Un momento histórico como el actual se caracteriza por ofrecer un entorno VICA (volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad). Esto significa que la palabra CAMBIO, que siempre ha estado presente, ahora se ha vuelto en una compañera permanente del viaje a nivel personal, organizacional y social. Y la pandemia le ha impreso una mayor velocidad. Esta dinámica ha desbordado la capacidad de adaptación de la mayoría de las personas y ha generado una gran desorientación.
Para enfrentar esta situación, el ejercicio del liderazgo es fundamental. Se necesita para minimizar los daños y aumentar las posibilidades de superar los efectos que la pandemia ha generado. Pero también, se requiere para ayudar a identificar las oportunidades que siempre aparecen en el horizonte, después de los grandes cambios y disrupciones, como los que se están experimentando en la actualidad. Por esta razón, es pertinente preguntarse que se ha puesto en evidencia en este campo y cuáles han sido las consecuencias.
A nivel político, en nuestro hemisferio, ha sido protuberante el vacío monumental de liderazgo que se ha visto en países como los Estados Unidos, México o Brazil. El costo en vidas humanas y en destrucción de valor económico ha sido inmenso. Tendencias que ya venían en marcha, como la desistitucionalización del Estado y la caída dramática de la confianza, se aceleraron con unas consecuencias cuyo impacto hoy es muy temprano para evaluar.
A nivel de las empresas, la pandemia paralizó las actividades económicas por muchos meses, y las ha sometido a unas condiciones sin antecedentes. Miles de empresas han cerrado sus puertas, otras tantas están tratando de sobrevivir. Solo algunas, se han beneficiado de las circunstancias, como ha sido el caso de las empresas de tecnología.
El tsunami del covid – 19 ha puesto a prueba el liderazgo de la alta dirección de las organizaciones, así como el de las juntas directivas, en su rol de acompañamiento a las equipos directivos, y de evaluación de su liderazgo, que hoy se necesita más que nunca ante la gravedad de la crisis.
Pero también, los miembros de las juntas directivas, tienen que asumir colectivamente un liderazgo muy importante para mantener, en medio de la tormenta, un equilibrio en la agenda estratégica entre los problemas inmediatos de sobrevivir y los retos hacia adelante, para aprovechar las oportunidades que se abren.
Las juntas también ejercen su liderazgo, cuando hacen oportunamente las preguntas difíciles que son necesarias para enfrentar la realidad, y cuando cuestionan los supuestos de la alta dirección bajo los cuales se presentan los planes de contingencia y los de más largo plazo de la organización.
Y especialmente, ejercen el liderazgo cuando forzan las conversaciones de futuro de la empresa, en función de los cambios que se deben de realizar, y las capacidades que se tienen que fortalecer para lograrlo, especialmente la de ejecución, como la adaptación rápida y flexible a las nuevas condiciones . En este sentido, el liderazgo de la junta se vuelve un aporte crucial para cuestionar el tipo de cultura que tiene la organización y la que se requiere, para soportar y sostener hacia adelante los cambios necesarios.
Finalmente, en su rol de liderazgo, una junta directiva debe colectivamente de poder mantener un diálogo fluido, transparente y oportuno con los altos directivos de la empresa. Hoy, como nunca, el ejercicio del liderazgo se ha vuelto una de las capacidades estratégicas más importantes para navegar el las aguas turbulentas en las que se encuentran la mayoría de las empresas en Colombia y en el mundo.
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