El músico, compositor, arreglista, director y productor musical Francisco Zumaqué, recuerda algunos aspectos del juglar de El Banco, de quien se cumplieron 100 años de su natalicio el sábado 21 de marzo.
Caribe musical
¿Existe alguna explicación para que existieran tantos músicos, y de tan singular talento, en el Caribe?
Las personas de la Región Caribe tenemos un talante muy creativo, que quizá pueda explicarse en nuestros orígenes ancestrales –y esa cercanía con el mar-, que dieron origen a un especie de islas culturales, que durante mucho tiempo permanecieron aisladas; de tal manera que la gente comenzó a hacer uso de un lenguaje que había caído en desuso –por ejemplo recuerdo palabras como saramuyo, o refocilarse, que solo estaban presentes en la obra de Cervantes-.
Muchas zonas quedaron detenidas en el tiempo, y como se trataba de regiones tan aisladas geográficamente surgió la necesidad de comunicar las noticias de un pueblo a otro, como bien lo describe Gabriel García Márquez en Cien Años de Soledad: juglares como Francisco el hombre recorrían la región para dar cuenta de todo tipo de noticias, fallecimientos y matrimonios.
Además, la Costa Caribe es quizá también la región en la que barberos, sastres y zapateros son igualmente músicos, y dominan a la perfección el arte de interpretar bombardinos, trompetas y clarinetes; instrumentos que los acompañan toda la vida.
Orlando Fals Borda subraya también la importancia que tuvo el río y actividades como la pesca…
El Maestro Fals Borda era sin duda alguna un gran observador porque el río constituyó un gran motor de toda esa cultura, por ahí se llevaba y se traía. Y uno veía que llegaba gente del interior a hacer negocios, como el famoso Guillermo Cubillos, cuyo caso no era la excepción en absoluto.
Sin embargo, creo que además del río había otros corredores importantes: todos esos caminos de herradura por los que transitaban los juglares muchas veces a píe, con plantas cuarteadas y curtidas de barro.
Cafés musicales y literarios
¿Qué importancia tuvieron los cafés en la obra del Maestro José Barros?
En esa época habían varios cafés en Medellín como: El Soratama, La Bastilla, el Café Regina, donde nos reuníamos los músicos a oír y discutir sobre música, incluso aspectos de carácter técnico. Había un gran movimiento musical y cultural con un marcado interés por conocer lo que estaba pasando afuera: el Jazz sobre todo; recuerdo a Álvaro Rojas, a Oscar El gago Hernández, Luis El Licho Almario, y Carlos Piña. Había también un restaurante El Crillón en el que únicamente se daban cita los tríos y serenateros de la ciudad.
Acá en Bogotá estaba por ejemplo El Automático y El Cisne, lugar al que llegaban Marta Traba, el Maestro Botero, Enrique Grau; arquitectos como Fernando El Chuli Martínez y mucha gente muy interesante, con los que solíamos dar el famoso Septimazo.
Y había otro, donde a mi juicio concluyó el Maestro José Barros su famosa composición de La piragua. Eso quedaba al lado de la Emisora Nuevo Mundo, que quedaba en la Calle 19 entre careras octava y novena, justo al lado había un pequeño bar donde solían reunirse Fabio Arroyabe, Jesús Lara Pérez –gran amigo de José Barros- y un sinfín de músicos de la época, porque ahí llegaban los cantantes en busca de nuevas canciones y de arreglos.
Y mientras tanto el Maestro José Barros le da las últimas puntadas a La piragua…
Mientras tanto el Maestro José Barros se levanta de su asiento y grita a voz en cuello ¡Un apellido que rime con Cumbia! Y todos comenzamos a hacer todo tipo de bromas, hasta que finalmente alguien dio con el apellido Albundia.
Al poco tiempo vino una de las primeras grabaciones que hice con José, junto a Jesús Lara Pérez, para luego adelantar diversos tipos de cuñas radiales y otras cosas como por ejemplo, la primera versión de Palmira señorial o La piragua.
¿Cómo fue esa relación entre un músico formado, como es su caso, y otro empírico, como era el caso del Maestro José Barros?
En ese tiempo era muy normal que músicos como el Maestro José Barros no conocieran a profundidad cuestiones relacionadas con la escritura o la armonía, pero la práctica musical diaria con la guitarra les daba un bagaje que los músicos formados muchas veces envidiaban, porque les permitía acompañar una canción de armonía compleja de una manera sencilla, con el solo hecho de oírla.
Había toda una técnica de carácter intuitivo que mi padre me enseñó a mí de niño: -Voy a cantar, coge la guitarra y tú me acompañas-. Yo la verdad no sabía qué hacer y le preguntaba, -Bueno, ¿Y aquí qué pongo, dominante o tónica? –Tú oyes, y sigues- respondía. Era una técnica de carácter empírico pero tan bien desarrollada que no tenía nada que envidiarle a la de armonizadores cultos.
Eso era algo fascinante, y José Barros tenía ese don de la improvisación y creación de líneas melódicas que desde luego también estaba favorecido por esa habilidad para construir esas letras tan líricas y poéticas, de una manera fluida y natural, que todo el país y el mundo conocen.
¿Cómo transcurría una jornada de trabajo con el Maestro José Barros?
Nosotros nos poníamos una cita en un café que era conocido entre todos los músicos como el Orines Hilton; si la tenía escrita, nos daba la melodía, o si no nos la dictaba, y luego se organizaban los arreglos.
La manera de trabajar de los músicos populares varía, pero en muchos casos comenzábamos a trabajar a partir de una letra a la que le poníamos la melodía; porque para nadie es un secreto que en la música popular no hay una gran pretensión de creatividad melódica, sino más bien de crear un clima y unas imágenes; aunque también hay excepciones, como el caso de Agustín Lara cuando escribió Granada.
¿Qué le dejó esa experiencia?
La alegría de haber conocido a un hombre extraordinario, de mucho carácter y una gran alegría en su corazón. Un hombre que sin lugar a dudas dejó en sus canciones algunas de las semillas que han inspirado buena parte de mi trabajo.
Desde luego que esa no fue la única influencia en mi carrera, pero cada vez que estoy trabajando algún tema relacionado con la Cumbia o con esa región de El Magdalena y El Banco, sin duda alguna que el principal referente es José Barros; esos paseos que dábamos por la Carrera Séptima en Bogotá, con el Maestro apoyado en mi brazo.
Prensa, Ministerio de Cultura
Textos: Juan Carlos Millán Guzmán
Fotografía: Milton Ramírez
El Maestro Francisco Zumaqué recuerda al Maestro José Barros
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