Por: Francisco Manrique.
Hay una diferencia entre generar pánico, publicando información tendenciosa o haciendo comentarios infundados y alarmistas, y otra cosa es lograr que la gente entienda la gravedad del momento y las opciones que tiene. Hay una gran responsabilidad en tener una ciudadanía informada, alarmada suficientemente como para que colaboren y se cuiden, pero también empoderada para actuar. Pero sobre todo, abierta a vivir la experiencia desde el aprendizaje y la reflexión, porque estamos pasando por un momento único en nuestra historia.
Desde que comenzó la cuarentena, he publicado varios escritos, buscando aportar diferentes perspectivas y aprendizajes en este momento inédito en nuestras vidas. En este Post voy a abordar otro tema, que ya está adquiriendo una importancia creciente, en la medida que se prolongue la cuarentena. Me refiero al impacto psicológico cuyas consecuencias podrán ser aún más severas y duraderas que la misma pandemia. No creo exagerar y debemos prepararnos todos para enfrentarlo.
La crisis actual va a tener un creciente impacto psicológico y mental, por el aislamiento forzoso que ha ha sometido a millones de personas, a apartarse de los demás. Pero los humanos, somos especialmente sociales y nos gusta estar en contacto, manifestar afecto, sentirnos parte de una comunidad con la cual podemos interactuar, divertirnos o trabajar. Gracias al Covid-19’, esta dinámica que era transparente, fue alterada radicalmente a nivel mundial con consecuencias que nadie puede todavía prever.
En este momento de aislamiento, hasta ahora se comienza a dimensionar el impacto que genera la incertidumbre y la falta de control sobre lo que está sucediendo. El miedo que se genera, dispara unas emociones como el pánico, que pueden paralizar o llevar al individuo a actuar irracionalmente y enfermarse físicamente.
Pero también se generan otros efectos, al tener que vivir en un entorno que restringe el contacto humano, y donde rituales como un abrazo, o darse la mano, son vistos como un peligro potencial. En estas condiciones, las personas que sufren de depresión y ansiedad, y quienes ya padecían la soledad, están siendo sometidas a una tensión emocional adicional muy peligrosa.
Dada esta situación tan sui géneris, se está comenzando a enfrentar los traumas mentales cuyas repercusiones van a generar nuevas preocupaciones y tensiones para el sector de la salud y otras autoridades. Veamos algunos de los frentes donde hay que estar muy alertas.
El aumento de la violencia Intrafamiliar y el abuso de menores, que se puede dar entre las familias obligadas a convivir encerradas por muchas semanas, la mayoría en espacios muy reducidos.
Pero no es menos grave, el impacto psicológico de la cuarentena, en las personas desesperadas que dependían de sus ingresos del trabajo diario, como los meseros, los taxistas, etc. y que están viendo como sus ingresos se reducen a cero porque no pueden salir a laborar. Pero también, de quienes han perdido el empleo o temen que les vaya a suceder.
Para no hablar de los pequeños y medianos empresarios, cuya capacidad de pagar a sus empleados, proveedores y otras obligaciones, dependían de unas ventas que hoy se han desaparecido. Más el impacto de la decisión de sacar a la gente a la calle sabiendo el impacto y la gran angustia que les genera esa decisión.
En estos días, se ha hecho evidente otro grupo muy vulnerable al impacto psicológico de la pandemia. Me refiero al personal de la salud, que hoy son los héroes del momento, y que si no se contagian y mueren, están tremendamente expuestos a los efectos de la gran presión bajo la cual están operando. Estas personas pueden desarrollar estrés post traumático similar al que sufren los soldados que regresan del combate en una guerra.
En un artículo de hace unas semana en el NY Times, sobre los trabajadores de la salud, se muestra un panorama verdaderamente desolador en esta materia. En España y en Italia, debido a la falta de respiradores mecánicos, a los médicos y las enfermeras, les está tocando tomar decisiones de vida o muerte, dejando o quitando el uso de estas máquinas en función del nivel de gravedad del paciente.
Y cuando el número de enfermos desborda el número de aparatos, como ya sucedió en esos países y hoy está sucediendo en NY, estas decisiones se vuelven una rutina muy difícil de enfrentar.
Imagínese el lector, si estuviera en la posición de un médico en un hospital desbordado de enfermos graves por el virus, como hoy se está viendo en los casos mencionados. Tenerle que decir al familiar de un enfermo que lo deben de desconectar, porque no da muestras de mejoría y el aparato lo necesitan para alguien más que tiene más probabilidad de vivir
En el artículo del NY Times, se menciona el concepto de “herida moral” cuando se sufre un trauma por violar la propia conciencia. Esto genera una gran sensación de culpa por la escogencia hecha a pesar de que se esté actuando en el beneficio común. Salvar vidas, y no decidir quien muere, es el trabajo para el cual un médico fue entrenado y su ética se lo impone. El impacto psicológico puede ser desbastador cuando conscientemente se violá esta formación.
A pesar de que hayan reglas en el sistema médico para estos casos, no le quitan la carga y el impacto psicológico al médico que toma la decisión. El sufrimiento psicológico se mantiene, como lo demuestran las historias de los doctores que han intervenido en situaciones de guerra. La pregunta que siempre le queda a un médico en estas circunstancias, dado que el resultado no es aceptable es muy dura: ¿tomé la mejor decisión que pude?
De acuerdo a un artículo reciente en el New England Journal of a Medicine: “la angustia que el clínico puede experimentar cuando se le solicita retirar un ventilador por razones no relacionadas con el bienestar de los pacientes, no se debe de sub estimar porque puede generar un estrés que debilita e inhabilita”
Hoy la crisis está demostrando que no se puede descuidar el sistema de salud ni a quienes trabajan en él, porque son el verdadero sistema inmunológico de una sociedad. También, está evidenciando el altísimo costo en vidas humanas, parálisis económica y salud mental. Estas son las lecciones más poderosas que nos va a dejar el coronavirus a la humanidad y cuya huella no se olvidará fácilmente.
Pero proyectándose hacia adelante, hay unos problemas que pueden ahondar el impacto psicológico de la pandemia del Covid – 19. Me refiero a la discriminación que ya se observa contra los chinos, a quienes se les responsabiliza de la pandemia, impulsada por las reacciones racistas de un tipo como Trump. O como ha sucedido con personas afectadas por otras epidemias como el Sida, el SARS o el Ebola, que quedaron estigmatizadas por mucho tiempo.
Para protegerse contra el miedo, la depresión, la ansiedad y la soledad, es necesario desarrollar la resiliencia psicológica, emocional, física y comunitaria. Es decir, la que nos permita recuperarnos más adelante, en cada una de estas dimensiones, para superar el impacto de la disrupción de la cuarentena e nuestras vidas y así podernos mover hacia adelante.
Afortunadamente, ya están saliendo iniciativas para enfrentar el impacto psicológico de la pandemia. En la comunidad de aprendizaje Kalapa, se ha formado recientemente los círculos de soporte emocional, para ayudar a los padres de familia, sus hijos y los facilitadores, a pasar esta época tan dura.
En un grupo que hemos iniciado de mayores de 55 años (Transformar) estamos trabajando un proyecto cuyo nombre lo indica todo: “Motores de la Esperanza”, donde queremos capturar historias positivas, inspiradoras y ejemplares, que nos muestren el país maravilloso que nos negamos a ver.
Y otra forma más ligera de protegerse mentalmente es recurrir al humor. Afortunadamente el WhatsApp es el medio ideal para reírse escuchando escenas muy divertidas. No hay como el humor como bálsamo para el alma.
Es tan importante el cuidar el estado físico , como lo es el estado emocional. El primero sin el segundo, nos va a impedir prepararnos para cuando se comience a normalizar la situación, a pesar de los cambios que de todas maneras se van a dar. Y es el momento de valorar lo que se tiene y que lo dábamos como algo natural. Hoy ya sabemos que no es así.
En resumen, el impacto psicológico del momento actual, y los traumas mentales que se comienzan a observar, en la medida que la pandemias no se controle y el aislamiento continue, puede terminar generando unas consecuencias aún más graves en el largo plazo que todo lo demás en mucha gente. Pero la buena noticia, es que podemos actuar preventivamente dado que sabemos que mañana la pandemia se va a terminar.
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