La jerarquía de la Iglesia no las acepta, pero convencidas de que sólo deben obediencia a Dios, cuatro colombianas, las primeras en Latinoamérica ordenadas sacerdotes en el seno de un movimiento internacional de mujeres presbíteras católicas romanas, predican el Evangelio sin importarles su género.
“¿Que sólo ellos son los representantes de Cristo? No tiene asidero. Todos hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. Todos somos iguales”, dice Olga Lucía Álvarez, vestida de alba y con la estola violeta de la Cuaresma para oficiar misa en una casa encaramada en los cerros orientales de Bogotá.
El domingo, una decena de hombres y mujeres de todas las edades participaron en la liturgia de esta mujer de 73 años, no en vano oriunda de Medellín, sede en 1968 de la conferencia de obispos latinoamericanos que buscó transformar la región a la luz de las reformas del Concilio Vaticano II.
Los fieles siguen las lecturas de la Biblia, entonan las canciones tradicionales, repiten los mismos salmos que en cualquier templo católico. Pero se congregan en círculo y no hay monólogos, ni Credo de Nicea. En esta ceremonia, la plegaria es conjunta, los feligreses comulgan primero y la Divinidad es a la vez “Padre y Madre omniponente”. “Respeto la plegaria eucarística. Lo demás tiene que brotar de la comunidad”, señala la sacerdote.
La orden a la que pertenece es la Asociación de Mujeres Presbíteras Católicas Romanas (ARCWP, por sus siglas en inglés), cuya obispa Bridget Mary Meehan ordenó a Olga Lucía en diciembre de 2010 en Sarasota, sureste de Estados Unidos.
El grupo, que hoy cuenta con 210 mujeres sacerdotes líderes de comunidades de unos 10 países europeos y americanos, comenzó en 2002 con la ordenación en el río Danubio de las siete primeras, que recibieron la sucesión apostólica de un obispo hombre en comunión con el Santo Padre.
“Creo que el espíritu está llamado a una renovación y no solamente relacionada con el sacerdocio femenino, sino con la inclusión”, comenta a la AFP Judith Bautista, la última colombiana ordenada, en noviembre de 2014, luego de Marina Sánchez, en enero de ese año, y Aída Soto en 2011.
Excomulgadas:
Para el Vaticano, sin embargo, la función apostólica está reservada desde la teología y las Sagradas Escrituras a los hombres. Por eso, sostiene que las ordenaciones femeninas no sólo no tienen validez, sino que por la propia simulación del sacramento implican la excomunión de estas mujeres.
“Grupos así no hacen parte de la Iglesia, así se autodenominen católicos romanos”, dijo el padre Juan Álvaro Zapata, director del Departamento de Ministerios Ordenados de la Conferencia Episcopal de Colombia, un país con tres cuartos de población católica. “En el caso de las mujeres, no es que para poder servir al Señor tengan que llegar a sacerdotes. Hay otras maneras de colaborar a la construcción del Reino de los Cielos”, apuntó.
El propio papa Francisco, con quien las sacerdotes colombianas simpatizan, ha dicho que el tema no está en discusión.
Pero fieles como Ramiro Franco, un ingeniero eléctrico de 43 años que vive en Bogotá, creen que la Curia Romana debería ser “de mente más abierta”. “No veo ningún motivo por el cual una mujer no pueda ser sacerdote, obispo o papa”, señala luego de asistir a la misa de Olga Lucía, a quien considera su guía espiritual. “Ofició mi matrimonio. Bautizó a mi hijo pequeño, le hizo la Primera Comunión a mi hijo mayor. Confío en ella plenamente”, enfatiza.
El apoyo de la comunidad es lo que da sentido al ministerio de estas mujeres, algunas solteras, otras separadas, otras madres, pero todas consagradas durante toda su vida a trabajos de ayuda social, sea con los pobres, los enfermos o los dolientes.
“La sucesión apostólica en que estamos nosotras no es un tema de poder. Es un tema de servicio”, concluye Olga Lucía, cuya comunidad promueve como primera obispa latinoamericana de la ARCWP. (AFP)
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