En las charlas que doy sobre liderazgo, hago mucho énfasis en un hecho incuestionable: el mundo enfrenta una serie de desafíos sin precedentes, lo que genera muchas emociones por los cambios que se enfrentan. La gente quisiera que se disminuyera su velocidad, a pesar de que está aumentando de manera exponencial y hay cada vez menos tiempo para asimila su impacto.
Cuando hay tanta incertidumbre y situaciones que no son familiares, la gente busca lo que le es conocido. Pero también, cuando las cosas se ponen muy confusas, piden respuestas simples a los problemas complejos de la sociedad. Sin embargo, no hay respuestas sencillas, pero si muchas preguntas, que la gente no quiere oír , reconocer y enfrentar.
Cuando tuve la fortuna de pasar por el proceso para certificarme como coach ontológico hace varios años, me encontré de frente con dos mundos, hasta ese entonces para mi desconocidos: el manejo del leguaje y el impacto de las emociones. A pesar de que nunca practiqué el coaching, si he aprovechado mucho los conceptos que aprendí sobre estos temas, para entender y enfrentar muchos cambios difíciles que he tenido, tanto en el campo empresarial como personal.
Hoy, entiendo mejor la importancia que tiene el lenguaje, porque es el medio que utilizamos los seres humanos para comunicarnos, y para representar la realidad.
Pero también, comprendo el tremendo impacto que tienen las emociones, para habilitar o frenar a una persona, en el camino de alcanzar su pleno potencial. Los dos temas, son esenciales cuando se entiende que los seres humanos somos animales sociales en un mundo cada vez más interconectado y complejo.
Hago esta pequeña introducción, para tratar algunos puntos de una conferencia que escuche de la escritora turca Elif Shafak, sobre el papel que están jugando las emociones en la política contemporánea. Nadie duda, que las decisiones que hoy definen el voto de una persona, están fundamentalmente influenciadas por el contexto emocional que se viva en el proceso electoral. Esta es una poderosa razón para ponerle más atención a las brechas emocionales y cognitivas que hoy se ven y como cerrarlas, porque están teniendo un impacto muy negativo para el ejercicio de la democracia.
Y lo interesante de esta observación, es que a pesar de su incidencia negativa, el papel de las emociones no se trata abiertamente. Posiblemente, porque nos son fáciles de medir o cuantificar, para poder analizar su impacto en la dinámica política. Estamos entrando en una época, “donde los sentimientos colectivos guían, confunden, y direccionan el ejercicio de la política, como nunca antes había sucedido”.
Como lo menciona la escritora Shafak, hay muchas investigaciones acerca de los factores económicos, pero hay muy pocos estudios sobre los factores emocionales y su impacto en la sociedad. Hay una posible razón: subestimamos el papel de las emociones y de las percepciones. Y no deja de ser muy curioso este hecho, porque nuestros sistemas políticos, están fuertemente condicionados por estos factores.
Por lo tanto, es una gran desafío intelectual tratar de corregir este problema, porque estamos navegando ciegos en medio de la tormenta, y no tenemos los recursos para hacerlo adecuadamente.
Esta realidad ha sido explotada y amplificada por la tecnología de las redes sociales, aprovechando la falta de confianza, el miedo, la ansiedad y el resentimiento de la gente, producto de las expectativas frustradas y los grandes cambios que hoy los afecta. El resultado es la gravísima polarización que hoy se vive, como es el caso de nuestro país y en otras partes del mundo.
Estas emociones negativas, que cierran posibilidades, son aprovechadas cada vez más por los políticos sin escrúpulos, que han encontrado la fórmula para manipularlas a su favor. Con esto logran que la gente busque rodearse de personas iguales, para sentirse más seguras consiguiendo la protección de la tribu.
El tribalismo tiene un efecto perverso porque cierra la solidaridad hacia otros que no pertenecen al grupo. Es el caldo de cultivo para crear un ambiente autoritario donde florece más fácilmente las tendencias nacionalistas, xenófobas y extremistas, como hoy pasa en varios países europeos y en los Estados Unidos.
El paradigma de la estabilidad y la seguridad, que eran la marca de estos paises más desarrollados, y que los diferenciaban de los más atrasados, se rompió en el 2016 después de la votación del Brexit en la GB, y la elección de Trump en los Estados Unidos. Estas democracias, que eran un ejemplo y que supuestamente estaban consolidadas, ya no hay la certidumbre ni la predecibilidad que las caracterizó. Parecería que la historia se puede devolver en lugar de avanzar.
La aspiración a tener una democracia operante que permita la coexistencia de la gente, se ha acabado en países como Venezuela, Turquía, Hungría, Rusia, Filipinas, Egipto y otros. Esto ha generado un alto impacto emocional de frustración e impotencia. Esto explica el coro creciente de intelectuales de otros países, que han sumado sus voces a quienes han padecido la destrucción de la democracia en estas naciones.
El impacto del mundo emocional, manipulado y distorsionado, ha dado pie para que el autoritarismo, el nacionalismo y el extremismo religioso, estén floreciendo en todas partes. Nos estamos moviendo en aguas pestilentes y pantanosas, con consecuencias impredecibles para la democracia. Es el entorno perfecto para los demagogos que aprovechan la situación en su propio beneficio.
Estos personajes tienen diferentes formas y tamaños, y representa a partidos marginales, o extremistas. Pero hay algo que los caracteriza a todo: una personalidad autoritaria, y su rechazo a la pluralidad, la multiplicidad, la intolerancia y la ambigüedad.
Y como lo comenta Shafak, estas son las marcas de nuestra época. Es cada vez más difícil tener una discusión abierta, desde puntos de vista diferentes, porque frecuentemente se observan posiciones que enfrentan dos verdades excluyentes. Hoy vemos cada vez más procesos binarios de oposición donde se desconoce la complejidad y la incertidumbre.
En resumen, el papel de las emociones es cada vez más importante para entender las dinámicas políticas y las fracturas que hoy vemos en la sociedad. Pero esto tiene un límite que lleve a la gente a no querer seguir en el miedo y en la ansiedad. Quienes están promoviendo estas emociones para dividir a la gente en tribus, para detentar el poder y ejercer el control, buscan vender la ambigüedad y la certidumbre cuando no la hay.
Tiene razón la sra Shafak, cuando afirma que hay que regresar a lo básico, para defender la democracia que hoy se encuentra asaltada por todas partes. Es necesario crear una emocionalidad distinta que permita apreciar valores como la solidaridad en vez del aislacionismo, la diversidad y la visión cosmopolita, en lugar de la visión tribal. Solo así, nos podemos vacunar contra la manipulación emocional descarada de tipos como Trump o Erdogan.
“Se está perdiendo la multiplicidad a nivel personal y en la sociedad. La pérdida de la diversidad es una gran pérdida para cualquier sociedad. Lo que sucedió en Turquía puede pasar en cualquier parte. Todos llevamos adentro los ingredientes para gozar, pero lo que se requiere es mezclarlos mejor”.
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