Una espesa niebla contaminante y sofocante envolvía este sábado a Pekín, donde las autoridades habían decretado la víspera la segunda “alerta roja” por polución de su historia.
Esta nueva alerta máxima, menos de dos semanas después de la primera, entró en vigor en la madrugada del sábado y continuará hasta el martes. Las autoridades municipales ordenaron el cierre de fábricas y la puesta en marcha de una circulación alterna para los vehículos particulares a fin de limitar la expansión del esmog, así como el cierre de escuelas hasta principios de la próxima semana.
En las avenidas del centro de la ciudad, a menudo bloqueadas por los habituales atascos, el tráfico era bastante fluido el sábado a media mañana.
“¡Cómo me gusta la circulación alterna! Se puede conducir finalmente sin problemas en la segunda circunvalación”, ironizaba un internauta en la red de microblogs Weibo. “¿Esta ciudad aún es habitable?”, se preguntaba otro.
“Si la circulación alterna es eficaz para controlar el esmog, ¿por qué no la mantenemos permanentemente?”, preguntó otro más.
La circulación alterna, basada en el último número de la matrícula –par o impar– impide a la mitad de los 4,4 millones de vehículos privados salir a las calles de la capital.
En Weibo y en el servicio de mensajería WeChat, muchos usuarios expresaban su intención de permanecer el fin de semana en casa. Algunas personas mayores desafiaban, en cambio, la contaminación para realizar sus ejercicios matinales de gimnasia en parques y plazas de la ciudad.
La blanquecina niebla reducía sensiblemente la visibilidad y difuminaba la silueta de edificios próximos, sin que la concentración de micropartículas tóxicas alcanzara los preocupantes picos registrados estas últimas semanas.
La densidad de partículas finas (PM 2,5), muy peligrosas para la salud y que provocan muertes prematuras, superaba el sábado los 200 microgramos por m3, según los niveles de referencia medidos por la embajada estadounidense.
A media tarde, esta densidad había bajado a 140, pero un esmog de olor penetrante seguía reduciendo la visibilidad en la capital, si bien había menos coches que de costumbre en las calles.
Se trata de niveles muy superiores al máximo de 25 microgramos por m3 durante un período de exposición de 24 horas que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Las autoridades anunciaron la primera alerta roja el 7 de diciembre, junto a una batería de medidas preventivas, días después de ser el blanco de las críticas por su inacción ante un episodio de contaminación similar a principios de mes y niveles superiores a los 600 microgramos por m3.
La situación de los últimos meses ha llevado a muchos pekineses a acudir a los hospitales y a comprar miles de máscaras protectoras, omnipresentes en las calles.
Además del descontento de la población, la contaminación atmosférica causa cientos de miles de muertes prematuras cada año en China.
La nube de contaminación recurrente en el norte de China afecta a unos 300 millones de personas. Buena parte de la culpa la tienen las decenas de centrales de carbón, que funcionan a toda potencia en invierno para alimentar los sistemas de calefacción y las fábricas. AFP
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