En el largo plazo, las proyecciones del Departamento Nacional de Planeación sugieren que el crecimiento de la economía colombiana aumentaría un 5,9% en un escenario de posconflicto.
Por: Dann Payares Ayola e Iván Verbel Montes.
El Gobierno de Santos se juega todo su capital político confiando en el feliz término de los diálogos de paz de La Habana con las Farc.
Más allá de las diferentes opiniones que pueda despertar entre la ciudadanía la forma en que se han adelantado las conversaciones, la paz es un buen negocio para la economía colombiana, y para todos, en general.
En diciembre del año anterior el Departamento Nacional de Planeación (DNP) presentó los resultados de un estudio relacionado con los dividendos económicos de la paz, mostrando entre otras cosas, que en ausencia de un conflicto armado la confianza sobre la economía crece y que sus efectos se manifiestan en dos frentes: uno interno, en el que se fortalecen los componentes de la demanda doméstica; y uno externo, reflejado en mayor inversión extranjera e intensificación del comercio con el exterior.
En tal sentido, las estimaciones del DNP sugieren que el crecimiento económico de largo plazo de la economía colombiana aumentará a un 5,9% en un escenario de posconflicto (en la actualidad es de un 4%), que el PIB per cápita sería de 12 mil dólares —lo que nos llevará al nivel de ingreso medio alto—; una tasa de inversión del 35% del PIB (hoy estamos en 29%), 36 mil millones de dólares en inversión extranjera directa, exportaciones por 65 mil millones de dólares; y crecimientos adicionales del 40%, 22% y 20% en los sectores de la construcción, agricultura e industrial respectivamente.
Con toda razón la confianza del sector externo hacia nuestra economía aumenta: sin eventos de violencia que afecten la infraestructura productiva y el desarrollo de actividades económicas en zonas en las que el conflicto no lo permitía. En cuanto a la inversión extranjera directa, lo más probable es que aumente en niveles significativos, además del efecto confianza que en la comunidad internacional se perciba.
Sin duda alguna, uno de los beneficios de la Colombia del posconflicto será el abaratamiento del financiamiento internacional por cuenta de la reducción del riesgo país asociado con la violencia, aun quedando asuntos pendientes por resolver.
La tierra es clave
Ahora bien, las transformaciones estructurales del país toman muchos años. El sector cuyos cambios se apreciarán en el largo plazo, dado sus problemas estructurales, es el agropecuario. El conflicto armado colombiano tiene raíces profundas en el modelo agrario, tanto en la distribución de la tierra y la concepción del modelo de producción.
Puesto que el escenario principal de la confrontación armada fue el campo, los efectos sobre la producción agropecuaria dependen de los diferentes contextos en los que se desarrolle. La afectación no fue la misma en el eje cafetero (zona relativamente pacífica) que en el Cauca, los Montes de María o la Sierra Nevada.
En un trabajo publicado en 2014, María Alejandra Arias y Ana María Ibáñez (Costos económicos y sociales del conflicto en Colombia: ¿cómo construir un posconflicto sostenible?) encuentran que en el caso de los pequeños productores agropecuarios cambian sus decisiones de producción debido a la presencia y control territorial de actores armados, con el fin de minimizar los riesgos de ser víctimas.
Como resultado de lo anterior, las economías familiares campesinas sufren por la reducción de sus ingresos en función de la migración hacia cultivos transitorios, baja inversión en las explotaciones agrícolas y la concentración en cultivos de baja rentabilidad.
Justamente se ha planteado una fuerte controversia entre el Gobierno y sectores críticos de la Ley de Restitución de Tierras. Una de las deudas históricas del Estado colombiano para con las víctimas del conflicto se encuentra en la reparación y la restitución de sus bienes usurpados por actores armados en el desarrollo del conflicto.
La lentitud del proceso y los intereses creados en ciertas regiones en torno al torpedeo de la aplicación de la ley demorarán más el cambio estructural del campo colombiano. No solamente es el asunto de la restitución, también lo es la implementación de modelos alternativos contemplados en los diálogos de La Habana y que suponen cambios trascendentales sobre el modelo agrario.
Sobre estos puntos, algunos actores beneficiados del statu quo consideran estos cambios como amenazas al poder consolidado durante el conflicto, sea a través del dominio político, económico y territorial. Mientras el poder económico ejerza una fuerte influencia en los territorios, el poder de facto se resistirá a ceder a las nuevas dinámicas emanadas del poder de jure.
Y ¿qué tiene que ver lo anterior con el dividendo económico de la paz? Cuando las instituciones garantizan una mayor participación de la ciudadanía y una mejor distribución de las oportunidades, se alimentan procesos virtuosos de creci- Establecer un acuerdo con las Farc traería beneficios importantes para la economía del país en el mediano y largo plazo.
Sin duda alguna, uno de los beneficios de la Colombia del posconflicto será el abaratamiento del financiamiento internacional por cuenta de la reducción del riesgo país asociado con la violencia, aun quedando asuntos pendientes por resolver.
Además de la restitución de tierras, el sector agrario necesita un modelo productivo que potencialice el sector. miento. En otras palabras, de ser exitosa la implementación del nuevo modelo agrario, la economía colombiana crecerá apoyada en un sector rural próspero y democratizado, en el sentido de una mayor participación y dinamismo de los pequeños productores.
Definitivamente al país le resulta ser un buen negocio la paz. Un buen negocio entendido a partir de la reasignación de recursos para la inversión en el agro, en la provisión de bienes públicos, en la educación y la salud. El país dejará de perder capital humano por causa de las muertes generadas por el conflicto, se recuperará el capital social en las zonas afectadas, y el posconflicto es la oportunidad del Estado para hacer presencia, fuerte, en los rincones históricamente abandonados.
Sin embargo, estos efectos no son automáticos. Si bien la referencia que el DNP aporta es que en los primeros tres años del posconflicto es donde el dividendo de la paz es más grande, para el caso colombiano se requiere de más que voluntad política.
Dann Payares es estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales Ayola. Iván Verbel Montes es estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales, de la Universidad del Norte.
Nota publicada en UnNorte, publicación de la Universidad del Norte, reproducida en PCNPost con autorización
SOURCE: Universidad del Norte
Debes loguearte para poder agregar comentarios ingresa ahora