sin indiferencia, con indignación”. En el se refiere a un evento realizado el pasado 8 de diciembre, al cual yo había sido invitado a participar, pero que desafortunadamente por temas de salud de mi señora, no pude estar presente.

El Dr. Tognato, en la actualidad se desempeña como Profesor Asociado del Departamento de Sociología en la Universidad Nacional, y como director del Centro de Estudios Sociales. Es también Director del Centro Nicanor Restrepo Santamaría para la Reconstrucción Civil, en el cual concurren la Universidad Nacional, la Universidad de los Andes, EAFIT y FLACSO México. Doctor en Ciencia Política de UCLA, es también Faculty Fellow del Center for Cultural Sociology en Yale University.

Carlo me comentó de su iniciativa hace dos meses cuando estaba preparando el evento. Sabía de mi interés por la paz pues hemos compartido varias horas de conversación sobre una visión común que tenemos sobre varios temas. Creemos que en los próximos años, es necesario abrirnos a nuevas aproximaciones, que suponen retar los modelos mentales existentes en nuestro medio, para superar los traumas de un conflicto tan largo como el colombiano.


Tognato Paz Farc

Bogotá, octubre 11, 2016., 2016. AFP PHOTO / JOSE MIGUEL GOMEZ


El siguiente artículo, propone una iniciativa orientada a abrir una conversación muy importante para Colombia, y que tiene unos valiosísimos soportes históricos en la Europa de la post guerra. No es una conversación fácil, y es posible que sea interpretada negativamente, por algunas personas que ven a través de las gafas de nuestra historia de seis décadas de violencia. Sin embargo, creo que con su propuesta, nos quiere invitar a explorar nuevos caminos y posibilidades, para ayudar a sanar las heridas, y trabajar en otras dimensiones que han sido ignoradas hasta la fecha.

En mi blog “Ética y Corrupción” de mayo 2015 escribía: “Las personas utilizan sus valores para tomar la decisión que consideran mejor. Este es el valor de la ética cuando se enfrentan los dilemas que se encuentran en cada bifurcación que hay en el camino de la vida. Con la práctica, lo interesante de este proceso de formación de carácter, es que permite incorporar los valores en las conductas diarias. Cada vez hay menos esfuerzo y desgaste con las decisiones difíciles que uno toma en la vida”.

El artículo del Dr. Donato, plantea el reto que enfrenta una persona que tiene dos opciones, en situaciones de vida o muerte. La primera opción es cumplir con las reglas y lo que es “legalmente” aceptado por una sociedad. En la segunda opción, su conciencia le permite reconocer que hay unos principios superiores que deben de normar su conducta, y que “lo legal”, no siempre es éticamente lo correcto.

A continuación el artículo del Dr Tognato:

“Cuando Europa cayó bajo el yugo nazi-fascista, hubo personas que corrieron riesgos y pagaron altos precios para proteger a judíos, salvándolos así de los campos de concentración. Sin esperar recompensa alguna y sin estar obligado a eso, se apartaron de una indiferencia cómplice y siguieron el impulso de hacer simplemente lo correcto. A esas personas el Estado de Israel se ha referido como los “justos entre las naciones”.

El pasado martes varios miembros de la academia, el empresariado, el gobierno, los medios, la cultura y de la Fuerza Pública, tanto activos como retirados, se reunieron en Bogotá en un foro para discutir la relevancia de esos ejemplos para el caso colombiano y evaluar la oportunidad de contar las historias de los “justos en el conflicto armado colombiano”. Es decir, de aquellas personas que durante las últimas seis décadas asumieron riesgos y pagaron altos precios para salvar a inocentes que no pertenecían a sus propios grupos o instituciones: colombianos que decidieron apartarse de la indiferencia de muchos para hacer simplemente lo correcto.

El objetivo era encontrar, a través de las historias de los justos colombianos, una nueva pedagogía de la valentía civil para lograr cuatro cosas: vencer la indiferencia entre los colombianos; reestablecer lazos de empatía y solidaridad mutua entre ellos; sanar las profundas divisiones dejadas por el conflicto armado; y dotar la ciudadanía con capacidades adecuadas para lograr la no repetición de la barbarie perpetrada en el pasado.

El foro inauguró el Centro Nicanor Restrepo Santamaría para la Reconstrucción Civil, que dirijo, y honró la memoria de Nicanor Restrepo Santamaría, líder empresarial, alto funcionario público, hombre de grandes virtudes cívicas, amigo cercano, atento y partícipe de la academia y de la cultura, y sostenedor convencido de la paz.

Importantes personalidades como Moisés Wasserman, ex rector de la Universidad Nacional de Colombia, grandes líderes empresariales con una profunda sensibilidad cívica, como Antonio Celia, Jorge Londoño Saldarriaga y León Teicher, y funcionarios del gobierno, como Myriam Méndez, Coordinadora de Pedagogía y Construcción de Paz en la Oficina del Alto Comisionado para la Paz, reconocieron el valor de la historia de esos “justos en el conflicto armado colombiano” como un recurso útil para formar la ciudadanía en contra de la indiferencia y para propiciar mayor solidaridad entre los colombianos.

El foro pudo contar también con el testimonio inspirador del Coronel retirado Carlos Alfonso Velásquez, quien sirvió en el Urabá Antioqueño en los 1990s. En ese tiempo, dándose cuenta de que en esa región el Ejército estaba persiguiendo a las FARC y no a los paramilitares, durante 5 meses acopió evidencias y las consignó en un informe en mayo de 1996 dirigido al entonces comandante del Ejército, el General Harold Bedoya. Después de eso, una investigación fue iniciada en su contra y posteriormente fue llamado a calificar servicios. Velásquez decidió entonces hacer públicas sus denuncias a través de los medios de comunicación.

En general, el foro ofreció abundantes motivos de optimismo, pero también dejó a los asistentes con una impresión marcada de que no todos aprovecharon esta oportunidad de generar una narrativa más incluyente en el país. Miembros de la Fuerza Pública y del Ministerio de Defensa desestimaron el ejemplo de aquellos colombianos, que a lo largo del conflicto armado, se apartaron de la indiferencia frente a la barbarie, y asumieron riesgos con costos personales muy altos, para salvar las vidas de personas que no pertenecían a sus propios grupos o instituciones.

El objetivo era encontrar, a través de las historias de los justos colombianos, una nueva pedagogía de la valentía civil para lograr cuatro cosas: vencer la indiferencia entre los colombianos; reestablecer lazos de empatía y solidaridad mutua entre ellos; sanar las profundas divisiones dejadas por el conflicto armado; y dotar la ciudadanía con capacidades adecuadas para lograr la no repetición de la barbarie perpetrada en el pasado.

El foro inauguró el Centro Nicanor Restrepo Santamaría para la Reconstrucción Civil, que dirijo, y honró la memoria de Nicanor Restrepo Santamaría, líder empresarial, alto funcionario público, hombre de grandes virtudes cívicas, amigo cercano, atento y partícipe de la academia y de la cultura, y sostenedor convencido de la paz.

Importantes personalidades como Moisés Wasserman, ex rector de la Universidad Nacional de Colombia, grandes líderes empresariales con una profunda sensibilidad cívica, como Antonio Celia, Jorge Londoño Saldarriaga y León Teicher, y funcionarios del gobierno, como Myriam Méndez, Coordinadora de Pedagogía y Construcción de Paz en la Oficina del Alto Comisionado para la Paz, reconocieron el valor de la historia de esos “justos en el conflicto armado colombiano” como un recurso útil para formar la ciudadanía en contra de la indiferencia y para propiciar mayor solidaridad entre los colombianos.

El foro pudo contar también con el testimonio inspirador del Coronel retirado Carlos Alfonso Velásquez, quien sirvió en el Urabá Antioqueño en los 1990s. En ese tiempo, dándose cuenta de que en esa región el Ejército estaba persiguiendo a las FARC y no a los paramilitares, durante 5 meses acopió evidencias y las consignó en un informe en mayo de 1996 dirigido al entonces comandante del Ejército, el General Harold Bedoya. Después de eso, una investigación fue iniciada en su contra y posteriormente fue llamado a calificar servicios. Velásquez decidió entonces hacer públicas sus denuncias a través de los medios de comunicación.

En general, el foro ofreció abundantes motivos de optimismo, pero también dejó a los asistentes con una impresión marcada de que no todos aprovecharon esta oportunidad de generar una narrativa más incluyente en el país. Miembros de la Fuerza Pública y del Ministerio de Defensa desestimaron el ejemplo de aquellos colombianos que a lo largo del conflicto armado se apartaron de la indiferencia frente a la barbarie y asumieron riesgos y costos personales para salvar las vidas de personas que no pertenecían a sus propios grupos o instituciones.

El Ministerio de Defensa, y desde la audiencia un coronel retirado, asesor del Ejército en memoria histórica, sugirieron en el foro que son “justos en el conflicto armado colombiano” todos los miembros de la Fuerza Pública que no incurrieron en crímenes de lesa humanidad y que no colaboraron con los paramilitares – que serían, por supuesto la mayoría. Aunque el apego a las reglas por parte de esta mayoría es una buena cosa, lo cierto que no todos en esa mayoría estuvieron dispuestos, como el Coronel Velásquez, a arriesgar su carrera para denunciar hechos moralmente y socialmente inaceptables que estaban ocurriendo y afectando la vida de miles de comunidades vulnerables. No todos alzaron la voz con vehemencia para rechazar el paramilitarismo, así como no todos en la izquierda alzaron la voz a tiempo para rechazar la violencia perpetrada por las guerrillas.

A finales de los años 1960s los jóvenes alemanes les preguntaban a sus abuelos que vivieron durante el nazismo: ¿Dónde estabas tú, abuelo? Y ¿qué hiciste o que dijiste tú cuando los nazis expulsaban a los judíos de los colegios, de las universidades y de los lugares de trabajo, o cuando terminaron sacándolo de sus casas, fusilándolos y botándolos en fosas comunes o exterminándolos en las cámaras de gas?

Al desconocer los actos de valentía en suscitas por parte de quienes si hablaron algo para no quedarse en una indiferencia moral mente sucia mente cómplice, el establecimiento de seguridad de Colombia está perdiendo una oportunidad estratégica para el país.

La intervención de la Policía Nacional en el Foro permitió entender por qué: cumplir simplemente con la ley y con los reglamentos a veces no es suficiente para evitar daños a inocentes. De hecho, ser indiferente puede ser totalmente legal, pero moralmente y socialmente equivocado. Es por eso que el ejemplo de los justos en el conflicto armado colombiano es tan importante: cuando unos estándares legales están por debajo de ciertos estándares morales y sociales, cumplir con los primeros es necesario, pero no suficiente. Si una institución busca alcanzar altos estándares morales y sociales, sus integrantes tienen que poder hacer lo correcto, lo cual en esos casos implica hacer más. En el mundo empresarial las organizaciones más exitosas han reconocido este punto desde ya dos décadas.

Desconocer esa diferencia, muy oportunamente evidenciada por la Policía Nacional, tiene dos consecuencias. Primero, las Fuerzas Armadas aparecen como si estuvieran insensibles al valor moral y social que conlleva la superación de la indiferencia frente al mal cada vez que el cumplimiento de unas normas legales por sí solo no alcanza para hacer lo que es socialmente y moralmente correcto. Segundo, las Fuerzas no tendrían mayor incentivo en desplegar mecanismos, procedimientos y acciones que pudieran fomentar una cultura organizacional al su interior capaz de motivar a sus integrantes a hacer más cada vez que una indiferencia legalmente admisible llevara a hechos moralmente y socialmente objetables.

Quizás figuras de avanzada en las Fuerzas Armadas como los Generales Alberto Mejía y Javier Flórez podrían aportar su sensibilidad y su experiencia para vislumbrar caminos viables para poder avanzar la conversación. Es posible que la postura de los militares, algo defensiva, tenga que ver con los temores legales – específicamente demandas contra el Estado – por cuenta de historias que dibujen a las Fuerzas como si hubieran omitido su deber constitucional de proteger a todos los colombianos. Esto tendría implicaciones reales: una andanada de costosas demandas legales al Estado. Por eso, su cautela es algo entendible. Sin embargo, en términos puramente estratégicos los costos de largo plazo que derivan del actual atrincheramiento sobrepasan los beneficios de corto plazo.

Si las Fuerzas Armadas querrán ocupar un espacio importante en una Colombia en paz, tendrán que convencer a los colombianos de que sí entienden el sentido profundo de un alto compromiso moral y social. Es difícil imaginar que lo puedan lograr abaratando la figura misma del “justo”, como hicieron en el Foro el pasado martes, y eludiendo completamente la pregunta de “dónde estabas tú y qué hacías o qué decías cuando escuchabas que unos de tus compañeros estaban metidos en ciertas cosas moralmente inaceptables o que las apoyaban en sus acciones o simplemente en sus palabras, no solo en los teatros de operaciones, sino también en las cafeterías, en las áreas de descanso o en conversaciones nocturnas tomando cerveza o fumando cigarrillos?” Para poder reivindicar el más alto compromiso moral y social, hacer propaganda no es suficiente. Las Fuerzas Armadas tienen que tomar en serio la pregunta y ofrecer repuestas razonables, porque hay un trecho muy corto entre la banalización de los conceptos y la banalidad del mal. No pueden pretender que no entienden, que no han reflexionado y que no tienen respuestas razonables en relación a la diferencia entre complicidad legal y complicidad moral o social en hechos atroces. Los más altos representantes de las Fuerzas Armadas de Colombia o del Ministerio de Defensa no pueden quedar satisfechos con ciertas respuestas tan baratas.

Atrincherarse hoy desechando la figura de los “justos en el conflicto armado colombiano”, además, no tiene solamente implicaciones de largo plazo sobre la legitimidad de las Fuerzas Armadas. Como he mencionado anteriormente, esas Fuerzas y el Ministerio de Defensa buscan desconocer a las historias de los “justos” para evitar unas demandas legales en contra del Estado. No consideran, sin embargo, que esas historias son al mismo tiempo historias de “víctimas”, así que es muy probable que las demandas legales ya le vengan encima al Estado por ese lado. Así, para evitar unos costos de corto plazo que podrían ser inevitables, las Fuerzas y el Ministerio desperdician hoy potenciales beneficios estratégicos de largo plazo para todo el país. Su oposición a la figura de los “justos” desecha un dispositivo narrativo novedoso que durante la próxima década nos permitirá generar anticuerpos en la sociedad colombiana frente a los radicalismos de derecha e izquierda que pudieran poner en peligro la democracia y la paz.

En este último punto ésta la visión estratégica que ha motivado el Foro sobre los “justos en el conflicto armado colombiano” el pasado 6 de diciembre. El Foro ha emprendido una primera acción para llevar a diferentes espacios institucionales del país – educación, empresariado, sociedad civil, cultura y Fuerza Pública – una nueva pedagogía de la valentía civil con el fin de inocular en la ciudadanía colombiana un antídoto en contra de la indiferencia y con el propósito de contribuir por ese camino a prender nuevamente los motores de la empatía mutua y de la solidaridad entre los colombianos. Ojalá el Ministro Villegas pueda sumar su Ministerio a este ejercicio de reconstrucción de un tejido civil lacerado por tantos años de conflicto.

Una paz y una democracia estables y duraderas demandan que se cultiven entre los ciudadanos, y también entre los funcionarios del Estado, ciertas emociones. La animadversión hacia la indiferencia y la indignación frente a ella son fundamentales”.

El Dr. Tognato abre un debate sumamente interesante y pertinente cuando se inicia una etapa relacionada con la Memoria Histórica y los dilemas morales que tenemos que enfrentar hacia adelante. Ante el exterminio de miles de judios, el protagonista militar de la película: la “Lista de Schindler” de Steven Spielberg, toma la decisión de salvar a mucha gente yendo en contra de las órdenes “legales” del régimen nazi. Este es un ejemplo relevante para entender mejor la propuesta de las historias de ” los justos” que hay en Colombia.

Difícilmente se puede estar en desacuerdo con la decisión que tomó el protagonista de esta película porque “hizo lo correcto”. El mensaje: lo legal no es necesariamente moral. Sin embargo, la reacción de algunas personas en el evento del pasado 8 de diciembre, pertenecientes a las Fuerzas Armadas, no estuvieron de acuerdo con la propuesta de Tognato. Su argumento es que “los justos” son todos los miembros que actuaron con forme a las reglas, y cumplieron con las órdenes recibidas. Me pregunto: y si son inmorales ¿ se deben obedecer?

A la luz de lo anterior, el caso del coronel Velázquez, presentado en el evento del 8 de diciembre, es un ejemplo para Tognato de alguien que se atreve a ir en contra de normas no escritas de la institución castrense. Esta decisión le costó su carrera militar. Tomó la decisión ética que su conciencia le indicaba a pesar del alto costo que iba a pagar por ello. Y aquí cabe una pregunta: ¿ su actuar se puede considerar una tradición a la institución, o es un ejemplo muy pertinente de “un justo” que también quiso hacer lo correcto?.

Este tipo de debates y reflexiones estarán siendo cada vez más comunes en los próximos meses y años, donde los dilemas éticos y morales, confrontarán a la sociedad colombiana con su pasado. Es una oportunidad para que aprendamos y le demos una mayor altura al análisis de lo ocurrido, dentro de un marco no solo jurídico, sino también ético.


 

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