Por: Robert J. Samuelson.
WASHINGTON – La pelea por el “dynamic scoring” es un pequeño indicador de la habitual falta de relevancia del debate sobre el presupuesto en Washington. En lugar de enfrentar los problemas reales —cuánto debemos gastar, en qué debemos gastarlo, a quién hay que gravar y cuánto— es más fácil, para republicanos y demócratas, discutir sobre cuestiones técnicas que, finalmente, no afectarán el presupuesto demasiado.
Sólo los tecnócratas pueden disfrutar de la controversia del “dynamic scoring”. Se refiere a la manera en que el Congreso calcula el impacto en el presupuesto de gastos y de propuestas fiscales. La Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO, por sus siglas en inglés) y el Comité Fiscal Conjunto (JCT, por sus siglas en inglés) son los que realizan esos cálculos. Examinan la forma en que los individuos y las empresas responderán a la legislación propuesta —y la traducen en cambios en el déficit, en los desembolsos o en los impuestos. Pero en sus cálculos, la CBO y la JCT suponen que el crecimiento económico general seguirá igual.
Eso es una locura, dicen muchos republicanos: las políticas gubernamentales afectan claramente —para bien o para mal— el desempeño de la economía. Así pues, el “dynamic scoring” obligaría a la CBO y al JCT a alterar sus procedimientos de cálculo. Tendrían que predecir la manera en que las propuestas legislativas afectarían el crecimiento económico, el empleo, la inflación y otras variables económicas. Esos cambios serían después traducidos a nuevos cálculos de los costos presupuestarios de las propuestas. Si la economía mejorara, los costos presupuestarios caerían, y viceversa.
Parece claro. Pero no lo es.
La Cámara de Representantes, controlada por los republicanos, acaba de pedir que se realice un “dynamic scoring”. Proporciona “un análisis más …. honesto,” dijo el presidente del Comité Presupuestario de la Cámara, Tom Price, en una declaración. Incorrecto, respondió Shaun Donovan, director de la Oficina de Administración y Presupuesto de la Casa Blanca. El “dynamic scoring” puede “inyectar un sesgo” en los cálculos del presupuesto, dijo en un blog pasado.
Se trata de presupuestar en forma ilustrada vs. manipular los libros. Los procedimientos actuales, sostienen los republicanos, están sesgados contra las políticas pro crecimiento económico. Los demócratas temen que los republicanos presionen para obtener reducciones fiscales sobre la base de proyecciones excesivamente optimistas del crecimiento económico.
Lo que nadie dice es que probablemente no hará mucha diferencia. En teoría, es difícil no estar de acuerdo con los republicanos. Necesitamos cálculos del presupuesto realizados sobre la base de la mejor información disponible. Pero en la práctica, es difícil predecir la manera en que la mayoría de las propuestas fiscales y de gastos moverán una economía de 17 billones de dólares. Son demasiado pequeñas y hay muchas otras influencias.
Consideremos algunas de ellas: la tecnología; la administración, buena o mala; la especialización de los operarios y la ética laboral; las tasas de interés; la competición extranjera; el ciclo económico —y muchas más. Los cambios fiscales y de gastos quedan fácilmente inundados por los otros. Es difícil separar su impacto.
Dadas esas dificultades, el plan de la Cámara requiere dynamic scoring sólo para las grandes propuestas, cuyo impacto presupuestario excede 0,25 por ciento del producto bruto interno (PBI). En 2014, el límite hubiera sido 43.000 millones de dólares, según el Comité Presupuestario de la Cámara. En el último Congreso, la Cámara consideró sólo tres propuestas de ley que excedieron ese límite, expresa el comité.
Entonces, ¿los demócratas tienen razón? No exactamente. Hay bastante hipocresía en su oposición. Tal como señalara Keith Hennessey, un alto funcionario económico de la Casa Blanca de George W. Bush, los demócratas ofrecen alegremente pronósticos económicos favorables para las políticas que ellos apoyan —el paquete de estímulo de 2009 y la legislación propuesta para la inmigración son buenos ejemplos.
La verdad es que ambos partidos ofrecerán pronósticos, ya sea los requeridos por dynamic scoring o aquellos creados según vayan surgiendo, para avanzar sus programas. Pero ese esfuerzo sólo vale la pena hacerlo para unas pocas propuestas importantes. La pelea fue más que nada sobre el simbolismo: los republicanos, blandiendo sus credenciales de reductores de impuestos, y los demócratas, alardeando de ser “responsables”.
Mientras tanto, los verdaderos problemas presupuestarios se ignoran. Para los demócratas, serían la inclusión de recortes en el Seguro Social y Medicare, cuyo crecimiento está desplazando otros programas. Para los republicanos, sería reconocer que, incluso después de realizar recortes en los gastos, balancear el presupuesto requiere aumentos fiscales.
Entonces ¿cuál es la novedad?
©2014. The Washington Post.
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