Por: Francisco Manrique.
El 2016 posiblemente será recordado como un año de quiebre sistémico en la historia: el cuestionamiento profundo, desde adentro, de la cultura occidental. A lo largo de los siglos, esta se ha desarrollado con el porte de muchas culturas, desde los Egipcios, los Griegos, los Romanos, y más adelante, con la contribución de la Europa que surgió del Medioevo. Piedra sobre piedra, cada uno de ellos contribuyó a dejar unos legados fundamentales para la historia de la humanidad.
Durante todo este periodo, se fue construyendo la narrativa que le permitió a las sociedades avanzar, especialmente en Europa y Norte America. Se fue creando un marco de interpretación de la realidad que les permitió expandir su influencia a otras partes del mundo y poder justificar la razón para lograr que otras culturas los comenzarán a usar como referencia.
En el libro de “La Historia de la Civilización”, publicado entre 1935 y 1975 por Will y Ariel Durant, se explica muy bien el proceso que se ha tenido por muchos siglos. En esta obra magistral, se muestra la importancia que ha tenido para la humanidad, el desarrollo de los derechos de propiedad y del uso de un discurso fundamentado en la razón. Pero también, la importancia de la formación religiosa, mientras no esté dominada por la teocracia. Se hace evidente la defensa de la libertad y los derechos del hombre, como fundamentos de la democracia liberal.
La contribución de muchos pensadores, permitió a lo largo de los siglos, ir construyendo un lenguaje común y un sentido de propósito colectivo. Y se logró tener un marco para tener una argumentación política más sólida que permitiera ir en la búsqueda de unos objetivos comunes.
Hay un dicho popular que invita a abstenerse ante la duda. En este caso, la invitación es más grave aún, ya que no aparecen las personas que quieran defender con fuerza esos preceptos centenarios. Y si nadie lo hace, los deja muy vulnerables a los ataques y las distorsiones de quienes se benefician de que las democracias occidentales, y su cultura, se debiliten rápidamente.
El resultado de este proceso es muy complejo: hoy vivimos un mundo más inestable y peligroso. Quienes representan la cultura occidental tienen cada vez más dificultada de lograr consensos para defender lo que “deberían ser sus intereses e ideales comunes” según Brook
Hoy en día, hay mucha gente que es presa fácil de personajes autoritarios como Putin, Trump, Erdogan, y Le Pen, quienes se han declarado enemigos de los valores fundamentales que han soportado la democracia, pero que la han usado para llegar el poder y mantenerse en el.
Brooks hace una reflexión muy pertinente. El fortalecimiento de regímenes autoritarios están regresando peligrosamente el reloj de la historia hacia culturas premodernas que se parecen más a estados mafiosos, basados en cultos a la personalidad. El ejemplo cercano de Venezuela es un caso patético que respalda esta afirmación.
Hay una tendencia creciente a perder la fé en los ideales democráticos. La complejidad de los problemas, la incapacidad de los dirigentes políticos para explicar y orientar, los cambios tecnológicos, y un mundo cada vez más interconectado, ha dejado a mucha gente en el margen del desarrollo.
Las cifras de las personas que creen que vivir en una democracia es lo mejor, ha caído en los Estados Unidos del 91% al 57% desde 1930 hasta hoy. Esto explica el porque Trump pudo volar impunemente todas las reglas, que le han dado vida a la democracia de su país, en el camino a la Presidencia de su país. Lo consiguió gracias al voto de más de 60 millones de personas que no les importó su comportamiento totalmente inadmisible en otras épocas.
Lo fundamental en el siglo XXI, es tener la capacidad de canalizar la acción de mucha gente alrededor de un propósito común. De hecho, la solución a escala de los grandes problemas que enfrenta la humanidad, requiere de inspirar el apoyo colectivo. Buscar enfrentar los grandes retos de manera solitaria ya no es una opción. Y esto se aplica para una persona, una empresa, una comunidad o una nación. Parece que esta nueva realidad está por fuera de la comprensión de los políticos contemporáneos.
Estas razones explican el porque se está rompiendo el pegante que tuvo la cultura occidental en el centro del sistema internacional durante dos siglos, que dio origen al concepto de Nación Estado, y al proceso de desarrollo más importante de la historia de la humanidad. Estas dinámicas se basaron en el respeto a los valores profundos y compartidos de la libertad, la democracia, el derecho a la propiedad, y el respeto a la ley. Las sociedades que no lo han entendido así, muestran unos grandes atrasos comparativos o unos procesos no sostenibles en el tiempo.
Pienso que las reflexiones que he compartido en este Post, reflejan un cambio de tendencia muy preocupante, y nos deberían de poner a pensar sobre lo que está en juego en Colombia hacia adelante.
¿Cuál es el tipo de cultura que queremos defender? Cuál es el tipo de cultura política que queremos construir?. ¿Será que estas preguntas tendrían alguna relevancia ante la campaña política que ya arrancó?
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