Por: Francisco Manrique.
Hay que tener la capacidad de llegar a un acuerdo vinculando a la juventud
En un Post anterior, Las consecuencias del tsunami del 2 de octubre en Colombia, hice un breve análisis de lo que sucedió después del Plebiscito. Pero hay algo más que ha pasado y que ha llamado mucho la atención: el despertar de los jóvenes con sus marchas hace dos semanas.
Y como sucedió en el Reino Unido, esta generación apática, se dio cuenta tarde que su abstencionismo los condujo hacia el abismo. Dejaron su futuro en manos de quienes no aceptan abandonar el pasado y cuyos costos los tendrán que pagar hacia adelante, ellos y las futuras generaciones.
Pero como también dice el refrán popular :”más vale tarde que nunca”. Un grupo anónimo de jóvenes de varias universidades resolvió reaccionar. Utilizando las redes sociales, en materia de minutos, organizaron una manifestación que rápidamente se volvió viral. Los jóvenes de este país, los grandes ausentes del debate por la paz y de los acuerdo con las FARC de los últimos cuatro años, de repente resolvieron salir de su autismo, e irrumpieron en el escenario político, para finalmente hacer oír con fuerza sus voces.
Su reto es organizarse, y alistarse para un proceso de largo aliento. La perseverancia no es precisamente la cualidad que distingue a los estos jóvenes que no se habían preparado para un proceso tan complejo e incierto como el actual.
Tal vez vale la pena ponerles cifras a lo que significa el abstecionismo de la juventud en nuestro país. El 27% de la población es joven con edades entre los 18 y 25 años . Es decir 13 millones tienen la posibilidad de ir a las urnas a votar. Ahora bien, no todos están inscritos y en una encuesta hecha por Cifras y Conceptos en el 2014 antes de las elecciones, el 75% optaban por no votar por Santos. (ver Nota)
Este dato estadístico del 2014 ha debido de disparar las alarmas en el Gobierno Nacional pero no fue así. Una apuesta que supuestamente era de futuro, tenía a los mayor beneficiados fuera del radar. Y aquí me conecto con mi experiencia personal.
Desde que me llamó el General José J. Pérez en el 2012, para que reuniera a un grupo de empresarios que ayudaran a pensar en un eventual post conflicto, se concretó en la propuesta de Innovación al servicio de la Paz, en la que quisimos vincular a los jóvenes como un componente vital para la construcción de una nueva narrativa nacional.
Lamentablemente, esta visión distinta no tuvo acogida al interior del Gobierno, a pesar de que tocamos todas las puertas posibles. Esta actitud terminó siendo premonitora de lo que sucedería más tarde en el día del plebiscito. No se entendió, que además de las víctimas, donde por supuesto había muchos jóvenes, estos deberían haber sido los llamados a apropiarse del proceso porque era su futuro lo que estaba en juego
Si todo el potencial electoral de jóvenes se hubiera manifestado el pasado 2 de octubre, y hubieran estado presentes en las discusiones en los años anteriores, posiblemente estaríamos viendo otra realidad. Lo que se estaba discutiendo y defiendo era su futuro, más que una estúpida confrontación de egos y odios, de dos dirigentes políticos, que no estuvieron a la altura de esta apuesta.
Y aquí quiero compartir unas citas, que caen como anillo al dedo para apoyar el despertar de los jóvenes de Colombia , de manera que dejen de ser una estadística y asuman también su responsabilidad.
En uno de los apartes del discurso de Frank Pearl en la Universidad de los Andes, y quien manejaba la negociación del Gobierno con el ELN en Quito, decía:
No le den la espalda a lo público. Participen, como decía John F. Kennedy, “no solamente alzando su voz de descontento, sino generando alternativas; no solamente buscando influencia, sino, asumiendo responsabilidad.”
Graduandos, ustedes tienen enormes oportunidades y retos por delante.
Para estar a la altura de ello y contribuir a transformar nuestra sociedad, como escribió el profesor Ronald Heifetz, van a tener que atreverse a actuar en la frontera de sus conocimientos y capacidades.
Eso requiere estar dispuestos a ser aprendices, en privado y en público. Para lograrlo, hay que redefinir la palabra fracaso: El único fracaso en la vida, es no intentar lo que queremos de verdad; el resto son aprendizajes, que nos hacen mas sabios, mas fuertes, mas humildes, mas humanos y mas capaces.
Hagan lo que les dicte su corazón, encuentren lo que les apasiona, persíganlo, no lo suelten, tomen riesgos, atrévanse a fallar, enamórense del significado de lo que hacen. Si es necesario, defrauden amorosamente a los demás pero nunca, nunca, se defrauden a ustedes mismos
Manuel José Restrepo, Rector de la U del Rosario, escribía el pasado domingo en El Espectador:
La salida a corto plazo a lo anterior recae en la grandeza de nuestros políticos y la construcción de mediano y largo plazo depende de lo que seamos capaces de lograr desde la educación. Sigo esperando muchos más gestos de grandeza en nuestros líderes: aún es posible; y me comprometo desde la educación a formar ciudadanos que sean capaces de narrativas distintas: de solidaridad, de perdón y reconciliación, de dialogo constructivo, de equidad, de tolerancia, de respeto a la diversidad, de ética y estética en nuestra actuaciones, de participación en la democracia, de compromiso con el bien común.
William Ospina, otro columnista del mismo diario escribió:
Qué fácil les resulta hacer la guerra: para la guerra no necesitan plebiscitos, ni convocar acuerdos, ni diseñar presupuestos a pesar de ser tan costosa; pero qué difícil les resulta hacer la paz, ahí sí resultan llenos de titubeos y de escrúpulos constitucionales.
Para hacer la guerra nunca requieren filigranas jurídicas: para hacer la paz todo es un laberinto sin luces. La paz que salva vidas les despierta infinitos desacuerdos, la guerra que consume gente pobre la declaran con una facilidad asombrosa.
Lo que en el fondo quieren impedir es que Colombia se sienta dueña de sí misma. Nunca se había visto una situación más incomprensible: la guerrilla quiere dejar de hacer la guerra, y los dueños del país no se ponen de acuerdo para aceptarlo.
Si queremos saber dónde están los responsables de la guerra, los que más se beneficiaron de ella, basta ver quiénes son los que hoy forcejean por imponerse en los acuerdos, porque todos manejan una agenda secreta, un libreto que no puede decirse.
La paz no se hace para los políticos y para la guerrilla: se hace para el país.
A las reflexiones anteriores, son muy pertinentes para entender la situación, y yo añadiría un comentario adicional. Los políticos que nos metieron en esta encrucijada, y en general a todos los colombianos, pero en special a los jóvenes, nos toca a todos participar activamente para desenredar la agenda de corto plazo y lograr el mejor acuerdo posible. Solo así podremos avanzar en la agenda de largo plazo donde nos jugamos el futuro de este país. El conflicto armado es una costra que tapa otros conflictos sociales que hoy no se ven y que no se pueden posponer más.
El gran retos está en entender estos mensajes por parte de los jóvenes de nuestro pais, lo que les va permitir asumir una responsabilidad duradera en la construcción de un futuro que puedan sentirse orgullosos. Su voz es necesaria en estos momentos donde los dirigentes políticos se encuentran tristemente perdidos en el laberinto de la paz.
Les llegó la hora a estas nuevas generaciones de despertar y hacerse sentir de verdad. ¿Lo podrán hacer?
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