Elton John, más roquero que diva, desmelena al Teatro Real de Madrid

El cantante británico Elton John durante el concierto en el Palacio de Deportes José María Martín Carpena, en Málaga, único en Andalucía, dentro de su gira "Elton John and his band". EFE/ Jorge Zapata.

El cantante británico Elton John durante el concierto en el Palacio de Deportes José María Martín Carpena, en Málaga, único en Andalucía, dentro de su gira “Elton John and his band”. EFE/ Jorge Zapata.


Aunque el venerable poso del Teatro Real se prestara a priori más a su encarnación altiva y divina, Elton John levantó al público de postín que asistió a su debut en el coliseo lírico madrileño con una buena dosis de rock cercano y vigoroso, con cierto sabor de epílogo.

“Me he pasado de gira 47 años, pero ha sido el viaje más increíble que nadie pueda tener. Ahora me gustaría ver crecer a mis hijos, pero en todos estos años ha habido una constante, el amor del público. Gracias a España y a Madrid”, dijo el músico británico en una de sus alocuciones, confirmando su intención de retirarse paulatinamente de los escenarios.

Con el concierto de hoy cierra de momento el tramo europeo de su actual gira, “Sir Elton John and his band”, que le permitió conmemorar el 40 aniversario del lanzamiento de su álbum más vendido, “Goodbye yellow brick road” (1973), importante foco de la velada, e inaugurar de paso la primera edición del Universal Music Festival.

Este ciclo, que acogerá en la próxima semana los conciertos de Raphael, Juanes, Caetano Veloso y Gilberto Gil, entre otros, y aspira a llenar el Real de “espectáculos exclusivos a precios populares”, erró en al menos una de esas premisas, si no en las dos.

Con todo el aforo completo, según datos del promotor, los 1.700 asistentes fueron en realidad unos privilegiados que costearon casi 500 euros por los asientos más caros, codeándose con numerosos rostros famosos como los de la actriz Maribel Verdú, la empresaria Carmen Lomana, la mitad de la Casa de Alba y hasta la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes.

Todo fuera por figurar en este concierto que, respecto a la otra proposición de partida, solo fue exclusivo por la singularidad del espacio, no por la del repertorio, con escasas variaciones respecto al que tocó hace solo unos meses, en noviembre, en el Barclaycard Center de la capital, ante unas 11.000 personas.

Eso se dejó sentir en una energía muy diferente a este lado del escenario, menos efervescente que la de entonces, con cabezas que apenas se mecían cuando por ejemplo sonaba la vitalista “Philadelphia freedom”, a mitad de concierto.

“Este debería haber sido un concierto a solas”, confesó el propio artista, que decidió finalmente traerse a toda la banda y reproducir los conciertos que realizó hace solo unos días en Gijón y Málaga, y que desaprovechó las posibilidades acústicas del Real para ofrecer una interpretación más matizada o sutil en las baladas, muy pasadas de vatios, sobre todo “Candle in the wind”.

Hasta aquí los reproches. Todo lo demás fue coser y cantar para el músico, que desde el arranque con “The bitch is back” hasta el cierre con “Crocodile song” se mostró muy animado, sin cojeras, hasta el punto de subirse al piano nada más empezar la noche.

Con esa energía, el “sir” de la música inglesa obró el milagro y, más allá de los aplausos, que no se le escatimaron en ningún momento, logró desmelenar al respetable al acometer “Still standing”, cuando el público se echó sobre el escenario y/o decidió seguir el concierto en pie, bailando hasta el cierre.

No podía ser menos después de mostrar durante dos horas unos dedos aún ágiles y prestos sobre el piano, por ejemplo en los larguísimos y escurridizos coleos de “Levon” o “I guess that’s why they call it the blues”, así como una voz tan firme y sólida como en “Your song”.

“¡Esta es vuestra canción! (“This is your song”, en inglés), dijo sobre el primer gran éxito de su discografía, sin poder ocultar una sonrisa de satisfacción.

Del conjunto, cabe destacar además la conmovedora interpretación de “Don’t let the sun go down on me”, que dedicó al hijo del célebre periodista británico David Frost, Miles, recién fallecido con poco más de 30 años.

“¡Gracias por esta explosión!”, exclamó con gesto sincero al final, justo antes de tomarse las merecidas vacaciones que pospuso para tocar por primera vez en este templo de divos líricos, a partir de hoy también del rock. (EFE)


 

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