Lo anterior se explica mejor, si se entiende cómo se modifican los paradigmas, en el campo económico, cuando colapsan muchos de los supuestos que los sustentan. En estos momentos de crisis, las creencias dominantes para explicar el funcionamiento del mundo o de la economía, no sirven para dar una luz sobre lo que sucede, ni mucho menos, para orientar las políticas de respuesta a la situación.
Un efecto muy importante en la economía es el de los cambios en los patrones de consumo que se podrían generar para quedarse. Veamos varios ejemplos.
La crisis ha validado la casa como oficina, lo cual implica que va haber una tendencia a invertir en la comodidad del hogar, después de la experiencia del aislamiento que ya lleva casi cuatro meses.
En términos de movilidad, se incentivará el uso de bicicletas, y durante un buen tiempo, el transporte masivo se verá con mucho miedo. Paradójicamente, se incrementará el uso de vehículos particulares como se ha visto en China desde finales de abril.
En otras actividades, como el turismo, habrá un mayor interés en sitios sin aglomeración, domicilios de servicios de peluquería y otros, más e-commerce, menos cine y más Netflix, el uso de lectores digitales y del iris del ojo para transacciones y manejo de documentos.
Como lo expresa The Economist en su edición del 2 de mayo, “la economía del 90% es un paso bien grande hacia atrás de la que teníamos antes de la pandemia. Será más frágil, menos innovadora, y más injusta”. Su comportamiento será mucho menos predecible. Y hacer cumplir los acuerdos y las normas que son esenciales en una economía, va a ser mucho más difícil cuando el aparato judicial está suspendido.
Otro cambio que afecta seriamente el funcionamiento económico es el aumento de la desconfianza. Y esta crece significativamente con la incertidumbre. Esta dinámica se va a ver reflejada en las decisiones de inversión ya que no se podrán evaluar adecuadamente los riesgos. El resultado: se frenan los proyectos y cae la economía.
Con la reducción a niveles negativos del crecimiento económico, viene otro problema que va a tener un impacto significativo: la deflación que es el crecimiento negativo de los precios. Esto va a suceder como resultado de dos fenómenos convergentes, la caída de los precios de las materias primas y los excedentes en la capacidad productiva. Si se revisa el ejemplo del Japón en épocas recientes, se puede ver las consecuencias tan negativas que le pone un freno a la reactivación del crecimiento económico.
Un problema que va a tener una gran impacto en la economía es la disparada de las tasas de desempleo y de pobreza. Esto tiene un efecto muy grave en nuestro país y en los países desde donde hoy llegan las remesas a Colombia, que van a experimentar situaciones similares. Los ingresos por envíos de colombianos en el exterior fue el año pasado uno de los rubros más importantes de divisas para Colombia.
La innovación ha sido el motor de la economía mundial en las últimas dos décadas. Las principales empresas por su valor en bolsa, nacieron en este periodo. Investigaciones hechas en la U de Stanford, han proyectado un menor número de patentes en el 2021 por el aislamiento del coronavirus. La capacidad creativa, la productividad intelectual y el foco, se pierden en una situación tan confusa y peligrosa como la actual. Esto va a tener un impacto económico en el mediano plazo.
Y como ya se vio en otro blog acerca de los cambios de la desglobalización, la economía va a sufrir otro cambio que nos va a afectar: la disrupción de las cadenas de suministro alimenticio que van a impactar la oferta, como lo menciona Carlos E Moreno en una reciente columna sobre el tema. Nuestra economía es muy vulnerable cuando importamos 14 millones de toneladas de alimentos, sujetos a cierres como pasó con el trigo de Rusia o el arroz de Vietnam. Y también, cuando vemos las dificultades en la adquisición de reactivos para las pruebas de COVID-19 y otros elementos sanitarios en estos momentos de pandemia. Estos ejemplos muestran el talón de Aquiles estratégico que tenemos por no ser un país autosuficiente, porque que no hemos sido capaces de tomar las decisiones para hacerlo, como si lo ha hecho el Perú en materia agrícola.
Hay otro aspecto relacionado con la aceleración de las desglobalización de la economía mundial que también afecta a la economía nacional: una disminución importante en el flujo de gente, dinero y bienes, lo cual va a ponerle un palo en la rueda a la velocidad de la recuperación. Esta tendencia ya estaba en marcha en el 2008, pero ahora la crisis actual la va a empeorar.
Países como el nuestro, con una situación macro económica compleja, una calificación de riesgo con una proyección negativa, y un aparato productivo incapaz de ofrecer productos y servicios de alto valor agregado que remplacen al petróleo, están muy vulnerables a una destorcida mucho mayor.
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