Fracasamos

Por: Andrés Quintero Olmos. 

El proceso de la Habana materializa nuestro fracaso: no hemos podido (o querido) derrotar militarmente a las guerrillas, a pesar de los avances de la última década. Hemos asumido que perdimos la guerra contra el terrorismo y, por tanto, estamos negociando con él, para que éste cese sus actividades criminales.

¿Cómo pudo un Estado –imperfecto, cierto, pero democrático- representado por más de 45 millones de colombianos perder una guerra contra un poco más de 8 mil guerrilleros? No es normal que un grupo terrorista consiga navegar hasta una isla como Gorgona, que está separada del continente por 35 km, y ataque con facilidad a la fuerza pública como lo hizo en noviembre de 2014. Hemos fracasado militarmente.

Preocupa que algunos colombianos pontifican que las guerrillas representan –con cierta intensidad- los intereses de miles de colombianos opresados por el unipartidismo, la violencia, el centralismo, el elitismo y la histórica exclusión del Estado colombiano. Lo irónico es que los que sostienen esto votaron en las últimas elecciones por el unanimismo de la Unidad Nacional (partidos que avalaron en un 90% a los parapolíticos y encarnan el tradicionalismo político), que no es más que la perpetuación de lo mismo con los mismos, que ayer apoyaban a Uribe y que hoy le son adversario por falta de poder. Hemos fracasado ideológicamente.

Cuando no se logra cambiar la realidad, se cambian las palabras. El Gobierno apura para que se firme cualquier acuerdo con las FARC con el objetivo de cambiar su realidad. El papel de la Habana dirá que se acabará en Colombia el terrorismo, el secuestro, la extorsión, la desigualdad, la pobreza rural, el analfabetismo, la falta de agua potable, el centralismo, el narcotráfico, entre otros, pero nada variará, porque el problema del país no es las FARC, es que todo gire alrededor de éstas. Hemos fracasado políticamente.

¿A qué costo? Las FARC dicen que sólo firmaran un acuerdo si se les asegura su participación política desde el Congreso, si no se les condena por crímenes de lesa humanidad o narcotráfico, si no tienen que indemnizar a sus víctimas, si no tienen que ir a la cárcel, entre otros inamovibles. Los micos incluidos en los acuerdos de la Habana son y serán tan grandes que no habrá suficiente garganta en Colombia para tragarse sus sapos.

Sí, hemos fracasado moralmente, porque ante la supuesta impotencia de poder derrotar a unos tantos violentos, hemos tenido que concederles su versión de la historia, perdonar sus crímenes sin que ellos hayan tenido que pedir perdón y dejar que ellos -sin ninguna y real representación popular- nos Gobiernen a nosotros, que nunca hemos matado a nadie por nuestros ideales.

Gustavo Álvarez Gardeazábal la tiene bien clara: “cerremos el Congreso y dejemos entrar a Timochenko y a Gabino hasta la plaza de Bolívar en el carro de los bomberos de Bogotá… (pero) reconozcamos que perdimos”.


 

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