Por: Elizabeth Nicoletti.
Para alimentar al mundo en 2050, la producción global de alimentos debe aumentar en un 60% en una superficie de tierra cultivable que no crecerá más allá del 12%.
Para ello, deberemos evitar zonas sensibles para el medio ambiente y, a la vez, prepararnos para los fenómenos causados por el cambio climático. Mayores inundaciones, sequías, tormentas y calor, junto con insectos cada vez más resistentes, están cambiando la manera en que se cultiva en el mundo. La seguridad alimentaria y la agricultura son parte de un diálogo constante en la reunión anual del Foro Económico Mundial en Davos, en la que los expertos están identificando maneras de replicar lo que funciona y resolver lo que no.
Resulta que la región con mayores posibilidades de liderar este esfuerzo es América Latina y el Caribe (ALC). Con un tercio de los recursos de agua dulce del mundo y un cuarto de la tierra de cultivo de potencial mediano y alto, la región de América Latina y el Caribe alberga casi el 40% de la biodiversidad de la Tierra. Según una investigación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el 36% de su tierra cultivable está a tan solo seis horas de algún mercado. Esto la transforma en la región exportadora de alimentos neta más grande del mundo, en la que la agricultura ya representa el 10 % del PIB.
La región tiene ventajas comparativas que van más allá de la tierra, el agua y el hábitat natural. La habitan agricultores familiares que cuentan con generaciones de experiencia y un don especial para la innovación. Sus emprendimientos representan el 80% de todas las granjas de ALC, contribuyen un 40% de la producción y generan 64% del empleo del sector agrícola. Casi 13,3 millones de los pequeños agricultores no tienen acceso al crédito formal. Sin embargo, hay nuevas fuentes de financiamiento y conocimiento que están ampliando el cultivo y la productividad.
Las empresas grandes de la región están fomentando la integración de los pequeños agricultores en las cadenas de valor. Un ejemplo es Ecom Agroindustrial Corporation, un gran comerciante cafetero con operaciones en 30 países de todo el mundo. La empresa invierte en prácticas agronómicas que se aplican directamente en las granjas y en tecnología de adaptación al cambio climático. Además, oficia de intermediario brindando crédito a su cadena de suministro formada por pequeños agricultores.
Una asociación entre la Corporación Interamericana de Inversiones (CII), la Corporación Financiera Internacional y Starbucks buscó ampliar el apoyo de ECOM a los agricultores a través de la gestión de créditos de largo plazo. La onda expansiva generada por el proyecto va mucho más allá de un solo cliente de una multilateral.
Las empresas industriales de mayor envergadura pueden complementar los esfuerzos de financiamiento a pequeños agricultores. Alcanzan altos niveles de capacidad y escala de producción en momentos de profunda inseguridad alimenticia y algunas de ellas han encontrado maneras de mejorar la eficiencia y reducir los efectos en el medio ambiente.
CAIASA es una de ellas. La procesadora de soja paraguaya y cliente de la CII tiene capacidad de biomasa y un proceso para el tratamiento de aguas residuales que evita por completo la contaminación. Gracias a los servicios de financiamiento y asesoría de la CII y el BID, CAIASA está aumentando la producción y eliminando las emisiones de carbono al mismo tiempo. Así, la agricultura industrial ocupa un lugar importante en el progreso de la economía circular.
La agricultura y la producción de alimentos son responsables del 30% de las emisiones mundiales de gases con efecto invernadero, así como del 70% de la extracción de agua. Sin embargo, el liderazgo de empresas grandes y pequeñas puede reducir este impacto y reforzar la producción alimentaria. Davos ofreció un foro para presentar iniciativas nuevas, como la aplicación para celulares de Global Forest Watch, y para compartir lo último sobre iniciativas existentes como AgroLAC y New Visions for Agriculture.
Si bien es cierto que el sector privado probablemente no alimente al mundo por sí solo, tiene herramientas y alcance para probar modelos y llegar a los proveedores y consumidores.
Gracias a las alianzas que se están forjando, esos modelos se conectan con capital, asesoramiento, políticas y mucho más. Así, crean un potencial infinito de alimentar al mundo de manera sustentable.
Elizabeth Nicoletti es Oficial de Comunicaciones en la Corporación Interamericana de Inversiones, miembro del Grupo BID.
Nota publicada en el blog “Negocios sostenibles” de la Corporación Interamericana de Inversiones-CII (Miembro del Grupo BID), reproducido en PCNPost con autorización.
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